Cuando era chico y casi solamente escuchaba heavy metal, tenía una campera repleta de parches de distintas bandas, Megadeth, Slayer, Iron Maiden, etc. Y entre todo eso había un solo nombre en español, Almafuerte. Fue quizás en esos años en que comenzaba a darme cuenta que me dedicaría a la música que, al buscar un poco más dentro de la identidad que me había creado, encontré un lugar para reconciliarme con la música en mi idioma y encontrar algunos momentos más combativos y que representaran mejor nuestra historia en este lugar del mundo. Temas de Hermética como “Gil trabajador” y “Víctimas del vaciamiento” me fueron llevando a las aguas más calmas de Almafuerte. Fue en ese tiempo que dejé de escuchar heavy metal, solo para irme reencontrando con esa adolescencia cada tanto y agradecerle a ese género entero todo lo que hizo por mí, enfocarme hacia la música.
A pesar de ser un género que musicalmente es un poco pobre y limitado, el metal tiene ciertos encantos que hace que muchos de sus adeptos luego se vuelvan músicos. Hay cierto enfoque en el metal sobre la música como algo que se escucha en silencio y algo que se disfruta, se aprecia tanto solo como con amigos, que les da a algunos de sus escuchas una apreciación un poco más “real” de cómo es apreciar la música. En ese ambiente las bandas amateur pululan y entre la diversidad de lo que cada banda quiere y puede hacer, varios jóvenes tenemos nuestros primeros ensayos, nuestras primeras composiciones, nuestros primeros compromisos con la música.
Entender este proceso muchas veces esclarece por qué a veces, años después, seguimos defendiendo bandas de nuestra adolescencia, y a veces también defendiendo personajes complicados como del que hablaremos hoy, Ricardo Iorio.
Ricardo Iorio
Nacido en la provincia de Buenos Aires en 1962, Iorio sería uno de los músicos del rock pesado y metal argentino más importantes. Su adolescencia llegó justo a tiempo para empezar a escuchar las primeras bandas de metal, yanquis e inglesas, en vinilos. Llegada su juventud pasando la dictadura, Iorio encabezó varios proyectos que quizás no lo hicieran rico y famoso, pero que sí le reservaron un lugar en el corazón de muchas personas que le seguirían los pasos.
Formó parte de la que posiblemente sea la banda de heavy metal argentina más importante de la historia, Hermética, sucesora de la también legendaria V8, de la que también formó parte. Su lugar en estas bandas, que tomó a tan solo los 16 años de edad, ya sería suficiente para dedicarle varias páginas, pero quizás la parte más importante y conocida de su vida llegaría después, ya llegados los años noventa, cuando Iorio se lanza como solista y frontman de la banda Almafuerte.
Esta banda, nombrada con el poderoso seudónimo del intelectual Pedro Bonifacio Palacios, haría entrar el trabajo de Iorio en otro nivel. Su primer disco, “Mundo Guanaco”, integraba adaptaciones de tangos y letras que brillaban argentinidad, poco a poco Almafuerte fue abrazando una composición cada vez más original y basada en lo rioplatense, alejándose también de un heavy metal menos local y más sentado en las raíces inglesas y estadounidenses de las bandas previas de Ricardo. Entre guitarras criollas, distorsión y una voz rasposa y grave, Ricardo Iorio encontró para sí mismo un estilo de música muy propio, que supo compartir con letras emocionantes y riffs inolvidables, una música que es difícil de dejar atrás, aunque el tiempo se haga distancia.
Iorio y sus compañeros le mostraron a una parte de la juventud que la identidad en la música que nos gustaba era posible. También, en varias instancias, supo mostrarnos cómo no ser. Ya entrado el milenio, Iorio hizo una serie de apariciones públicas desafortunadas (o directamente detestables), de las cuales quizás la más conocida sea la de su entrevista con Casella, de la cual luego salieron una serie de “memes” destacando las partes más agresivas y a veces sin sentido del discurso de Ricardo.
Hace poco más de un año salió una entrevista de “El presto”, que se puede encontrar en youtube, donde ya vemos a un Iorio venido a menos diciendo a veces cosas no muy consecuentes y sosteniendo a veces posturas complejas que no sabe defender. Aunque un artículo en memoria de este músico no debería contener este último párrafo, creo que de alguna manera es necesario hablar de las polémicas que generó, poder mirar atrás, aunque ya no compartamos nada de lo que dijo. Quizás así podamos juntarnos una vez más entre amigos a escuchar esos metales milongueados de “Ultimando” y “Convide rutero”, recordando por qué Ricardo Iorio hizo tanta mella en nuestras vidas.
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