El diccionario de la Real Academia Española define al visionario como “una persona que se adelanta a su tiempo o tiene visión de futuro”, y determina que su antónimo o contrario es “realista”.
Al referirnos a Hugo Manini Ríos, a un año de su desaparición física, podemos afirmar con certeza que supo amalgamar ambos opuestos, sin declinar en sus principios, adaptando con pragmatismo sus valores a la realidad del momento, pero no perdiendo de vista nunca un futuro que vislumbraba con claridad de profeta.
Desde sus años jóvenes, aplicó en su hacer las enseñanzas del cristianismo que aprendió de sus mayores. No tuvo pausa en difundirlas, en contagiarlas por todos los medios a su alcance. Y entre esos medios, se encontró con La Mañana, el diario que había fundado su abuelo Pedro, que dirigía su tío Carlos y que presidía su padre Alberto.
En las épocas difíciles que vivía Uruguay con la agresión tupamara y la infiltración de la izquierda moscovita en la enseñanza, Hugo no compartía lo que consideraba una lucha demasiado débil de La Mañana por conservar la democracia en nuestro país. Profundo conocedor de la historia del mundo y sus movimientos ideológicos, vislumbraba un futuro negro al que exigía oponerse con mayor determinación en la posición editorial del diario.
Así, Hugo se acercaba a la redacción de La Mañana con artículos de opinión que no eran políticamente correctos para el momento, insistiendo con desigual suerte en que le fueran publicados, para lo que solamente contaba con el apoyo de su padre, con quien comulgaba ideas. Pero esa primera experiencia periodística le permitió, desde aquel entonces, valorar la importancia de un medio de prensa para difundir sus ideas al gran público.
Pasados los años, la situación económica del país motivó el cierre de numerosos diarios y semanarios, entre otros La Mañana, que había terminado en manos ajenas a la familia Manini Ríos al desaparecer los viejos periodistas que la habían hecho uno de los más respetados y difundidos órganos de prensa.
Si bien las nuevas generaciones de la familia Manini Ríos fueron tomando diferentes caminos, ajenos todos al periodismo, Hugo nunca se resignó a perder La Mañana. Buscó por cielo y tierra el archivo fotográfico que registró en fotos por más de sesenta años la historia de Uruguay, pero nunca pudo ubicarlo. Aún hoy no ha aparecido. Buscó también la colección encuadernada de los ejemplares de La Mañana con igual suerte: tampoco ella ha aparecido nunca, desconociéndose su destino.
¿Para qué quería Hugo esos archivos? Porque desde el mismo momento de su desaparición, había soñado con algún día volver a publicar esa reliquia familiar. Una utopía.
Pero como dijo alguien: ¿de qué sirven las utopías si nunca se van a alcanzar? Sirven porque en pos de su búsqueda se van concretando etapas que permiten acercarse a ella. Y una etapa fundamental en la búsqueda de Hugo se dio el día que en un remate judicial se ofreció al mejor postor el título de La Mañana, que ya nadie pretendía.
Aquel propósito que tuvo el joven visionario podría ahora convertirse en realidad. Pero ¿sacar un diario en esta época? Eso sí era una utopía. Sin embargo, pese al paso de los años, a su madurez, Hugo nunca dejó de tener el mismo espíritu emprendedor de su juventud. Por algo eligió junto al logotipo de La Mañana la frase de Rodó “Renovarse es vivir”. Y si bien publicar un diario es tarea poco realista en esta época, Hugo quemó otra etapa hacia la utopía, con la impresión en papel de La Mañana como semanario, mientras que como demostración de su permanente adaptación a las realidades, apoyado en las nuevas tecnologías, también creó la versión de La Mañana en la web.
Hoy Hugo ya no está, pero nos dejó su obra y él vive en ella. La Mañana aparece puntualmente en papel todos los miércoles y se encuentra también internet su versión actualizada día a día.
La tradición que identifica los nombres de La Mañana y Manini Ríos ha recobrado vigencia.
Aquel propósito de defender sus ideas frente a las propuestas colegialistas y ateas del batllismo, que fue el impulso que llevó al doctor Pedro Manini Ríos a fundar La Mañana en 1917, lo continuaron en el tiempo sus hijos Carlos y Alberto, y hoy han recobrado vida después de un largo silencio, en estas nuevas versiones de La Mañana que fundó y puso en marcha Hugo con el apoyo de su inseparable compañera de vida, Beatriz, y su hija Manuelita, que hoy se ha hecho cargo con notable éxito de este legado que recibió de su padre. Una tradición familiar que no muere, que se renueva generación a generación y que permite valorar la influencia que tendrá HIen el pensamiento, las ideas y los valores del gran público de nuestro país. Tal como lo imaginaba el joven Hugo en sus primeras apariciones en la redacción de la vieja La Mañana.
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