El fútbol tiene una forma especial de computar sus triunfos. Por ejemplo, en boxeo el campeón es el campeón y los anteriores ya no lo son.
Incluso aunque un boxeador ponga en juego varias veces su corona y gane, no se considera que ganó otro título sino que revalida el que ya tenía. Siempre habrá quienes lleven estadísticas y tomen en cuenta cuántas veces puso su corona en juego y otros pondrán más énfasis en la cantidad de tiempo que esa corona estuvo en su cabeza. Pero no se acumulan trofeos.
Son formas de medir lo logrado que sirven para compararse con los demás e intentar poner en su justo término lo sucedido.
En el fútbol cada campeonato empieza de cero, incluso algunos, en especial los que perdieron, consideran que al empezar una nueva competencia ya no hay campeón hasta que la misma finalice. En cambio, lo logrado en forma de trofeo queda para siempre en la vitrina, se transforma en algunos casos en estrellas en la camiseta o en la bandera, dependiendo de los reglamentos vigentes.
¿Por qué todo esto? Es que mientras usted lee estas líneas seguramente Uruguay ya habrá debutado en el Preolímpico de fútbol en la lucha por uno de los únicos dos cupos para los Juegos Olímpicos de París 2024.
El hincha, sabedor de que todo suma, le gusta ganar siempre, pero también disfruta al exponer ante sus rivales su historia, si es que la tiene.
Uruguay está enclavado en un barrio interesante. Por un lado, es una zona repleta de copas, futbolistas extraordinarios y hazañas inigualables. Por el otro, si hay dos cupos nada más, se trata de un trompo para tres nenes y ¡qué nenes!
Argentina, Brasil y Uruguay todo lo han ganado. Pero hay variables y cada uno cuenta la historia como le queda mejor. Argentina es el actual campeón de América y del Mundo. Además ha ganado tres mundiales en los tiempos modernos, por lo que muchos de sus hinchas la vieron ganar en 1978, 1986 y obviamente 2022. Durante años fue apenas “campeón moral” mientras sus rivales de siempre se mofaban.
Brasil es el que más mundiales ganó, domina el continente en materia de clubes, pero vive la angustia de haber desaparecido de las finales del mundo desde 2002 y carga con la mochila de los siete goles de su mundial ante Alemania y la Copa América que le ganó Argentina en Maracaná. Igual es el único pentacampeón y deja siempre la sensación de que si se enoja y juega en serio va a ganar.
Por su parte, Uruguay nació grande a pesar de ser pequeño. Nuestra escasa población se agiganta cuando miramos el mapa y vemos a nuestros vecinos. Sin embargo, hemos ganado todo, nuestra camiseta celeste tiene cuatro estrellas mundiales y nadie ganó más copas América que nosotros. Lo negativo es que la última copa del mundo fue en el lejano 1950, aunque hayamos conquistado la del sub-20 actual.
El tema es que arranca un nuevo torneo y otra vez nos metemos la presión. Hay que lograr uno de esos dos cupos a como dé lugar, y sobre todo porque se trata de Juegos Olímpicos y se cumplen cien años de Colombes.
Sin saber cómo va a terminar la historia, me interesa dejar impreso en esta página mi opinión para ubicar las cosas en su verdadero lugar. Primero y clave: nada tiene que ver la lucha por la medalla de oro en fútbol en los juegos olímpicos actuales con lo sucedido hace cien años.
Repasemos la verdadera historia. FIFA nace en 1904 con el gran objetivo de organizar un campeonato mundial. Eran tiempos sin aviones ni celulares, por lo que todo era lento. Llegaría 1914 y la Primera Guerra Mundial (por entonces llamada “La Gran Guerra”), con lo que esos sueños quedarían postergados. Eso llevó a que en un congreso realizado en Oslo (por entonces Cristanía) en ese mismo año y a iniciativa del presidente de la Federación Francesa de Futbol, sir Jules Rimet, se decretara en FIFA que “hasta que no pueda organizarse un campeonato mundial propio, se reconocerá como campeón mundial a la selección ganadora del torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos, siempre y cuando sea regido por la FIFA”. El detalle clave además es que Jules Rimet terminó siendo el presidente de FIFA más emblemático.
Si bien hubo fútbol en los Juegos entre 1900 y 1912 y luego de la guerra en Amberes 1920, fue recién en París 1924 y Ámsterdam 1928 cuando el fútbol fue organizado por FIFA, cumpliendo con lo dispuesto en el congreso de Oslo.
Al nacer la Copa del Mundo en 1930 en Montevideo, ya nada fue igual en cuanto al balompié bajo la égida del Comité Olímpico Internacional. En Los Ángeles 1932 ni siquiera se disputó y recién volvió en Berlín 1936. Hasta Moscú 1980 el fútbol fue amateur con el detalle no menor de que los países comunistas consideraban amateur a lo que en occidente se consideraba claramente profesional.
En los Los Ángeles 1984 y Seúl 1988 se autorizó profesionales por primera vez, pero con la condición de que fuesen selecciones sub-23. Esto es porque siempre fue tirante la relación entre FIFA y el COI, por lo que de esa manera los juegos podían levantar en algo el nivel del torneo de fútbol, pero la FIFA se aseguraba que no harían un mundial paralelo y que occidente competiría en igualdad de condiciones en cuanto a la participación de profesionales.
En Barcelona 1992 se le agregó la posibilidad de agregar tres futbolistas mayores. Es así como, cuando Uruguay clasificó a Londres 2012, los elegidos por Tabárez fueron Suárez, Cavani y Arévalo Ríos.
De cualquier manera es clarísimo que aunque Uruguay tuviese el honor de ganar la medalla de oro olímpica en París 2024 nada será igual. Será un campeonato sub-23, con tres mayores, pero sin obligación FIFA de ceder futbolistas, por lo que no mostrará de ninguna manera el nivel real de los seleccionados que participen.
Quiero hacer esa aclaración por dos razones. La primera es porque no me parecería justo comparar una victoria de segundo nivel con lo logrado por los héroes de Colombes y Ámsterdam, que fueron verdaderamente campeones mundiales.
En segundo lugar, porque aun una derrota tampoco significará nada importante y no deberíamos flagelarnos cuando no es comparable con las competencias FIFA oficiales.
Marcelo Bielsa pudo armar una selección con diez campeones mundiales sub-20 (no necesariamente los mejores) y siete jugadores repatriados (tampoco necesariamente los mejores). Le fueron negados muchos futbolistas, al igual que a Argentina y a Brasil.
La “pequeña” diferencia es la posibilidad de recambio ante las ausencias. Mientras Brasil tiene 210 millones de habitantes y Argentina casi cincuenta millones, nosotros no llegamos ni a tres millones y medio. Es cierto que tenemos una sorprendente capacidad de generar grandes futbolistas, pero también las tienen nuestros rivales directos, que son sin duda argentinos y brasileños.
Así que ahora preparémonos para vivir este Preolímpico, pero ubicándolo en su justa dimensión. Neymar fue campeón olímpico en Río 2016 y Messi lo había sido en Pekín 2008. Ninguno de ellos ganó en ese momento el equivalente a lo que ganó Héctor Scarone en 1924 y 1928. Es que la época de la “celeste olímpica”, como ya explicamos, valía como mundiales, ahora no.
Además no le pediré a mi amigo Marcelo Bielsa nada parecido a lo logrado por él mismo ante Brasil y Argentina en las recientes fechas de eliminatorias o por Marcelo Broli en el mundial sub-20. Allí sí teníamos lo mejor, nuestros rivales también, y fuimos mejores.
Que conste en actas. Pero si ganamos el oro (después de clasificar) y me ven subirme al carro, háganme recordar que el verdadero objetivo es el Mundial de 2026, del que dicho sea de paso seremos grandes candidatos.
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