Una extensa nota en la edición de este semanario del 6 de diciembre pasado resalta el éxito de la jornada de recolección de firmas por una deuda justa.
Es cierto, lo fue. Y me consta, porque me tocó aportar mi granito de arena. Pese a que el día no se presentó muy propicio para actividades al aire libre, se obtuvo un buen resultado. Por cierto, que no puede tomarse como la culminación de un proceso, sino como un punto de partida.
Una de las experiencias que pude recoger y que, humildemente, pienso que puede ser de utilidad es que, en algún caso, se nos reprochó la poca presencia en la calle. Es por eso que esta iniciativa, en mi opinión, debería continuarse promoviendo la militancia en forma activa. Es cierto que no disponemos de la estructura ni de los recursos que, por ejemplo, puede disponer la central sindical, ya sea con personal rentado con dineros propios o con integrantes de esa corte de sindicalistas que se jubilan sin trabajar, y que, mal que nos pese, los pagamos entre todos los orientales.
Pero creo que hay fuerzas que nos obligan. La primera es la nobleza del objetivo. ¿Quién puede estar a favor de la usura?
Pese a que, y tal vez, porque estábamos operando en una zona no especialmente propicia, nos encontramos con personas que no se interesaban en lo que ofrecíamos. El día no ayudó y la mayoría de los transeúntes estaban haciendo ejercicio, con los auriculares ocupando sus oídos en otros sonidos. Esos seguían corriendo o caminando. Ni siquiera sabían lo que decíamos y negaban con la cabeza. Sin embargo, conseguimos que otros se detuvieran y aceptaran gustosos suscribir la propuesta.
Porque, después de todo, el que no está contra la usura, está a favor. Y son los menos.
Prudencio Plá
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