La Mañana: Mireya Soriano, usted tuvo una infancia relacionada de primera mano con el arte, sin embargo luego hizo la carrera de Ingeniería. Hoy se encuentra volcada a las letras, con varias publicaciones, ¿qué peso tuvo sus primeros años de vida en ello?
Mireya Soriano: Sin duda muy grande. Los artistas más importantes que estuvieron en casa yo no los conocí porque fueron antes de mi nacimiento, pero en los años ’40, cuando Europa estaba en guerra, venían muchos artistas al Río de la Plata porque en su continente no podían actuar.
Mi tío, Roberto Lagarmilla, que era crítico musical del diario El Día, nieto de italianos, los llevaba a casa. En mi hogar estuvo Igor Stravinsky, Arturo Rubinstein, Arturo Toscanini. Conocí a Paco Espínola, que iba a casa porque era muy amigo de papá. Yo escuchaba Saltoncito sentada en las rodillas de Espínola. Mi padre también era amigo de José Cúneo, y de muchos músicos.
Sin duda que todo eso me formó. Las conversaciones que escuchaba me ayudaron a conocer ciertos conceptos, pero la ingeniería me gusta mucho y de hecho yo me sigo dedicando a ella. Mi infancia me influyó en el sentido de entender el arte como algo cotidiano que puede coincidir con cualquier otra profesión.
Mireya Soriano: “Mi infancia me influyó en el sentido de entender el arte como algo cotidiano que puede coincidir con cualquier otra profesión”
L.M.: Juan Antonio Varese, ¿cómo nace ese amor por la historia y la fotografía, en una familia de escribanos?
Juan Varese: Mi abuelo, mi padre y yo fuimos escribanos, pero tenía inquietudes siempre de dedicarme a la literatura. Me gustaba leer primero y escribir después. No tenía mucho tiempo libre pero me dedicaba a ir a los remates a comprar libros antiguos, de la época de los descubrimientos y los viajeros. Fui armando una gran biblioteca pensando que cuando tuviera tiempo libre me iba a dedicar de lleno a la investigación histórica. Pero mi ingreso al mundo histórico literario fue a través de la fotografía, porque estudiando en el Foto Club fui nombrado presidente y coincidió en el año 1989 con los 150 años de la producción del primer daguerrotipo en Uruguay, entonces en mi rol de presidente realicé una investigación sobre los primeros fotógrafos de nuestro país. La fotografía fue el camino que me permitió el ingreso a la investigación histórica y la escritura de libros.
Al encontrar un álbum con viejas fotografías de barcos hundidos fue que el tema de los naufragios ocurridos en nuestras costas me atrapó y me terminó llevando a investigar y a convertirme en miembro de la Academia Uruguaya de Historia Marítima y Fluvial.
L.M.: Una particularidad de ambos es el contar historias. ¿Cuál es el requisito que tiene que tener una historia para despertar el interés del público?
M.S.: A veces no es tanto la anécdota sino cómo se cuenta, porque a veces hay sucesos extraordinarios que mal narrados no despiertan interés, y cosas muy cotidianas que pueden ser contadas con determinado arte para que capte la atención.
J.V.: Estoy de acuerdo, pero yo le agregaría la lupa. Siempre estoy con ella –claro está, es una metáfora- para buscar en cada episodio algo interesante. Para llegar a la gente uno tiene que amar lo que hace y transmitirlo en el papel. Yo incluso llamo a los lectores, los visito, trato de charlar con ellos.
L.M.: ¿Creen que hay una curiosidad del uruguayo por conocer la historia de su país?
M.S.: Creo que al uruguayo le obsesiona todo lo uruguayo. Poner “uruguayo” en un título es cierta garantía de venta. Eso demuestra que hay un deseo de identidad. No tanto ir a la historia sino buscar alguna diferenciación.
J.V.: Eso se remarca cuando se toman determinadas actitudes, como estar con el mate debajo del brazo, que tienden a hondar en búsqueda de nuestra identidad. Si no se tiene, se busca algo con que aferrarse. Cuanto más nos metemos en una sociedad universal, más necesitamos tener algunos apoyos identitarios que nos vinculen con nuestro lugar de pertenencia.
Necesitamos saber que estamos en determinado lugar y que pertenecemos a él.
L. M. ¿Hay algún factor en este mundo moderno que les preocupe en cuanto al futuro de la producción del arte, la literatura o los fenómenos culturales?
M.S.: En mi caso no, porque creo que siempre pueden cambiar un poco las formas pero hay cosas fundamentales que persisten. No creo que haya una falta de sensibilidad. Hay mucha gente talentosa que, por ahí se expresan de una forma distinta pero los elementos fundamentales no cambian.
J.V.: El ser humano tiene los mismos problemas de siempre, cambian las formas de presentarse. En épocas de grandes cambios, como los de ahora, después se van decantando y la próxima generación va a encontrar otro panorama. Si el ser humano resuelve muchos de sus problemas, tiene que entrar realmente en sí mismo que es tal vez la verdadera asignatura pendiente. Es decir, no tratar de cambiar el mundo sino cambiarse a sí mismo. El verdadero objetivo del hombre es lograr una introspección que lo lleve a lograr una felicidad plena pero interior.
L.M.: ¿Cómo ven la producción cultural uruguaya en el mundo? Este año Uruguay apareció en las noticias internacionales de la mano del premio Cervantes otorgado a Ida Vitale.
M.S.: Creo que ese reconocimiento sirve para poner en evidencia los reconocimientos importantes que suscitan a la curiosidad y son expansivos. Pero Uruguay está muy por fuera. Uruguay en los informativos en España está muy por fuera, casi no aparece. Cuando hubo elecciones presidenciales en octubre en Uruguay y Argentina, en Europa solo apareció la mención de Argentina, incluso en un canal latinoamericano. Entonces estos reconocimientos al mundo de la cultura son importantísimos porque pone sobre la mesa el enorme valor que hay en la cultura uruguaya.
Antonio Varesse: “La fotografía fue el camino que me permitió el ingreso a la investigación histórica y la escritura de libros”
J.V.: Es sorprendente la cantidad de artistas, escritores, músicos, poetas, que existen en Uruguay en relación a los tres millones de habitantes que somos. Si miramos la trayectoria artística, hay 30 – 35 pintores de primera línea. Lo mismo sucede con los escritores, historiadores y los músicos. Quedo maravillado con eso. Claro, a veces conviene dar difusión a autores de países que tienen tirajes mucho más grandes porque la población es mucho mayor. En Uruguay tirar mil ejemplares de un libro es muchísimo. El conocimiento de los autores depende mucho de la publicidad.
Afortunadamente hubo casos como el de Ida Vitale que no solo tiene extraordinarios méritos sino que igual su edad avanzada hizo que fuera un reconocimiento importantísimo.
L.M.: ¿Cómo fomentar en los jóvenes el estudio de carreras relacionadas a la cultura?
M.S.: Recuerdo que cuando mi hijo era joven, a nivel de la educación formal, no había una visión amplia de la cultura, sino que se daban determinados temas, específicos y parciales; aunque en casa se pudo nutrir de todo. En matemática y física el nivel es altísimo en Uruguay, pero la parte artística, en aquel momento, hace más de veinte años, me parece que no era suficientemente amplia. El gobierno podría promoverlo multiplicando bibliotecas y acciones o eventos. Hay más iniciativa privada en ese sentido donde organizaciones hacen acciones con mucho esfuerzo y sin apoyo del gobierno. Sobre todo en el Interior he visto mucho interés e iniciativa en temas culturales que también son para todos.
J.V.: La cultura es un elemento vivo. Una cosa es la cultura y otra las manifestaciones artísticas o literarias. Es un fenómeno que se va dando y en este momento tal vez la cultura no sea el elemento primordial de interés pero los movimientos se producen solos. Uruguay tiene gente muy capacitada para ahondar en el campo de la cultura. Cuanto más alto es el nivel cultural, más altas serán las manifestaciones artísticas, literarias, filosóficas de la gente que realmente le interese el tema de la cultura. Pero para que los exponentes de la cultura puedan progresar, difundirse y aumentar, se necesita una masa cultural importante en la población. La cultura no puede ser de élite, tiene que ser de todo el mundo.