Para Daniel Castro la honestidad es la condición necesaria o vital para ejercer un oficio como el de periodista, al que define como complejo e importante. “Se puede honestamente acertar u honestamente equivocarse, pero nunca tener una intencionalidad en hacerlo”. En entrevista con La Mañana, el comunicador repasó su historia y cómo, de manera casi accidental, se forjó para que el periodismo sea su medio de vida hasta hoy.
Nació en Tranqueras, Rivera, pero luego se mudó a Tacuarembó aún siendo niño, ¿cómo recuerda su infancia?
Nací en Tranqueras, en un lugar precioso porque es uno de los sitios más bonitos de la zona, un pueblo metido en las sierras, con gran encanto y magia. Me siento feliz de haber nacido ahí. De pequeño nos fuimos con mi familia a Tacuarembó, mi padre tenía un almacén en Tranqueras que no estaba funcionando bien, entonces partimos en busca de más oportunidades y nos instalamos allí con mis padres y mi hermano. Más adelante llegó mi hermana. Recuero una infancia marcada por la felicidad. Cuando me preguntan si fui feliz en algún momento sostenido en el tiempo, creo que fue en la infancia, se trató de un tiempo de felicidad plena, una década de oro hasta los 14 años. Luego llegaron otros momentos más felices aún, como ser padre.
¿Cómo siguió su juventud y las primeras experiencias laborales?
Mis primeros trabajos estuvieron vinculados como DJ pasando música en eventos y, de esa manera, me fui involucrando en algunos programas radiales que se vinculaban con la música, pero nunca al aire, siempre del otro lado en las tareas de operación.
En un momento, cuando mi primera esposa quedó embarazada de nuestra primera hija, me vi obligado a tener un trabajo más formal, y así empecé en la radio Zorrilla de San Martín, de Tacuarembó, con tareas de locutor-operador. De esta manera fui entrando un poco más de lleno al trabajo, allí cobré mi primer sueldo formal y me fui acercando a los espacios más periodísticos de la radio, a través de un programa en particular llamado Adelante.
No fue algo planificado, se fue dando. Desde siempre me apasionaban los medios de comunicación, entendía que entrar a la radio –por más trillado que suene– es entrar a un mundo mágico. En consecuencia, cuando entraba al estudio, aun para tareas muy técnicas, me daba cuenta de que ese era el mundo en el que quería seguir, pero sin imaginar que eso después se transformaría en mi medio de vida.
¿Recuerda alguna situación en particular que haya despertado su interés por el periodismo?
Se fue dando en capas. Al principio cumplía tareas de operador, pero tenía que hacer, cada tanto, la mesa de operaciones del programa Adelante, y con el tiempo hice tareas en el móvil. No sé si efectivamente entendí lo que era el periodismo, sí entendí lo que era ser comunicador, más específicamente en una radio del interior. Lo que sucedía en el departamento, y también en la región, pasaba por radio Zorrilla y tenía esa convicción de que la vida de la región pasaba por allí desde el momento que nos acercaba mucho a la gente.
Éramos el vehículo para que una cantidad de demandas de la sociedad pudiera trasladarse a través de la radio. Ahí, por ejemplo, comencé a conocer las entrevistas mano a mano con algunas personalidades de la política, y me di cuenta de que era apasionante. Empecé a trabajar en eso, recuerdo que iba armándome carpetitas con recortes de diario, revistas y las tenía alfabetizadas, esa era una manera de generar mi archivo por si algún día me tocaba encarar la tarea más formal de periodista.
Todo se fue dando de manera natural, sin que hubiera que atravesar una puerta que me permitiera ser nombrado periodista. Creo que fue un proceso suavemente ondulado.
Durante sus primeros pasos en el medio, ¿tuvo a alguien como referente?
Sí, a Luis Osvaldo Dini, que era el director de la radio y del programa Adelante. Un profesional de una capacidad extraordinaria; me cuesta encontrar un referente similar hoy. En aquellos tiempos, hace 40 años, marcó un estilo tan fenomenal y anticipado a lo que hoy nos está pasando, que perfectamente sería una estrella en la actualidad. Al ser el dueño de la radio y director del medio, nunca tuvo la necesidad o inquietud de desarrollar su tarea en Montevideo –que era la aspiración de muchos profesionales del interior–, entonces, todo lo que hizo, lo hizo extraordinariamente bien en Tacuarembó. Fue y es mi gran referente y me reflejo en él cada vez que puedo, incluso a veces me planteo “¿qué haría Luis Osvaldo en esta situación?”.
¿Usted también tuvo el objetivo de partir a Montevideo a trabajar? ¿Cómo se dio la llegada a la capital?
Así como empecé en el oficio de la comunicación de manera casi accidental, mi llegada a Montevideo también tiene un poco de eso, porque yo estaba muy cómodo en Tacuarembó, haciendo lo que me apasionaba, tenía a mis amigos muy cerca, tenía tiempo para jugar al fútbol, ir de pesca, tener reuniones con los amigos luego del trabajo, pero ya tenía dos hijos y entendía que haciendo eso tal vez no me iba a resultar suficiente para proyectarme en un futuro en el que ellos pudieran estudiar en un buen lugar.
Por esa tendencia de anticiparme al futuro, imaginé que las mejores oportunidades estaban en Montevideo y surgió un concurso para el Sodre, lo tomé casi sin expectativa porque entendía que era una forma de probarme, ya que en Tacuarembó no faltaba quien dijera “vos tenés que irte y proyectarte”. La capital era la consagración para tareas como las que desempeñaba. Gané el concurso del Sodre y terminé ocupando un espacio en Canal 5.
Después se sumó la participación en el informativo del canal y así exploré la oportunidad de radicarme en Montevideo. Quería tener la seguridad de que podía sostener a mi familia, y económicamente con Canal 5 eso no era suficiente, entonces se sumó una suplencia en radio Sarandí y cuando entendí que estaban dadas las condiciones, mi familia se vino conmigo.
¿Cómo percibió la diferencia entre el trabajo que se podía hacer en el interior respecto al de Montevideo?
Fui cambiando la opinión con el paso del tiempo, porque al principio me parecía que los medios del interior tenían mucha más cercanía con los problemas de la gente, y en realidad así funcionaba. Cuando las personas tenían un problema de cualquier naturaleza, desde una vereda rota o la necesidad de una colecta por salud, todo pasaba en la radio y para nosotros era lo central, un periodismo cercano y de servicio.
Después, cuando vine a Montevideo, naturalmente el impacto era otro, los medios tenían otra capacidad, potencia, llegada y, tal vez, muchas veces se despersonalizaba el contenido porque se le hablaba a muchísima gente y eso hacía difuso identificar al público al que se estaba llegando, sin embargo, después me fui dando cuenta, con la manera en que se puede encarar la profesión, de que aun siendo medios de la importancia de un canal privado también hay un rol que puede cumplirse. Me parece que eso quedó demostrado con la pandemia, donde todos estábamos muy cercanos.
Cuando asumís que podés hacer de tu vocación un estilo cercano a la gente es importante más allá de estar en el interior o en Montevideo.
A veces en los medios masivos la cercanía se da desde otro lado, es el televidente u oyente quien elige recibir las noticias por tal o cual periodista. ¿Cómo se siente que miles de uruguayos simpaticen con sus modos?
Fue lo que aprendí a valorar con el paso del tiempo, que también uno puede ser “dueño” de un estilo y me parece que tiene mucho más valor cuando surge naturalmente, no es una pose, no es que el conductor quiere hacer de cuenta que está cerca de la gente, sino que es lo que le sale. Porque en primera o última instancia sos compañero, padre, hijo, abuelo, tío, amigo, hermano, esposo y todo eso confluye al momento de estar ocupando ese lugar de comunicar, entonces nada te puede resultar ajeno.
Si se trata muchas veces de dar informaciones que son complicadas, la mejor forma es empatizar. Es decir, tratar de ponerse en el lugar del que está recibiendo el mensaje.
¿Cuál entiende que es su valor agregado como comunicador, en un mundo donde ya no hay primicias en medios tradicionales porque las redes llegan primero?
Creo que las redes son como el Pacman de la actualidad, de las noticias, porque todo el tiempo están comiendo lo novedoso y deja muy escaso margen para llegar a un noticiero central a las 19 horas. Entonces, considero que lo que importa es tener la mayor cantidad de miradas posibles sobre un mismo tema, tener todas las voces para escuchar con atención y con respeto las opiniones.
Luego, hay un tema que es bastante complejo y es el tiempo. Ahí hay un asunto que es de difícil resolución porque, sobre todo, lo medios están buscando su modelo de negocio y lo que creo que al final hace, un poco, la diferencia es el tiempo que le destines a las cosas, entonces hay que asumir la subjetividad para la elección de ese tiempo. El tema de la objetividad está totalmente superado, no existe objetividad, sí un intento de imparcialidad y la honestidad.
A veces me parece que hace falta destinar más tiempo a entrevistas en profundidad, tal vez no en el horario central de un informativo, porque también consume mucha información y tiene sus lógicas comerciales, pero siento que faltan estas entrevistas en profundidad en el ecosistema de medios.
La realidad es que hay una cantidad enorme de teorías y están los que, ahora con el tema de la inmediatez y que todo caduca al instante, podrán decir que la gente no tiene interés en cosas extensas, y entiendo que hay algo de eso sí, pero lo considero una especie de servicio social que los medios tienen que cumplir, no estar en ese espacio pendientes del rating -sé que es una barbaridad porque todo está asociado a eso- y encontrar la fórmula para que tengamos un espacio más de consulta, pausa y reflexión.
Necesitamos tomarnos el tiempo porque las urgencias de las redes sociales, si se llevan al medio tradicional, terminan generando una especie de estado de niebla permanente donde nada queda muy claro.
¿Entiende que, más allá de cómo cambia el periodismo y las formas de comunicar, hay alguna condición absolutamente necesaria que deben tener todos los comunicadores?
La honestidad. Me parece que es la condición necesaria o vital para ejercer un oficio tan delicado, complejo e importante. Entonces, uno puede honestamente acertar u honestamente equivocarse, el asunto es que nadie se llame a sorpresa cuando te mire, escuche o lea, que sepan que tenés una forma de hacerlo y que no siempre se acierta, pero cuando haya un error no será atribuible a una intencionalidad. Creo que el principal mérito del periodista es hacer su trabajo, llegar a su casa y dormir tranquilo con lo que hizo. Ese es el eje.
¿Cómo se maneja al momento de brindar información que pueda comprometer a esferas del poder económico o político? Tomando en cuenta que del otro lado hay una población esperando informarse.
Siempre el vínculo entre un periodista y los ámbitos de poder o de toma de decisiones es crítico, pero tampoco hay que romantizar esa especie de tensión que existe todo el tiempo entre gobernantes y periodistas, por ejemplo. Creo que está bien un grado de tensión responsable, porque cuando algo no te cierra lo tenés que manifestar y me parece que lo que debe imperar es el respeto de las partes: así como nosotros reclamamos que se respete nuestro trabajo, tenemos que ponernos en el lugar de quien debe tomar decisiones importantes que involucran a la población, entonces hay que tener un respeto hacia lo que esa persona tenga para decir.
Será parte de nuestra tarea y virtud profesional hacer las consultas para que se demuestre si la persona u organización en cuestión tiene elementos para salir airosa de ese interrogatorio que debe ser profundo y respetuoso. Hay que diferenciar los roles, porque vivimos en una república donde hay tres poderes que están ejerciendo sus funciones en forma bastante independiente. Tenemos también algunos debates que se generan sobre la interacción entre un poder y otro. No estoy tan de acuerdo con eso de que el periodismo integra un cuarto poder.
Los periodistas tenemos que ser celosos de nuestra profesión y tratar de ser un contrapeso a la postura oficial, pero también, de la misma manera que entendemos que todos tienen que cumplir un rol, no mezclar el protagonismo. Los periodistas tratamos de acercarnos lo máximo posible a la verdad, pero el protagonista siempre será el gobernante, el que toma las decisiones, el organismo. Creo que es muy importante la distinción en el protagonismo, el foco tiene que estar siempre puesto en la persona entrevistada, no sobre el periodista.
Entiendo que todo ha cambiado mucho, que la dinámica de estos tiempos hace que muchas veces los periodistas asuman protagonismo, a veces buscado, a veces fruto de su buen trabajo. También sé que los tiempos cambian y eso que antes estaba escrito en piedra hoy admite algunas fisuras.
Tuvo y tiene diversos roles dentro de la comunicación, ¿cuál es su preferido?
Ahora estoy haciendo radio y para mí es un lugar con magia, que llega, es cercana, tiene un lenguaje especial. La tele tiene la extraordinaria capacidad de multiplicar el mensaje, tiene ese potencial, pero me parece que es lindo que en tu día a día profesional convivan los modelos, hacer radio y televisión al mismo tiempo, como lo hacen tantos.
Si la vida no lo hubiese llevado por el camino del periodismo, ¿qué le gustaría haber hecho?
La clásica: futbolista. Pero sobre lo profesional, el derecho es algo que me apasiona desde siempre, la capacidad de la abogacía, me gustan todas las disciplinas asociadas al derecho.
¿Alguna entrevista pendiente que le gustaría hacer?
Hay muchas, pero si digo un nombre al rato voy a pensar en otro. Creo que el pendiente más lindo es el que está por venir y, en ese sentido, siempre confío en que la profesión me permita hacer lo que me gusta y entrevistar a quienes me puedan resultar interesantes. A veces uno tiene la tendencia de magnificar a los personajes a tal punto de querer entrevistar a un presidente, pero puede suceder que el impacto de una historia mínima bien contada o una entrevista humana y cercana con alguien no conocido me haga sentir mucho más cómodo y que contribuyo mucho más con eso, o dando luz a la otra cara de los personajes conocidos. Creo que mi desafío es seguir humanizando la profesión.
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