Emilia Zavaleta es escritora, licenciada en Relaciones Internacionales y creadora del proyecto Mulanas, dedicado a difundir a la vida y obras de mujeres latinoamericanas. Hija de una de las Trillizas de Oro, Emilia complementó el arte con la actividad de su padre polista, por la que recorrió el mundo y vivió rodeada de naturaleza. Casada y madre de tres chicos, cuenta su pasión por la historia, la literatura y como trasmitirlo a los niños tanto en el ámbito familiar como curricular. Compartimos un extracto del encuentro de La Mañana con Emilia en Buenos Aires.
Tu trabajo de divulgación de la historia y la literatura latinoamericana no solo es a través de tus talleres y la escritura. ¿Cómo asimilas esto en lo concreto del día a día?
A medida que voy investigando, la visión desde la academia me ayuda muchísimo a entender mejor lo que encuentro para poder transformarlo en algo ficticio, novelado, para hacer llegar la información de una manera más accesible para la gente a la que no le interesa leer algo muy académico. Y a medida que voy investigando, voy encontrando cosas que quiero conocer. Por ejemplo, estoy analizando la historia de la Patagonia y cómo se cruzan los tehuelches y los mapuches, con los gobernadores y hace poco hice algo de Malvinas, entonces me pregunté cómo eran las costumbres y de repente encontré un aro típico araucano o tehuelche y me parece hermoso, me gusta. Me parece que hay muchas joyas que usamos, que a veces no sabemos que tienen un poquito de esos diseños.
Ahora hay muchísimos emprendimientos que rescatan la vestimenta con pinturas naturales, con los diseños nativos, con diseños que fusionan, también incorporándolos. Como a la bombacha de campo, le das una vuelta de tuerca, le encontrás algún símbolo. Se va mezclando con un estilo que yo ya tenía y lo que va apareciendo y lo que voy encontrando. Uso mucho dos colores: verde y azul, porque hacen referencia a la tierra y al cielo, que son el pasado y el presente. Esa idea no es tan católica como que después de la muerte está el cielo, pero en realidad el cielo también fue este lugar, las estrellas, para todas las civilizaciones, entonces utilizo mucho el azul que es mi color preferido. Después, a eso le agrego ese pequeño detalle para que cuando estoy contando algo se pueda ver que de repente tengo una pulsera que tiene tal o cual diseño, o es una pulsera de jaguar o que la carterita está hecha de cuero y la compré en un viaje cuando fui a Perú… Cosas que me gusta poder mostrar para que la persona frente a mí pueda reconocer las conexiones.
¿Cómo transmitís esto en tus hijos? ¿Y cómo sugerirías llevarlo al plano educativo formal?
Básicamente, la piedra filosofal es la lectura, no importa cuál. Leer con ellos es mágico. Yo lo hago con mis niños. A veces les leo en inglés, a veces en español. Es increíble todo lo que les puede surgir, por más que uno como adulto se los lea, lo que les puede surgir, las preguntas que pueden llegar a hacer generan la charla, entonces una termina explicándoles, dentro de lo que cabe. Las charlas que tienen, los diálogos sobre Dios, son preguntas que yo no sabía cómo responder, pero terminás hablando de teología, filosofía y no podés crear cómo una mente tan chiquita pueda interpretar o tener sus propias conclusiones. Esa es la mejor manera, porque les está enseñando a tener capacidad de pensamiento crítico, de cuestionar, de que pregunten y eso es despertarles la curiosidad.
La más chiquita de todos tiene un cuento que le regalé que tiene que ver con un chasqui, que son esos mensajeros de Perú, que va con el quipu, lo que usaban para transmitir esos mensajes, porque son como códigos, como los códices mayas y aztecas. No le explico todo esto, pero de todas maneras ya lo va incorporando.
Además, aprovecho cada vez que paso por algún monumento. En Uruguay, donde todas las plazas tienen un monumento a Artigas, se cansaron de que les contara su vida. Y no solamente por los monumentos, por las rutas: Oribe, Lavalleja. Qué loco que las rutas principales llevan el nombre de Oribe y después Fructuoso Rivera, que eran medio enemigos… Es lindo porque hasta las rutas y las calles que transitamos están llenas de historia.
¿El interés cultural es algo que define tus viajes? ¿Acaso conocer toda América?
Si pudiese –aunque no hay que decir así porque siempre se puede–, sí. También la naturaleza, tengo muchas ganas de llevar a los chicos a ver las ballenas, por ejemplo, a Península Valdés. Pero si elijo un destino, sí, debe tener algo cultural. Todos tienen algo cultural. Hasta en Miami tenés un barrio latino, un lugar donde está lleno de murales y tratamos, en algún momento, de hacer esa visita, aunque sea un ratito.
Esto también se puede pensar como un ideal en la enseñanza curricular.
Efectivamente. He dado charlas en el colegio de los chicos para el Día de la Bandera, alguna vez, y una vez para el Día de la Soberanía, en noviembre, sobre los caudillos. Lo hice en las clases en que estaban mis hijos, claro, pero siempre fue un proyecto que me encantaría llevar a diferentes escuelas, en las que se haga un ciclo, por ejemplo, de fechas patrias o emblemáticas, como el 12 de Octubre, o el Día de la Tradición o de Malvinas. No puedo entender cómo los chicos no van al Museo de Malvinas, me parece increíble. Me encantaría poder llevarlos, porque ellos son nuestro futuro.
¿Cómo fue tu infancia?
Nací en Buenos Aires y viví hasta los cinco años en el campo, porque cuando mamá se casó, colgó los micrófonos y se fue a vivir con papá a Baradero. Entonces, tuve una primera infancia muy en el campo, entre caballos, vacas. Después, cuando papá decidió viajar para jugar al polo, empecé a viajar.
Como soy la mayor de las primas y los primos, entonces soy la que más viví –junto con mi prima, la artista, que murió– desde el principio cuando ellas volvieron a la televisión y todo esto de “la hija de la trilliza”. Es verdad que también, viajando mucho, no estaba todo el año en el colegio, pero un poco sufrí eso. Si se quiere en ese momento no estaba tan de moda el tema del bullying, pero era “la hija de”. Y yo era buena alumna, siempre tenía buenas notas, fui abanderada, me costaba integrarme en el grupo de acá. Entonces, no me gustaba ser “la hija de” por ese tema.
Pero en realidad yo disfrutaba de mamá, de mis tías y todo eso; fuera del ámbito escolar y social, no tenía ningún problema con eso. Haber vivido tanto afuera, ser la hija de un polista, en el ambiente donde estaba tenía también sus condimentos. Me dio toda esa posibilidad de vivir en otros lugares y empaparme de muchas culturas.
¿Dirías que por el lado de tu mamá te viene el tema de la música y lo artístico?
Sí, un poco para diferenciarme, con esto que estaba diciendo de ser “hija de”, que no me gustaba, era como que me tenía que diferenciar. Tenía que ir por el lado más intelectual. Sin embargo, después, cuando empecé con este proyecto empezó a salir, naturalmente, algo que a mí siempre me gustó: cantar, tocar la guitarra, interpretar, actuar. Pero era como que no me lo había permitido.
Con el proyecto Mulanas puede combinar las dos cosas, pude darle rienda suelta a la parte cultural y de investigación, que a mí me fascina, de la historia, de leer, con lo otro, que me sale porque lo mamé, que es el canto, la música, lo sensorial, lo artístico. Mi prima era artista y dejó un legado increíble, mi hermana es actriz y cantante, tengo otra prima actriz, entonces dejé que eso también me atravesara. Pude combinar todas esas partes.
¿En tu familia encontraste interlocutores para poder hablar de esto, alguien que sepa más, como ir a la fuente?
Cuando empecé con esto de investigar, me acerqué a mis abuelas. Mi abuela materna, que vive, es brillante, pero se dedicó toda su vida a acompañar a sus hijas en su trabajo, en su profesión de cantantes y actrices, entonces no sé si le dio tanto lugar a todo su potencial. También lo que hago es como una forma de homenajearla.
Por el otro lado, del lado de papá, mi abuelo era un bon vivant, también era un tipo muy culto, cantaba bárbaro y leía un montón. Tiene una biblioteca divina en Tucumán. Y del lado de mi abuela paterna, su papá también había leído libros. Empecé a encontrar todos estos personajes que lamento que no los pude aprovechar en vida.
Entonces, siempre en la familia, súper numerosa, puedo compartir todo. Ellos participan muchísimo de lo que yo hago, de las charlas, de los encuentros que tengo. Me escuchan mucho también. Intercambiamos historias. La historia de la familia por el lado de mi padre es súper antigua. Estoy emparentada con esos personajes de la historia que me encantan. Mi bisabuela era sobrina nieta de Juan Martín de Pueyrredón, entonces en la estancia hay daguerrotipos de él, cosas que me abren todo un mundo que me es propio.
Hablando de pioneras, has destacado particularmente a las poetisas latinoamericanas Alfonsina Storni, Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou. ¿Qué fue lo que más te gustó de ellas?
Cuando las elegí no sabía que habían estado juntas, dando conferencias en 1938, el mismo año en que murió Alfonsina. En enero de ese año fueron convocadas por el ministro de Educación de Uruguay a una conferencia para que dieran testimonio de cómo hacían sus versos. No podía creer que estuviera viéndolas en una fotografía a las tres. Entonces tenían una relación de amistad, tal vez unas más que otras. Gabriela era más amiga de Alfonsina, esta tal vez tuviera más relación con Juana que esta con Gabriela. Y eran de orígenes diferentes. Me pareció que, en ese momento, en la creación del verso, no había fronteras, no había tiempo, no había género tampoco, como que se igualaba todo y eso me pareció alucinante. Además, empecé a descubrir la vida de ellas fuera de ese legado maravilloso, su vida personal. Eso las humanizas mucho: lo que sufrieron, lo que dijeron, lo que disfrutaron y desmitificaron un poco. Una Alfonsina que entra en el mar, como una Gabriela perfecta, premio Nobel como la quieren ver, y una Juana de América que también era una señora paquetísima, creada también –sin desacreditar su obra, que es espectacular, que me encantó– a imagen y semejanza de lo que querían en ese momento. Fue como sacarles un poco todas esas etiquetas y ver simplemente mujeres.
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