“Consideramos que siempre es oportuna la reafirmación por parte de todos los partidos políticos de su compromiso democrático, que implica sobre todas las cosas el acatamiento de la voluntad del pueblo soberano en el marco de la ley, respetando la elección de sus representantes y los pronunciamientos a través de plebiscitos y referéndums”.
Declaración de Cabildo Abierto a 40 años del acto “Un río de libertad.
El 27 de noviembre de 1983 se realizó un acto político conocido como “acto del Obelisco” o también como “Un río de libertad”, en el que participaron varios referentes políticos de aquel entonces y que contó una presencia multitudinaria que rondaba las cuatrocientas mil personas. Aquel acontecimiento, en aquel consabido periodo, significó la ratificación de la democracia por parte de los distintos partidos políticos de Uruguay.
Cuarenta años después, en un momento en que las narrativas y los ejes culturales e ideológicos son muy diferentes a los de aquella época, a iniciativa del Partido Independiente, se impulsó la idea de volver a hacer un acto que tuviera como fin no solo conmemorar aquel día histórico, sino también ratificar de la democracia.
Lo paradójico fue que desde un principio el tema del acto pareció estar cargado de avezadas sutilezas por parte de algunos integrantes del espectro político que inicialmente pusieron en tela de juicio no solo la presencia de Cabildo Abierto en el acto, sino también su apoyo a la iniciativa.
Sin embargo, parece pertinente preguntarse a qué se debe este comportamiento discriminatorio con esta fuerza política, que en la década de los setenta ni siquiera existía y no formó parte en ningún sentido de estos procesos históricos. Es evidente que algunos intelectuales e historiadores de este país han tenido especial interés en relacionar a Pedro Manini Ríos –fundador del diario La Mañana– con algunas corrientes totalitarias que marcaron el siglo XX. Y aunque esa teoría es fácilmente refutable, no se puede obviar la difusa intencionalidad detrás de estos escritos que hacen todavía más espeso el velo del pasado sobre los hechos.
Porque lo cierto es que Pedro Manini Ríos fue un verdadero republicano que supo conjugar los principios del liberalismo político y el nacionalismo económico. Y las tan mentadas diferencias con Batlle estaban relacionadas a que Manini veía en el proyecto del colegiado una forma de permanencia del poder, en el que el batllismo se posicionaba por encima de las garantías democráticas. Fue así como su primera aparición en la historia nacional fue como arquitecto de la paz entre blancos y colorados tras Aceguá. Y en aquellas largas conversaciones con Luis Alberto de Herrera es probable que se haya gestado el proceso político que culminaría con las elecciones del 30 de julio de 1916.
En definitiva, estas elecciones fueron decisivas en la historia de nuestro país, no porque ese día se eligieron los miembros de la Asamblea Constituyente que serían los responsables de modificar nuestra primera Constitución, sino porque por primera vez se ejerció el voto secreto y universal en Uruguay.
Ahora bien, ¿cómo es posible que en nuestro país se haya tildado de totalitario a uno de los políticos responsables de impulsar el sufragio secreto y universal? ¿Acaso no es el sufragio universal y secreto el pilar inexorable sobre el que descansa toda democracia?
Es obvio que los historiadores contemporáneos que presentan a Pedro Manini Ríos como conservador, prefieren ignorar que él y Domingo Arena redactaron en conjunto las principales leyes sociales de aquel período, como fueron la ley de las ocho horas y el descanso semanal en 1911, el Código de Trabajo, los derechos políticos e igualdad para la mujer, el seguro de accidentes de trabajo, la capacitación de los obreros mediante la creación de escuelas técnicas, bibliotecas populares. En definitiva, fueron esos mismos historiadores los que propagaron el relato falaz, mediante el cual se repitió que la distancia entre Manini y Batlle estuvo condicionada por sus políticas reformistas. Sin embargo, nada estuvo más lejos de la verdad. Ya que fueron justamente las discrepancias que tenían en torno al proyecto colegialista las que terminaron por escindir al Partido Colorado.
En conclusión, podemos decir que a fin de cuentas, Cabildo Abierto no solo participó en el acto conmemorativo de los cuarenta años del acto del obelisco para ratificar la democracia junto a los demás partidos, sino que también ha demostrado a través su quehacer político reafirmación y el respeto cotidianamente por los valores republicanos y democráticos que hacen a la institucionalidad de este país.
Así, que el acto contara con la presencia del diputado Carlos Testa y el diputado (s) Alberto Manini Ríos entre otros cabildantes sirvió para ratificar también el significado de hacer política en pleno siglo XXI.
En esta línea, esta fuerza política, en su Declaración de Cabildo Abierto a 40 años del acto “Un río de libertad”, manifestó que aunque se tienen varios motivos para sentir orgullo por nuestro país y su respeto a la libertad, no obstante, existen amenazas para nuestra democracia y los derechos humanos, que exigen adoptar medidas de forma inminente: es evidente el aumento de los asesinatos, la deplorable situación carcelaria, el avance del narcotráfico y de la usura.
Quizás, uno de los problemas fundamentales que enfrenta nuestro país, y que hasta altura es ya de carácter existencial, es el problema de la baja tasa de natalidad. Este ha sido otro de los puntos sobre los que Cabildo Abierto ha venido insistiendo desde el comienzo de esta legislatura.
Según los datos actuales del Instituto Nacional de Estadística, sino fuera por la reciente inmigración, nuestra población estaría en franco decrecimiento. Este tema que desde la óptica de las nuevas teorías culturales posmodernas no parece serio, debería ser sustancial dentro del marco económico-cultural. Porque muy a pesar de las modas malthusianas, un país con una población envejecida no puede tener crecimiento económico. Por lo que se hace evidente, no solo defender la democracia desde lo bonito del eslogan, sino defenderla desde sus mismas bases, para garantizar un futuro posible para nuestro país.
Porque es obvio que construir democracia no se hace en a lapsos de cinco años, sino considerando y pensando un Uruguay a largo plazo, un Uruguay que no sea víctima del futuro, sino su hacedor.
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