Podría decirse que su recorrido es similar al de muchas familias uruguayas, cuyos ancestros arribaron desde tierras lejanas con técnicas distintas, sueños comunes y alguna que otra herramienta en el bagaje. Lentamente se abrieron paso, colaborando con el desarrollo productivo de un Uruguay que recién nacía y pintando de nuevos matices la pradera.
La mitad del siglo XIX se abría paso. Eran tiempos agitados en la vieja Europa, de aquellos donde soplaban vientos de cambios y nuevas oportunidades florecían. Fue en una de esas ráfagas ventosas donde un ciudadano alemán –casado con una inglesa- compró unas hectáreas de tierra estribadas a miles de kilómetros al sur, en América. Lo hizo sin conocerlas, tal vez simplemente movido por los hilos del instinto, y fue allí hacia donde envió a su hijo Reginald Booth con el fin de que las administrara y se volvieran provechosas.
Pero Don Reginaldo –como luego fue recordado en la campaña oriental- poco sabía de cuestiones de haciendas. Apasionado por la música –se decía que poseía un talento innato para ella- era un caballero que debió hacerse un hombre de campo en el camino. Primero lo recibió Mendoza, en Argentina, luego lo que más adelante sería la zona Conchillas, en el departamento de Colonia, donde su nieta Jacqueline Booth trabaja actualmente llevando adelante la experiencia acumulada y su evolución.
En su comienzo, el inglés no estuvo sólo en este sendero. Esencial fue la ayuda recibida por un alemán que colaboró con él en la cría de Hereford y Shorthorn en un primer momento, y en 1868 comenzó a practicar la ovinocultura tras el ingreso de una majada de la raza Negrette a las costas del río San Juan. El clima y la tierra fértil se hacían ideales para la fabricación de vino, y fue por esto que llegó también un italiano que se encargó de la bodega.
Jacqueline: “mi oficio es el hacer”
Mas el tiempo corrió y con él las nuevas generaciones se involucraron en el negocio familiar. Jacqueline se consideró una afortunada cuando llegó su turno. Gran enamorada de los caballos, heredó equinos de carrera. Sin embargo, más que mirar, su oficio es el hacer, señaló en entrevista con La Mañana. Cuando las patadas de los cuadrillos comenzaron a pasar demasiado cerca, empezó a fascinarse por las ovejas.
Ya casada con su esposo Martin Norman –descendiente de escoceses- se dedicó a la cría de Boreray, pero la amistad de la familia con el ovinocultor holandés Enno Wenckebach -quien en el año 1972 introdujo la raza Texel desde su país natal- los impulsó a adentrarse en la cría de estos animales. Cuestión aparte fue la sorpresa de Jacqueline por la gran frecuencia en que estos ovinos parían mellizos y la cantidad de leche que poseían para alimentarse. Todo parecía indicar que incorporar a su producción esta raza sería provechoso. “Además, más del 90% de los concursos en el mundo es ganado por la raza Texel o su cruza. Eso nos entusiasmó más”, recordó.
Actualmente, la lana producida por los Texel en Estancia Chica -de entre 30 y 32 micras- es comercializada. Lo mismo sucede con la carne, que en el caso de esta raza es muy demandada. Asimismo, los Martin Booth han ganado concursos gracias a la genética de sus animales, actividad que complementan con ganado y agricultura.
Junto con los ovinos, el matrimonio se embriagó con los perros Border Collie, una raza de trabajo. La primera cachorra llegó de parte de una señora francesa y más tarde arribó su can compañero desde Escocia, desde donde llegarían más adelante nuevos ejemplares. De esta forma la familia incorporó a los Pedigree en el trabajo diario aunque, pensando en el bienestar animal, los canes fueron entrenados de forma tal de que el ganado y los ovinos son movilizados a la velocidad necesaria sin que generen estrés.
“Creo que en Uruguay tenemos Border Collie muy buenos para el trabajo. De hecho, una de las mejores sangres que tenemos en el mundo está aquí”, señaló al respecto Booth.
A pesar de que en la actualidad los gastos demandados durante el proceso de producción se hacen cuesta arriba, la clave de la actividad es no colocar todo en el mismo canasto sino, por el contrario, contar con varias líneas de negocio que permitan mantener un equilibrio.
Pero, el futuro, es siempre incierto. Si bien la mayoría de los hijos del matrimonio han trabajado en el campo junto a sus padres, es uno de ellos quien actualmente se encarga de la maquinaria y siembra.
“Para nosotros Estancia Chica, más que un negocio, es una forma de vivir”
Es que, para los Martin Booth, el diferencial que poseen con otras empresas familiares radica en el nivel de su involucramiento. En este sentido, Jacqueline destacó la importancia de cuidar a sus propios animales y vivir en el campo. “Para nosotros Estancia Chica, más que un negocio, es una forma de vivir. No nos vemos viviendo en otro lugar o realizando otra actividad”, confesó. La historia, las técnicas y las esperanzas que de generación a generación fueron sembradas y cosechadas parecen tener un rumbo claro.
“Cuando pienso en mi abuelo Reginald Booth inmediatamente se me remite a la mente la palabra gentil. Fue una persona muy querida por todo el mundo, un referente en la zona y en Uruguay”, comentó Jacqueline a La Mañana.
El origen de la raza Texel se remonta a las islas del Mar del Norte, sobre las costas holandesas. Las mismas fueron sometidas a un mejoramiento genético para mejorar la relación carne-hueso, así como también de su lana.
“Estancia Chica” se ubica en el Departamento de Colonia, en el paraje Los Cerros de San Juan a 20 km de Conchillas, equidistante poco más de 50 km tanto de Carmelo como de Colonia y a 240 km de Montevideo.
TE PUEDE INTERESAR