A lo mejor podemos tener una competición a nivel global sobre quién puede construir más carreteras, ferrocarriles y puentes para países en vía de desarrollo (…) tenemos la confianza de que somos capaces de llevarlo a cabo.
Wang Li, ministro de relaciones exteriores de China. Discurso pronunciado en ocasión del tercer Foro de la nueva Ruta de la Seda y de la Franja.
Las tensiones geopolíticas que están sacudiendo al mundo tanto en Oriente Medio como en el Este de Europa no solo evidencian una falta de liderazgo en el orden global, sino que además dejan en claro cómo este agrietamiento de las relaciones internacionales, no sucede ya desde una óptica exclusiva Oriente/Occidente, o Norte/Sur sino más bien se sustenta por un diferencial de cariz ideológico en el que los opuestos son dos formas de entender la globalización.
Cabe recordar que el enfoque del episodio actual de la globalización –la primera fue la romana en el Mediterráneo y luego la Pax Británica del siglo XIX– fue fundado en Bretton Woods tras la Segunda Guerra Mundial, bajo el impulso de Estados Unidos. Y fue mediante este marco que se articuló la estructura que permitiría su desarrollo tal como la hemos conocido por más de medio siglo. Pero no hay que olvidar que fue el liderazgo de Estados Unidos con el apoyo incondicional de Europa el factor determinante capaz de generar una cultura global de libre mercado en la que los organismos internacionales garantizarían cierto orden. Además, en base a la innovación científica, se profundizó la globalización por medio del desarrollo tecnológico, siendo este uno de sus pilares fundamentales.
Sin embargo, en la década de los 90 cuando las economías norteamericana y europea comienzan un descenso en sus tasas de crecimiento, inversamente comienza el despegue de China y Asia en la economía global. Tres décadas más tarde, China se ha convertido en el principal socio comercial de más de 140 países. Y desde hace 10 años, el gigante asiático inició su propio proyecto de globalización llamado: la Nueva Ruta de la Seda y de la Franja. Al mismo tiempo que se ha convertido en un líder global en las tecnologías digitales.
Este nuevo enfoque de la globalización impugnado por China –a diferencia de lo que ha sido la tendencia norteamericana– pretende no basarse en un conglomerado de afinidades ideológicas, ni territoriales, ni culturales, sino más bien en un pragmatismo milenario intercontinental.
No obstante, el comienzo de las hostilidades entre Ucrania y Rusia, y las sanciones impuestas a esta última, evidenciaron que para Occidente los aspectos políticos pesaban más que los intereses comerciales. Y esto quedó de manifiesto con el encarecimiento sorpresivo de los fertilizantes que tuvo repercusiones en el mundo entero, pero especialmente en los países productores de alimentos como el nuestro. Pero también, en el impulso que se le ha dado al cambio de matriz energética que pretende independizar a Europa de los hidrocarburos rusos.
De la misma forma, el actual conflicto en Israel, tras los atentados de Hamás perpetrados el 7 de octubre, pone en vilo al frágil equilibrio geopolítico de Oriente Medio, y se teme –con razón– que haya una escalada regional: algo que la comunidad internacional quiere evitar a toda costa. No obstante, el precio del petróleo Brent ha pasado de US$ 85 a US$ 93 en solo dos semanas, y llegó a tener en ese periodo un pico de US$ 96. Y está claro que la situación podría empeorar si Irán decide entrar directamente en el conflicto.
Pero más allá de los aspectos económicos, lo que verdaderamente está en juego aquí es la paz global y el desarrollo de los pueblos. Por eso el tercer Foro de la Nueva Ruta de la Seda y la Franja realizado la semana pasada –con la participación de representantes de casi un centenar y medio de países– con el objetivo patente de buscar un nuevo orden global liderado por China, pareció ser una respuesta a las potencias occidentales. Además, el evento contó la participación especial del presidente de Rusia, Vladimir Putin, sobre quien parecía no pesar una orden de detención internacional.
En definitiva, este ha sido el proyecto estrella del presidente chino Xi Jinping en materia geopolítica, para establecer un nuevo marco de cooperación internacional –que puede traducirse en un amplio plan de inversiones en áreas estratégicas como infraestructura, minerales, energía, transporte– al que América Latina se ha integrado tardíamente, pero de una forma muy dinámica. De hecho, nuestro continente es el segundo destino de inversiones chinas –solo por detrás de Asia–, y además es el tercer destino de inversiones en infraestructura a nivel global. Según anunció el ministro chino de Exteriores Wang Li, el Foro concluyó con acuerdos comerciales por un valor de US$ 97.200 millones.
Además, Wang Li declaró que China está comprometida a construir una “economía global abierta”. Destacando que la iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda no busca enfrentar a otros proyectos de infraestructuras, como los de la Unión Europea o EE.UU., sino que quieren “competir sin negar al otro y sin politizar”.
Por otra parte, Wang subrayó que este Foro fue una muestra de que China se encuentra en el “lado correcto de la historia”, a pesar de que el mundo se halla en una época de “confrontación y mentalidad de Guerra Fría”.
En esa línea, de los países de Sudamérica solo participaron –paradójicamente– los mandatarios de Argentina y Chile, lo que demuestra cómo en este momento de tensión, la confianza en el lema “ganar-ganar” que China promueve como base para una economía global justa y equitativa, parece no ser suficiente para dirimir las diferencias ideológicas o políticas. Y es evidente que el peso cultural y político de Occidente en la región no puede obviarse, ya que hay una historia compartida de lazos comunes que van más allá de las conveniencias comerciales.
Por otra parte, una de las críticas que se le hace al plan de China es el riesgo de sobreendeudamiento que existe para las naciones pobres que firmen algún tipo de acuerdo en este sentido. Porque más allá de que las infraestructuras son una “necesidad urgente” para que los países en vías de desarrollo consigan su “crecimiento económico”, no debe ignorar la disparidad de fuerzas que puede haber entre China y cualquier otra nación del sur global.
En definitiva, en un contexto como el presente de grandes polarizaciones, nuestro país no puede perder de vista que el intento de firma de algún acuerdo con China por fuera del Mercosur –especialmente porque Brasil no lo permite en una situación como la presente– nos dejaría en una situación comprometida, no solo con nuestros inmediatos vecinos, sino también en lo que respecta a nuestra posición en el orden global. De modo que al perseguir esa firma ahora estamos arriesgando nuestra relación con Occidente y además quedaría en evidencia una falta de cálculo de nuestra diplomacia. No hay que olvidar que el sector agroexportador uruguayo está casi completamente dolarizado.
TE PUEDE INTERESAR