El signo de la vida, el signo del respeto por la vida, del amor por la vida, el signo de hacer crecer la vida… es el signo de la presencia de Dios en nuestras comunidades y también el signo de la presencia de Dios que hace madurar a un pueblo cuando hay ancianos. Esto es hermoso: ‘Se sentarán todavía en las plazas de Jerusalén, cada uno con el bastón en la mano, debido a su longevidad’, es una señal. Y muchos niños, también –usa una hermosa expresión– ‘se moverán como hormigas’. ¡Muchos! La abundancia de la vejez y la infancia. Es la señal, cuando un pueblo se preocupa por los ancianos y los niños, los tiene como su tesoro, es signo de la presencia de Dios, es la promesa de un futuro.
Papa Francisco
Nuestra sociedad se fragmenta cada vez más, no solo por los problemas económicos y sociales que nos distancian a unos de otros, estableciendo fronteras invisibles en barrios y ciudades, sino también por otros factores de orden cultural que hacen que cada vez haya más personas en una situación de soledad no deseada. De hecho, esta realidad ha venido llamando la atención de algunas organizaciones, como la Fundación Astur y la Iglesia Católica, que buscan concientizar sobre este problema.
Según la Fundación Astur, la soledad no deseada se ha convertido en uno de los problemas más importantes de las sociedades actuales y afecta a toda la población, pero principalmente a los adultos mayores. De hecho, el pasado 31 de octubre La Mañana se hizo presente en el seminario internacional Soledad no deseada, una mirada iberoamericana a la pandemia silenciosa realizado en la Sala Picasso del Radisson Victoria Plaza, donde se reunieron expositores internacionales calificados y expertos en el tema. En esa instancia, la doctora en Ciencias Sociales Sandra Sande brindó algunos datos sobre personas mayores en Uruguay y destacó que el 34,22 por ciento de ellos vive solo.
Sin embargo, aunque se señale a la pandemia como una de las causas responsables de este aumento de la soledad, es obvio que tras este problema hay un cambio de valores que suele privilegiar el bienestar del individuo por encima de todas las cosas. Y en ese sentido es fácil ver cómo en las sociedades occidentales u occidentalizadas la noción de familia se ha ido disolviendo. Pero, además, se fue perdiendo el contacto intergeneracional, tan importante y enriquecedor en tiempos pasados, entre ancianos y jóvenes. De hecho, estos dos segmentos de la sociedad son los más afectados por esta problemática.
Por eso, nos parece fundamental tomar conciencia en esta Navidad de los valores profundos que están presentes en esta festividad cristiana que perdura desde hace ya más de dos mil años. Porque nadie puede negar que a la luz de la historia, la llegada de Cristo marcó un cambio de época. No solo por el nacimiento de una nueva religión, el cristianismo, sino porque fue la piedra fundamental de un cambio de sensibilidad en la humanidad entera, en el que el amor comenzó a ocupar un lugar esencial como lazo de cohesión social.
Así, etimológicamente, la palabra Navidad viene del latín Nativitas, que significa: nacimiento, o sea el nacimiento de Jesús. Y en un sentido más hondo, podemos pensar aquello de lo que hablaba Hanna Arendt cuando consideraba que el nacimiento era el único milagro del que somos capaces los humanos. En esa medida, la Navidad es el nacimiento de una nueva etapa, al mismo tiempo que de una nueva vida. Y en esa línea la filósofa alemana reivindicaba el concepto de amor de San Agustín cuando expresaba: “El hecho decisivo, definitorio del hombre como ser consciente, como ser que recuerda, es el nacimiento o la natalidad, o sea, el hecho de que hemos entrado al mundo por el nacimiento”.
Entonces, cabe decir que cada 25 de diciembre no solo nos permite revivir el milagro de estar vivos y festejar la vida de la conciencia y la humildad, sino también nos otorga la posibilidad del reencuentro con el prójimo, la posibilidad dejar de lado nuestras diferencias y darle el valor que merece a aquello que tenemos en común. Porque por sobre todo las cosas esta fecha implica la posibilidad de renovar nuestra fe y nuestro amor.
Por eso, a nuestros lectores, colaboradores, amigos y quienes apoyan semana a semana esta publicación les deseamos por parte de todo el equipo de La Mañana una muy feliz Navidad.
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