La situación que atraviesa actualmente el rubro ovino es terriblemente crítica. En su dimensión más típica, la de la lana, el fruto de la gran mayoría de sus razas ni siquiera es levantado de los establecimientos agropecuarios. Y, cuando sí lo es, se hace mediante pagos de cifras irrisorias que no logran cubrir los costos de la esquila. Las lanas medias y gruesas oscilan en el precio de medio dólar por kilo, a lo cual, teniendo en cuenta que el costo de esquila por animal adulto está en el eje de los dos dólares, no se cubren los gastos.
Es recurrente la imagen en el interior profundo de productores que contienen en sus galpones dos, tres y hasta cuatro zafras de esquilas, pues escasísima o nula es la avidez por adquirir lanas medias o gruesas.
Las lanas de estas razas son las que proveen la mejor carne ovina. Pero sus subproductos cárnicos también padecen la circunstancia de poca demanda de exportación, dentro de un escenario de muy pocas plantas de faena en el territorio nacional. El consumo interno masivo parece no aprovechar el tren de los bajos precios para aumentar la demanda. Este año hubo algún cambio de firma de una histórica planta de faena, pero la continuidad o no del mismo giro empresarial suma un ingrediente más a la incertidumbre generalizada.
Hacer los deberes
Abismalmente lejos de tener los subsidios de las pasteras de papel ni de la atención personalizada que logran los reproches de una multinacional de música por streaming, el rubro ovino, aun con caída de su stock, es generador de trabajo y (quizás más importante) promotor como pocos de la cultura del trabajo. Una majada prolija es sinónimo de dedicación y laboriosidad, por sus propias necesidades de mantenimiento sanitario, podas, desoje, descascarreo, etcétera.
Ante el complejísimo panorama (que no lo logra dulcificar los augurios y pronósticos de eventuales mejores mañanas), es imperioso generar políticas proactivas en pos de buscar salidas al rubro. Una de ellas, amén de la enmienda sancionada en Cámara de Senadores ayer, es que el Poder Ejecutivo reglamente lo previsto en el art. 6 de la Ley 20097, en cuanto a que se habilite plenamente la faena y venta directa de ovinos para consumo humano. Debe hacerse en consonancia con el espíritu de la norma legal, que habilita a los productores familiares a comercializar su propia producción, dentro de volúmenes razonables. Ante la inminencia de la llegada de las fiestas tradicionales, verdadera zafra de consumo de corderos, la reglamentación específica no admite más dilaciones.
Vale consignar que tan noble rubro, como pocos, es vector de arraigo de la familia en el medio rural. Si afincar la gente en el campo era un viejo designio artiguista, su actualización en este siglo XXI sería evitar el vaciamiento actual.
Es crucial tomar ya medidas para fomentar todo lo atinente a lo ovino en sus más variadas cadenas, pues de poco serviría el lamentarnos a la postre por la falta de acción estatal y en sinergia con la industria y el profuso sector social que se generó en torno a la oveja a través de décadas.
Resiliencia
Aun habiendo bajado su stock en forma considerable a lo que representaba en otras épocas, la cría de ovinos en Uruguay es desarrollada a lo largo y ancho de todo el país. Es básicamente un rubro secundario, cuando no terciario, en el mapa económico de la casi totalidad los productores.
Sin embargo, para quienes producen en predios de poca área, como usualmente lo es en zonas de los departamentos de Canelones y San José, donde generalmente los productores viven en el propio establecimiento, es medular otorgarles nuevas herramientas para defender la continuidad del rubro ovino frente a las reconocidas vicisitudes económicas que les toca atravesar.
Coincide con esta situación problemática el conocido “atraso cambiario” o “inflación en dólares” que hace que los ingresos pierdan capacidad de compra. Tal afectación a la competitividad de todos los sectores de la agropecuaria, obviamente, no escapa al rubro ovino.
Lenta, pero inexorablemente el rubro ovino viene agonizando como tal. La oveja debe seguir siendo una oportunidad y no un problema para los productores. Para mantener la escasa población rural, el rubro ovino juega un papel singular. No perdamos otro año más en tirarle un salvavidas. Que el Gobierno cumpla con reglamentar la ley vigente, que fue votada con amplias mayorías y su idea emergió del seno de la coalición republicana en su representación legislativa.
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