La localidad de Tambores, en Tacuarembó, fue elegida para instalar el proyecto Tambor Green Hydrogen Hub, de una empresa alemana que busca cumplir con sus objetivos de descarbonización a través de la fabricación de hidrógeno verde. Sin embargo, las consecuencias que podría sufrir Tambores con una planta de este porte preocupan a vecinos y organizaciones civiles que luchan en pro de los recursos naturales.
En las últimas horas, en el marco de la realización de la cumbre climática Cop28 de la ONU, unos 117 gobiernos se comprometieron a triplicar la capacidad mundial de las energías renovables para 2030 como vía para reducir la proporción de combustibles fósiles en la producción mundial de energía. Esto fue parte de una serie de anuncios vinculados a acciones para descarbonizar el sector energético.
Este compromiso fue liderado por la Unión Europea, Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos, y algunos países como Australia, Brasil, Canadá, Chile, Nigeria y Japón respaldaron este compromiso. No es posible negar una realidad en este sentido, y es que los costos de producir energía solar y eólica viene en aumento en el mundo, lo que es tomado como una gran limitación para algunos proyectos, por lo que se retrasan o cancelan.
Un lugar en el mundo que es visto con buenos ojos para que una industria alemana cumpla con sus objetivos de descarbonización a través la instalación de una planta de hidrógeno verde y metanol es Tambores, Tacuarembó. En el número 205 de nuestro semanario, de 26 de julio de 2023, se relató la historia de esta localidad y la preocupación vecinal por la instalación del Proyecto Tambor (Tambor Green Hydrogen Hub).
Esto da cuenta de dos cosas: por un lado, los países que son potencias mundiales se comprometen a generar cambios para 2030 y 2050 en una cumbre como la COP28, y por otro, para lograrlo y reducir costos, eligen sitios del mundo en donde obtengan fuentes de energías limpias, como el agua dulce subterránea del acuífero Guaraní, y “minimizan las consecuencias que provocarían con una planta con un porte como la del proyecto Tambor”, según se dijo en la nota anterior.
Cabe recordar que además del agua subterránea se aprovecharía la capacidad de irradiación solar y los recursos eólicos de la zona en la que viven menos de dos mil personas. El proyecto implicará la producción de setenta mil toneladas de metanol y para eso deberá triplicar el consumo de agua del pueblo, en una zona de recarga del acuífero, que si no se repone rápidamente podría ocasionar una gran crisis hídrica.
Dos vecinas del lugar pertenecientes al grupo Agua es Vida, Lorena Soares de Lima y Laura Villalba, son fieles participantes de las reuniones organizadas por vecinos de zonas aledañas y académicos de la Universidad de la República con el fin de informar a la población de los costos de contar con una planta como la del proyecto en la zona. Ambas relataron a La Mañana su visión de lo que sucede y en qué estado se encuentra el proceso de la empresa alamana.
Falsas esperanzas
Lorena Soares en la bibliotecóloga municipal de Tambores y hace 58 años que vive en la localidad. Ha participado de todas las instancias de reuniones y afirmó que en las primeras había más gente. Comentó que algunas personas van en representación de asociaciones civiles para el medioambiente y otras van por su cuenta, como vecinos que tienen interés por saber de qué se trata la planta.
“Como coterránea, a nosotros la planta no nos beneficia, y nos parece que lo más acertado es que la empresa tome el agua de Alemania, de algún océano cercano y la potabilice, no nos parece justo que nos quiten nuestra agua dulce”, compartió Soares. También indicó que el país europeo es el segundo que más perjudica al ambiente debido a sus emisiones de gases, “por eso buscan alternativas afuera”.
En un principio se dijo que la planta era una oportunidad laboral para los pobladores de la zona, ya que se les daría trabajo a unas doscientas personas que serían contratadas para la obra inicial. “Pero cuando se termine esa etapa de dos años, el trabajo se terminará, el manejo de la empresa lo hará personal capacitado, especialistas en el tema. Además, no se van a quedar a vivir en Tambores porque no tenemos infraestructura para eso”, aclaró la entrevistada y reafirmó que la mayoría del personal será capacitado y viajará diariamente, incluso la empresa notificó que se transportarán 38 ómnibus por día con trabajadores.
Soares expresó que le inquieta que las personas de Tambores crean que el proyecto será algo bueno para la localidad. “Les dijeron que habrá trabajo o que llegará población nueva y comprarán en los comercios de la zona, pero no tenemos ni una estación de servicio, ni farmacia. Solo nos quitarán, no nos brindarán nada”, aseguró.
“A nosotros no nos beneficia, tal vez sí a los dueños de los campos donde instalarán molinos para la energía eólica, porque les pagarán bastante bien. En lo que respecta al acuífero demorará muchísimo en reponerse el agua, unos veinte o treinta años, mientras que ellos la sacan en segundos”, detalló.
Soares opinó que la empresa alemana está en busca de compensar “toda la contaminación que generó”, pero “lo hacen a cuestas de otro país”. En ese sentido, indicó que “lo más razonable sería que lo hagan en su país, potabilizando sus aguas”.
Contradicciones e incertidumbre
Laura Villalba, por su parte, vive en una zona aledaña a Tambores y entiende que esas áreas también se verán afectadas. “Sin duda que el hidrógeno verde es mucho mejor que los combustibles fósiles, para brindar alguna solución al problema del cambio climático es preciso utilizar agua, pero ellos están dispuestos a usar la dulce y potable, porque no quieren hacer más inversión. Y en este caso lo quieren hacer con nuestras aguas subterráneas”, expuso.
Sostuvo que el problema es la forma de producción, ya que para producir hidrógeno verde se necesita mucha energía limpia, como viento, agua, sol, “pero para eso son precisos componentes que para fabricar la energía emiten mucho carbono igualmente. Además, hasta ahora, no hay grandes soluciones a los generadores eólicos o paneles solares, aún no son reutilizables”, dijo Villalba.
A su vez, sostuvo la entrevistada, no se producirá hidrógeno verde directamente sino metanol, a través de juntar hidrógeno con carbono. Entonces, entiende, tampoco se reducirá el carbono de la atmósfera, “porque además hay que sumarle que seguirán usando combustibles fósiles con el traslado de las sustancias. El metanol es muy tóxico, genera problemas de salud importantes. Es un riesgo”, puntualizó.
Villalba aseguró que el hidrógeno verde parece más conveniente que los fósiles, pero que “el proceso de la planta es engañoso” porque, en síntesis, “se va a usar el carbono que se emite con la quema de combustibles fósiles y, por otro lado, usa estos combustibles para traslado y almacenamiento. Esto se suma a que utilizarán un bien común que es necesario cuidar”, reflexionó.
Recientemente se han realizado campañas de concientización sobre el uso de agua para riego o lavados, “¿cómo van a permitir que se utilicen las aguas subterráneas para un proyecto de esta magnitud y en el medio dialogar sobre los problemas del cambio climático y sugerirnos que reservemos agua?”, se cuestionó.
Pensar en comunidad
Villalba opinó que, a veces, es necesario analizar los problemas o situaciones que tienen que ver con los bienes desde una perspectiva comunitario y no únicamente individual. “Es muy difícil separarse del enfoque de cada uno, pero deberíamos hacer el esfuerzo porque cuando pasan estas cosas uno siempre tiende a contemplar lo político-partidario, y no piensa en la vida de todos los seres vivos y el entorno. Ojalá podamos seguir discutiendo sobre esto y construyendo espacios para reflexionar desde un lugar común”.
En el último taller realizado, en el mes de octubre, se elaboraron materiales informativos para brindar a la comunidad, una de las personas que más necesidad tenía de contar con este tipo de productos informativos era Soares, ya que muchas de las personas que se acercan a la biblioteca consultan sobre el proyecto.
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