No por tener lamentablemente una repetida aparición, la tragedia de los hogares inundados deja de causar un fuerte efecto en quienes tenemos la fortuna de vivir confortablemente alejados del flagelo de la crecida de los ríos. Imaginar siquiera el nivel del agua adentrándose en nuestra casa violentando pertenencias, contaminándolo todo como un agresor implacable e indetenible es ciertamente aterrador.
Pero, ¿es suficiente la empatía? Ver las imágenes en las noticias y sentir el dolor ajeno en carne propia si no remueve la pasividad para transformarse en acción no deja de ser un falso consuelo que roza con la hipocresía. Buscar una solución de fondo la cual hace ya largo tiempo debió ser implementada no sirve ahora de nada. Ya pasó el tiempo de planificación y reordenamiento en serio, ahora es la urgencia.
En esto no hay ayudas pequeñas ni grandes benefactores, toda acción efectuada en la dirección de atenuar esta emergencia es necesaria. Desde quien dona una prenda hasta la ayuda estatal es invaluable para los compatriotas en desgracia. Estos son los motivos verdaderos de unión entre Orientales. Desaparece por fin toda división fortuita o rivalidad para ser uno sólo en favor de los más desprotegidos ante la adversidad. Nadie pregunta historias ni preferencias. A nadie importa el color, credo, ni siquiera si se es honesto o cómo ha obrado en su conducta, sólo importa ayudar. He visto al humilde traer una frazada, al Estado a través de las Intendencias y otras reparticiones ofrecer toda la ayuda posible.
Los últimos que suelen ser en estos casos los primeros, el Ejército Nacional, son quienes entran en contacto directo con los más afectados que esperan su asistencia invaluable en el momento crucial y la reciben también durante su exilio a zonas más seguras. Ejemplo de entrega si los hay de quienes no tienen voz y son tantas veces marginados. Sin embargo, después de tantas situaciones concretas y tantos testimonios de evacuados continúan sin protagonismos personales con el cumplimiento de su misión.
El vecino es de ayuda fundamental con un bote, una comida y hasta su casa donde en muchos casos reciben a aquellos que ya no cuentan con la propia. En el mismo momento se organizan ciudadanos desde las redes sociales combinando un sinfín de movimientos para ir a buscar donaciones, reunirlas en algún punto y alcanzarlas a los damnificados. Se suman decenas en cada caso, salen de su comodidad y se involucran de distintas maneras y todas contribuyen. Es cuando la verdadera dimensión práctica de las redes como herramienta de ayuda queda en evidencia y así atinamos a utilizarlas.
Respuestas aparecen al llamado de solidaridad, nunca más adecuada esta palabra, nunca más necesaria esta acción por parte de la gente. Nadie se arroga la autoría de iniciativas de ayuda ni tampoco el rédito de darla porque el único que importa es el necesitado. Pero los ríos siguen creciendo, las lluvias no paran y el día del regreso es incierto. El frío arremete y cala en los que claman por la paz del clima, pero no pueden esperar más tiempo por abrigo. Son cientos, miles y muchos ancianos y muchos son niños. Todos nos duelen, por todos nos unimos y a cada uno le debemos tender la mano porque como pueblo somos nosotros mismos.
Fuera de su hogar y sufriendo las carencias obvias sólo piensan en la tregua que les permita volver a su lugar, sabedores de que ya no estará igual, el agua hace estragos y muy poco se salva de su invasión. Secar, limpiar, desinfectar es tarea que llevará varios días después, pero recuperar los bienes arruinados no será posible en lo inmediato. Por eso la ayuda debe continuar, la solidaridad irá más allá de la reinstalación en sus hogares.
¿Hasta cuándo? ¿en qué día puede ser la siguiente lluvia, el siguiente desborde del río? ¿cómo se puede vivir con esa amenaza permanente? ¿pero qué nos ha pasado? Nuestra idiosincrasia nos conduce a descansarnos en que el regreso de las aguas a sus niveles equivale a la solución del problema cuando lo que se resuelve es la emergencia inmediata. ¿Cómo es posible que no exista previsión? ¿no seremos capaces como sociedad de entre todos buscar la manera de evitar esta tragedia?
No me resigno a la impotencia de ver año tras año el sufrimiento de miles de compatriotas que están destinados a vivir en tal riesgo permanente. Apelo a la voluntad y sabiduría de quienes deben contribuir con soluciones a largo plazo en lo habitacional pero también a la responsabilidad en caso de que la causal de la cada vez más corta periodicidad de este infortunio, sea producida por acción u omisión de los hombres.