El misterio es por qué la derecha es el punto donde reside ahora la verdadera energía de la vida política estadounidense, por qué el mensaje conservador resulta mucho más directo y estimulante, por qué son mucho más divertidos que la izquierda… Que la izquierda norteamericana disfrutaba de esta especie de fusión energética en la década de 1960 y 1970, pero ahora ya no la tiene (¿por qué no admitir la verdad?) es lo que presta un tono quejoso y amargo a muchas de las quejas de la izquierda en las tertulias de radio.
Wallace, Consider the Lobster and Other Essays, p. 288.
Partiendo de una apreciación intensificada por la complejidad y la doble verdad de la herencia neoliberal, ahora podemos emprender el asalto final a esta cuestión: ¿cómo consiguió el neoliberalismo salir de la crisis aparentemente indemne?
El Capítulo 2 planteaba que una gran parte se articula en la interacción de la estructura sociológica del Colectivo de Pensadores Neoliberales construida en torno a la Sociedad Mont Pèlerin y la estratificación de doctrinas esotéricas y exotéricas, dependiendo de la ubicación de uno, con o sin la muñeca rusa. Por repasarlo brevemente, se supone que grupos diferentes sostienen formas diferentes de comprender las “verdaderas” implicaciones políticas del proyecto neoliberal como uno de los aspectos estructurales internos del proyecto. Sin embargo, debo destacar que, aunque es una condición previa necesaria, esta unidad de conocimiento de la doctrina y la función no es, en absoluto, suficiente en sí misma para “explicar” el éxito moderno del movimiento. Todo lo que consiguió fue ayudarnos a identificar su procedencia intelectual y su genealogía. La tenacidad de las doctrinas neoliberales, que de otro modo habrían sido refutadas a cada paso desde 2008, tiene que fundamentarse en lo hondo que el neoliberalismo “popular” o “cotidiano” haya calado en el inconsciente cultural, de forma que incluso unas cuantas perturbaciones bruscas no puedan hacer que aflore a la superficie durante un tiempo lo bastante largo para provocar malestar.
La relación entre cultura y política es un tema antiguo que raras veces exige demasiada aceptación. A menudo se leen declaraciones como “Actualmente la cultura está saturada de una mentalidad orientada al mercado que descalifica formas alternativas de pensar e imaginar”; o “El cambio más nefasto que se produjo durante los últimos treinta años no fue un aumento de la codicia. Fue el alcance de los mercados, y de los valores comerciales, en esferas de la vida tradicionalmente gobernadas por criterios no basados en el mercado”. Este no es el argumento que se presenta en este capítulo. En efecto, la impresión de que existe una única “mentalidad de mercado” coherente que se filtra en cada poro es una parte importante del problema.
Nosotros no tratamos esta construcción de la propia imagen neoliberal como un Weltanschauung monolítico o jaula de hierro cultural, o lavado de cerebro a escala industrial. Mucha gente es lo suficientemente reflexiva para vislumbrar, como así lo hace, mundos fuera del ámbito neoliberal; muchas veces se complacen en los trabajos de restauración para convertir los materiales neoliberales en algo totalmente nuevo.
Sin embargo, los boletines de retaguardia de la agencia moderna sugieren que actualmente vivimos en una época esencialmente neoliberal. Esto es un hecho, no un grito de desesperación. Desde luego sería un error replegarse al eslogan fácil de “no hay alternativa”, aunque la posibilidad de abandono en la izquierda se considera más tarde. Más bien, en este capítulo intentaremos explorar la acumulación de actitudes, imaginarios y prácticas neoliberales que han llegado a informar la vida cotidiana en las primeras décadas del nuevo milenio.
Es ante todo la historia de una identidad personal emprendedora, equipada con las promiscuas nociones de identidad y autoafirmación, rodeada de simulacros de otras identidades por el estilo. Clasifica cualquier desastre posible como la consecuencia de la toma de riesgos, la repercusión personal de realizar “malas elecciones” en inversiones. Es un mundo en el que la competencia es la virtud básica, y la solidaridad un signo de debilidad. En consecuencia, se revela en la vergüenza pública de los fracasados y los desafortunados. Sustituye la tradicional ambición de “conócete a ti mismo” por la exhortación “exprésate a ti mismo”, con todo lo que implica el engañoso cambio de verbos. Aconseja externalizar las partes de tu vida que encuentras irritantes. El efecto de esta diversidad de tecnologías, entretenimientos, movilizaciones y distracciones ha sido ante todo reforzar la versión exotérica del yo neoliberal, pero, lo más importante, ha servido para aturdir y desconcertar a la población, que acabará creyendo que la adopción de ideas neoliberales constituye una perversa rebelión contra los poderes fácticos, las corporaciones y una clase política corrupta.
El diestro engaño de representar un mundo neoliberal como una insurgencia siempre al borde de la derrota, una espesa rabia contra el sistema, el brote rebelde de la disidencia desde un constante nepotismo corporativo y gubernamental, por no mencionar el epítome de toda esperanza futura, es el arma secreta de la estructura de muñeca rusa, desviando el temporal de la larga contracción económica. Ofrece un neoliberalismo mejor como réplica a un neoliberalismo desgastado, ocultando al mismo tiempo cualquier conocimiento de ese hecho. Es la promoción de la ignorancia como la primera línea de defensa neoliberal.
Philip Mirowski nació en 1951 en Jackson, Michigan (EE. UU.), es historiador y filósofo del pensamiento económico en la Universidad de Notre Dame, Indiana. Obtuvo su doctorado en Economía en 1979, en la Universidad de Michigan.
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