El fútbol uruguayo lleva décadas debatiéndose entre crisis y balances económicos negativos sin que nadie haya podido encontrar la solución. A modo de adelanto creo que el gran problema es que la solución más sana es la más dolorosa, casi suicida, o sea que cuesta reconocer que eso puede catalogarse como una verdadera solución. Refiero a la reducción de clubes.
En 1986 Uruguay volvió de la Copa del Mundo golpeado por una mala actuación de la selección. Una generación de grandes futbolistas que habían participado en un tetracampeonato consecutivo de títulos sudamericanos juveniles (1975, 1977, 1979 y 1981), con actuaciones muy buenas en copas del mundo de esa categoría como en 1977 y 1979 donde se llegó a semifinales, la obtención de dos títulos de América del Mundo del Nacional del 80 y el Peñarol del 82, mientras la celeste mayor ganaba la Copa América en Bahía en el 83, además de una cantidad de futbolistas brillando en Brasil, Argentina y Europa ahondaban la sensación de derrota dura.
Es que a pesar de haber ganado la Copa de Oro en 1981 en esos mismos años que estamos reseñando, la celeste quedó eliminada de los Mundiales de Argentina 78 y España 82.
El Mundial de México 86 debía ser la comprobación de que estábamos para campeones del mundo, y el hecho de haber perdido ajustadamente contra la Argentina de Maradona y Bilardo que saldría campeona muestra que no era una locura ilusionarse.
Pero lo cierto es que ese Mundial se recuerda por la derrota por 6 a 1 con Dinamarca, las tarjetas rojas de Diogo y Batista en los partidos de grupo y la persecución de FIFA hacia el catalogado violento futbol uruguayo, mientras el DT Omar Borrás dejaba en el banco jugadores como Darío Pereyra y Ruben Paz que eran cracks en Brasil y Argentina.
Al regreso el desconcierto y la desazón llevaron a que se formara una comisión de notables para analizar la situación del fútbol uruguayo que, para colmo de males, se debatía en una crisis económica tremenda.
Dante Iocco, Eduardo Rocca Couture y los contadores José Pedro Laffite y José Pedro Damiani fueron los elegidos por la AUF que presidía el Cr. Miguel Volonterio y la Comisión Nacional de Educación Física presidida por el Dr. Julio Maglione.
Tras un estudio serio y profesional de la categoría de los integrantes de esa comisión, el resultado fue demoledor. “El fútbol uruguayo es inviable económicamente”.
No había con qué darle, todo era fruto del esfuerzo de dirigentes sacrificados, técnicos expertos y futbolistas talentosos. Nada era “gracias a…” sino “a pesar de….”.
Un año después Uruguay igual ganaría la Copa América de Argentina, Peñarol la Libertadores y Nacional sería campeón de América y del Mundo en 1988.
Algunas de las razones que daban los expertos para llegar a la conclusión de inviabilidad de nuestro fútbol tenían que ver con la cantidad de clubes pretendidamente profesionales y la poca población de nuestro país.
Y sigue siendo así al día de hoy. Pero agravado. En esos años recién comenzaban a aparecer los sponsors en las camisetas y en los 90 llegarían los derechos de TV gracias al advenimiento de la televisión por abonados.
Todo esto nos alejó aún más del mundo profesional. No es casualidad que nunca más Peñarol y Nacional pudieron ganar un torneo internacional y cada vez están más lejos.
Hoy en mi programa de radio (“Usted qué opina” en Sport 890) conté un par de historias que pueden parecer lejanas en el tiempo y en la problemática, pero entiendo sirven para entender lo difícil que es todo esto.
En primer lugar, debo decir que los reclamos de los futbolistas son totalmente lógicos. Quieren ganar un sueldo mínimo digno y que los clubes estén obligados a pagarlos en tiempo y forma. Nadie sensatamente puede estar en contra de esto.
El tema es que nadie sensatamente puede pretender que en un país de tres millones de habitantes o lo que es aún peor, en una ciudad de un millón y algo, existan 30 clubes profesionales, lo que significa una cantidad de 1000 futbolistas profesionales aproximadamente.
En los años 50, el periodismo tuvo un conflicto con la hinchada de Peñarol, para variar. El Círculo de Periodistas deportivos se reunió para tomar drásticas medidas que implicaban que las radios no fueran a transmitir los partidos del aurinegro.
En dicha reunión, Carlos Solé, reconocido como el máximo relator de fútbol de habla hispana de todos los tiempos, tomó la palabra y dijo algo así como que “no puedo acatar el boicot a Peñarol porque soy socio de la radio y tengo a mi cargo 20 personas que si no transmitimos no cobrarán. Y acá en la asamblea han votado periodistas de vóley, básquet, atletismo, ciclismo, boxeo, etc., pero no son de fútbol. Ellos no pierden nada y votan para que yo deje de trabajar. No lo haré”.
En aquel momento los diarios, como La Mañana, tenían muchos periodistas contratados y muchos se especializaban en lo que hoy llamamos deportes menores. Por eso había tantos.
Carlos Solé fue expulsado del Círculo, a tal punto que cuando fallece en 1975 el aviso fúnebre en los diarios fue firmado por los 11 dirigentes del gremio, pero no se puso el nombre de la organización.
Hoy en día en el Congreso de AUF, con un modelo impuesto por la intervención de 2018 que es único en el mundo, votan el fútbol sala, el fútbol femenino, la C amateur, OFI también amateur, los entrenadores, los árbitros, todos votan sobre cuánto deben pagar a los futbolistas los clubes… como le pasó a Carlos Solé.
Es clarísimo que Uruguay tiene solamente dos clubes de fútbol profesionales, que son los grandes.
En el campeonato uruguayo se juegan 37 fechas de ocho partidos. Son 396 partidos. Los grandes juegan 72. Los restantes 324 encuentros dan déficit que oscilan entre US$ 3000-US$ 8000 por partido.
Ni hablemos de la B. Los futbolistas hacen reclamos justos que apuntan al respeto por su profesión. El tema es que, salvo dos clubes, el resto juega con tribunas vacías, no tienen socios, no venden camisetas, no tienen merchandising.
El sistema es perverso, los ingresos por entradas vendidas y derechos de televisión van acorde a lo que generan en la gente. Y a juzgar por los resultados generan poco y nada.
Los grandes no pueden jugar 37 clásicos por año. Precisan rivales en la A y una B digna. Pero hay que inventarla. No tienen sustento real. Algunos clubes trabajan muy bien en juveniles y consiguen transferencias que les permite sobrevivir con éxito. Pero otros no tienen ni eso.
El fútbol profesional, el de élite, es un espectáculo. Nuestra liga juega en el mismo escalón de FIFA que las que tienen a Boca, River, Flamengo o Real Madrid. También con aquellos que tienen jeques, petroleros, chinos, rusos, árabes y millones que todo lo inflacionan.
Para armar un campeonato hay que recordar lo que hacía Martín Karadagian en Titanes en el Ring. Había dos que ganaban siempre (el dueño del circo y la “Momia”) y luego estaban los medianos como “Caballero Rojo” o el campeón argentino Peucelle. Además había varios extras como “Pepino el gran payaso”, “David el pastor”, “Tufi Meme que viene del desierto” y otros.
A nadie se le ocurría que el “Hombre de la barra de hielo” pudiese cobrar lo mismo que la “Momia”. Era un show.
Montevideo o Uruguay tiene 30 clubes profesionales. Madrid tiene tres, Rosario dos, Porto Alegre tiene dos, Munich tiene al Bayern y uno por ciudad en un país de millonarios con 85 millones de habitantes. Casi toda Europa es de uno o dos clubes en ciudades más grandes y poderosas que Montevideo. Nosotros tenemos 30, queremos sueldos dignos, cobranza en fecha y respeto.
Lamentablemente los reclamos, justos todos ellos, deberán convivir con el sinceramiento de la situación.
Si el inviable fútbol uruguayo se sincera, quedarán ocho clubes en primera y seis en la B y será mucho.
En lugar de 30 clubes profesionales, bajaríamos a 14 o 15 y en lugar de 1000 futbolistas profesionales, quedarían 500.
No es lo que se busca, por eso todo es muy difícil.
No podemos demonizar a nadie por esta realidad. Gracias a esta locura es que siguen surgiendo decenas de cracks que llevan por ejemplo a nuestra sub 20 a ser la actual campeona del mundo.
Pero… el sistema es perverso, los futbolistas saben que no hay dinero y firman muchas veces en clubes pobres sabiendo que no cobrarán durante todo el año hasta que ese club deba empezar la próxima temporada. No puede hacerlo si no se pone al día. Juegan, si tienen espalda para resistir, como imaginando una caja de ahorro a la que el futbolista tendrá acceso en el próximo febrero.
Fútbol como deporte, como entretenimiento, como pasatiempo podemos jugar todos en las playas, los parques, los campitos.
Fútbol profesional… si no nos sinceramos o somos creativos, será para vivir peleando y echándole la culpa al otro.
Lo irracional de la situación lleva a que se vea a Martín Karadagian como el culpable cuando es el que hasta el momento siempre ha estado a la orden. Sus iniciales son FC o, si prefieren, PC.
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