El pasado 3 de enero se cumplieron tres años de la muerte de la escritora Elena Santiago, cuya obra ocupa un destacado lugar en la narrativa española contemporánea. Merecedora de importantes premios literarios, es autora de quince novelas y numerosos cuentos, en los que la realidad coexiste con lo poético y los personajes viven y sueñan las experiencias más importantes de la condición humana.
Un camino lleno de historias
Nació con el nombre de Elena Fernández Gómez en el pueblo de Veguellina de Órbigo, perteneciente a la provincia de León, en donde su padre fue médico titular durante varias décadas. Su madre era muy lectora y la indujo a la lectura de los clásicos, al tiempo que la motivó a escribir. Cursó en su pueblo natal sus primeros años del ciclo escolar, proseguido en la capital leonesa, en donde completó estudios de Magisterio.
Su traslado a Madrid, y ya en su adolescencia, afianzó su formación en Letras, que coexistía con estudios de piano, idiomas, y pintura. Publicó sus primeros cuentos en revistas literarias y escribir fue imponiéndose como su vocación principal. Sus primeras novelas fueron La oscuridad somos nosotros (1976), Ácidos días (1979). La primera de ellas laureada con el Premio Ciudad de Irún, la segunda con el Premio Novelas y Cuentos.
Vendrían varias novelas más, consecuentemente premiadas: Gente oscura (1980), Premio Miguel Delibes; Una mujer malva (1981), Premio Ciudad de Barbastro; Manuela y el mundo (1983), Premio Felipe Trigo; y Alguien sube (1985), Premio Ateneo de Valladolid.
Si bien continuó cultivando el género novela con nueve títulos más, también escribió libros de cuentos, como Lo tuyo soy yo (2004) y volúmenes que reúnen los primeros premiados, escritos en sus inicios, como Relatos con lluvia y otros cuentos (1986).
En la narrativa de Elena Santiago está muy presente la poesía, y casi podría decirse que gran parte de sus narraciones se acercan mucho a la prosa poética, pero la autora también recurrió al lenguaje poético en forma explícita, con libros de poemas como No estás, publicado en 2001.
También es de destacar su amplia producción en literatura infantil, cuyo ejemplo más reciente es el libro Mat y Pat. Vuelos de niños (2018), que tiene ilustraciones de Marta Arévalo.
Ya en su madurez, Elena Santiago recibió premios al conjunto de su obra, como el Rosa Chacel en 1998 y el Premio a la Trayectoria Literaria concedido por la Diputación de Valladolid en 2001 y el Premio Castilla y León de las Letras.
Su obra
Elena Santiago es una profunda conocedora de la naturaleza y del mundo rural, por lo que el paisaje y el campo, con sus aromas, especies vegetales, bondades e inclemencias, está a menudo presente en sus narraciones con el peso de un elemento casi protagónico. Esto se hace especialmente patente en algunas de sus novelas como Asomada al invierno (2001) y Nunca el olvido (2015), de la que recordamos los reiterados, casi obsesivos, paseos de los protagonistas por el bosque.
El tono intimista, el misterio, la ternura y la dureza de la existencia confluyen en el mundo en que se mueven sus personajes, a menudo sacudidos por las dos experiencias más importantes de la condición humana, como son el amor y la muerte.
En sus narraciones abundan hechos inexplicables, signos, indicios, que se sitúan en la constante y difusa frontera entre lo imaginado y lo real.
En su última novela, Los delirios de Andrea (2019), Elena Santiago asume un riesgo no menor, como es construir un mundo de ficción a partir de otro, y lo hace nada menos que con una obra consagrada en la literatura universal, porque Andrea, la protagonista, es una jovencita que vive en la Mancha en tiempos de Don Quijote.
Una ficción inspirada en otra exige ciertos logros, tanto más difíciles cuanto más perfecta sea la obra inspiradora. Elena Santiago ha sido capaz de sortear esas dificultades con maestría, no solo por el uso de un lenguaje acorde con el mundo en que transcurre la gran novela de Cervantes, sino por haber sido capaz de reproducir, con absoluta dignidad, una atmósfera afín en la que se mueven personajes potentes y creíbles.
Reconocimiento
Además de los premios literarios ya nombrados, Elena Santiago recibió especiales homenajes en su pueblo natal, Veguellina de Órbigo, del que en 2003 fue nombrada hija predilecta y en donde una plaza pública lleva su nombre.
En cuanto a la difusión de su obra, la autora reconoció en una entrevista que ha sido más estudiada en el extranjero que en España, y puso por ejemplo la tesis de la prestigiosa catedrática francesa Muriel Taján, un enjundioso trabajo de novecientas páginas sobre todos sus libros.
Pese a todo, si bien entendemos que la obra de Elena Santiago, por su temática y carácter intimista, nunca estuvo destinada a grandes masas de lectores, sin duda merece una mayor difusión. Los grandes medios de comunicación, en gran parte responsables de esta carencia, se rigen por parámetros entre los que la calidad literaria, en el mejor de los casos, es solo una de las variables para tener en cuenta para satisfacer a una sociedad en gran parte hedonista, que trata de eludir temas existenciales o medianamente profundos.
De todos modos, la obra de Elena Santiago, por su demostrada calidad, podrá esperar tiempos que le sean más propicios, pero nunca el olvido.
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