Con la visita del doctor Joseph Massey de Arkansas, se llevó a cabo en INIA Treinta y Tres el webinar sobre riego en arroz y soja. El riego permitirá generar alternativas al arroz cuando este tenga alguna dificultad o simplemente falte agua y se opte por otra producción menos demandante.
El jueves 21 de marzo se realizó en el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) Treinta y Tres la conferencia Riego en Arroz y Soja, que contó con la participación del doctor Joseph Massey (Arkansas, Estados Unidos) como conferencista, y las reflexiones del vicepresidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz (ACA), ingeniero agrónomo Guillermo O’Brien, y el productor ingeniero agrónomo Alfonso Guerrina.
En el marco de su exposición, titulada “Más arroz y soja con menos agua. La experiencia de Arkansas”, el Massey hizo una descripción de la producción de arroz en Estados Unidos y el estado de Arkansas, ubicado al sur del país.
Dijo que el arroz de Arkansas ha tenido “una evolución” alcanzando hoy un promedio de 8,4 toneladas por hectárea, con la soja como la “rotación más común”, representando el 66 por ciento. En Estados Unidos la producción total de soja es de 35 millones de hectáreas regadas y sin riego, de ese total Arkansas es el estado con más riego alcanzando un millón de hectáreas. El rendimiento promedio de la soja con y sin riego es de 3,5 toneladas.
Sistema de riego: politubos y uso de sensores
Massey explicó que el tipo de siembra consiste en una elevación que “mejora el drenaje y la germinación”, como se ve en la fotografía siguiente. Consiste en una especie de camellones con un ancho “que puede ser de 76 o 96 centímetro, con dos o una línea de siembra encima. La decisión corresponde al productor, pero una vez que se toma se deberá continuar porque la maquinaria ya estará adaptada a ese ancho de siembra”.
El sistema de riego más utilizado es de politubos, que puede tener una perforación en cada uno de los surcos o alternados y la definición de la perforación o su tamaño están dados por un software según el tipo de suelo y topografía.
El expositor agregó que algunos productores utilizan sensores de humedad en el suelo y los valores indicados en cada sensor están estudiados para poder determinar fácilmente cuándo se debe regar nuevamente, haciendo más eficiente el uso del agua.
Sobre el arroz, dijo que se utiliza lo que denominan “siembra en camellones”. No es un camellón típico, sino una elevación de entre siete y diez centímetros y sin taipas por tener cierta topografía elevada, y encima de esa misma estructura se puede hacer soja.
En las concusiones Massey subrayó que estamos en “una época de oro para el riego de arroz”, con “varias formas de regar y con mayor conocimiento” sobre cómo hacer cada uno de esos riegos. Consideró que es un cultivo que tiene un comportamiento “ejemplar”, y que “con un cambio se puede mejorar una reducción en el uso de agua como en las emisiones de metano”, causando un impacto positivo.
Luego de visitar establecimientos uruguayos, el especialista estadounidense valoró “la importancia de la nivelación para el drenaje, para después de eso pensar en el riego y el impacto que tiene sobre la uniformidad”.
“Debemos tener la capacidad de sacar el agua de la chacra y trasladarla fuera del sistema”, apunto.
Guillermo O’Brien: “El desafío es crecer en riego”
El ingeniero O’Brien destacó a los arroceros como “los mayores regantes en el país”. En Uruguay “hay dos millones de hectáreas con actitud agrícola, con riego 220 mil hectáreas, de la cuales el arroz riega 160 mil. La diferencia que es poca es lo que ha ido creciendo en riego Uruguay”.
Por tanto, “el desafío en el país es cómo hacer crecer esos otros riegos” y mitigar los desafíos que tienen los cultivos de secano. En Uruguay, “va a ser difícil que el riego crezca si debe invertir en pivot debido al monto que eso significa”, y en el sector arrocero que es el que más riega, “el setenta por ciento de los productores son arrendatarios, por lo que destinar cuatro mil dólares por hectárea en pivot no sería muy viable”.
Todo eso lleva que “nuestro desafío es crecer en riegos parecidos a los que planteó Massey”, pero debe “adecuarse a cada zona”, porque cada una tiene sus propias características.
O’Brien agregó que un pequeño grupo de productores del norte ha avanzado en el riego adaptado a esa zona del país. Primero se observó qué se hacía en otras zonas con surco y pendiente controlada para cuidar el suelo y regando soja y maíz.
Así esos productores norteños lograron sumar primero dos mil hectáreas y este año ya son tres mil, concluyendo que “productivamente es una herramienta válida con la que se puede producir soja y maíz” sin que el productor arrocero deba hacer mucha inversión porque tiene la tecnología en su chacra con la maquinaria que ya posee. “Eso permite complementar una empresa clásica arrocera y diversificar cuando el arroz tiene alguna dificultad; o ante poca captación de agua en la represa, porque lo que equivale al riego de una hectárea de arroz vale para tres o cuatro hectáreas de soja o maíz”.
Sobre el final de su exposición, el vicepresidente de ACA planteó que los gobiernos de turno deberán tener una política de Estado si lo que se quiere es impactar en la producción. Esa política va a ir de la mano de asegurar agua “en cantidades importantes”, lo que “se va a lograr si se mejoran las condiciones jurídicas que le den seguridad a la inversión grande”. Mejorando ese aspecto, “seguramente habrá productores que demanden para crecer”, concluyó.
Alfonso Guerrina: la experiencia en la zona baja y de poca pendiente
El ingeniero Guerrina es productor en una zona de campos bajos y de muy poca pendiente en el departamento de Treinta y Tres. En su participación resumió el proceso de mejora de drenaje realizado para combatir las deficiencias naturales de la chacra. Así en 2022 se realizó la primera geonivelación de 75 hectáreas, que resultó positivamente y llevó a armar un módulo de entre quinientas y seiscientas hectáreas niveladas.
En 2023 se destinaron 48 hectáreas a la siembra de soja bajo la modalidad de surco camellón, con el objetivo primero de drenar y luego regar. Esta experiencia “viene siendo muy buena y permite la posibilidad de rotar con pasturas, semillero y soja”. La geonivelación logró nivelar la pendiente y conformar un terreno más uniforme.
Cultivado el predio, el riego aplicado es de unos 720 metros cúbicos por hectárea a un costo de 160 dólares por hectárea, incluyendo la compra de agua a la represa, los politubos, el combustible para el bombeo y la mano de obra. Cabe precisar que en un segundo riego el costo se reduciría de forma importante a unos diez dólares, porque algunos componentes ya fueron adquiridos (por ejemplo, los politubos).
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