Según las reglas tradicionales de la política, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y la administración del presidente Joe Biden deberían recibir crédito por la salida relativamente indolora de Estados Unidos de la inflación, independientemente de si sus políticas pasadas ayudaron a crearla. Pero ¿realmente se lo merecen?
Sorprendentemente, el 14 de noviembre la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos anunció que el índice de precios al consumidor se mantuvo sin cambios en octubre. Para ser claros, eso significa que el nivel del IPC se mantuvo sin cambios; su tasa de crecimiento, o inflación, era en realidad cero. Por supuesto, un mes no significa mucho. Los precios de la gasolina no caerán un cinco por ciento cada mes, como ocurrió entre septiembre y octubre. Pero también hay disponibles datos más prometedores (y significativos) a largo plazo: la tasa inflación general del IPC durante los últimos doce meses fue de 3,2 por ciento, muy por debajo del promedio de 6,5 por ciento en 2022. A riesgo de tentar al destino, se podría decir que la Fed está ganando la batalla contra la inflación.
Contrariamente a las predicciones de muchos economistas –y a la perdurable percepción de muchos estadounidenses–, la tasa de inflación de Estados Unidos, hasta ahora, ha disminuido sin una caída importante en la actividad económica o el empleo. De hecho, la economía ha añadido un promedio de 204 mil puntos de trabajo por mes durante los últimos tres meses, muy por encima de la trayectoria de crecimiento a largo plazo de la fuerza laboral. Como resultado, el desempleo se mantiene por debajo de cuatro por ciento, casi el nivel más bajo desde finales de los años sesenta. Mientras tanto el crecimiento anualizado del PIB asciende a 2,3 por ciento en lo que va del año, más rápido que la tasa promedio desde principios de siglo.
Jeffrey Frankel en Proyect Syndicate. 17 de noviembre 2023.
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