Nacido en Italia en 1948, se fue el mismo año para Argentina con su familia. ¿Tiene recuerdos de esa época?
Mi familia era de la guerra. Mi padre tenía un restorán pequeño en Roma y mi madre era hija de un abogado de la Fiat en Sicilia que murió cuatro días antes de que yo naciera. A los ocho meses, convocados generosamente (entre comillas) por un tío que había sido llevado por Perón para dirigir Yacimientos Carboníferos Fiscales, pero que era un jerarca fascista, nos fuimos hacia América en un barco. Fuimos a Buenos Aires en un viaje de treinta y pico de días.
Los primeros recuerdos que tengo son de Argentina y los más vívidos son de carácter político. Yo me acuerdo de las cosas que se acuerda cualquier niño, como la escuela. Una vez no pude ir, a los seis años, porque las fuerzas del Ejército leales a Perón habían cerrado la General Paz por la sublevación de la Marina y el bombardeo de Plaza de Mayo. La Casa Rosada estaba agujereada, del Ministerio de Trabajo y Previsión quedaban los restos; había sido una cosa muy violenta. No estaban los muertos, pero había olor a muerte.
Conocí el peronismo insólitamente, porque mi abuelastro era ferroviario, descendiente de una familia originaria, de pueblos indígenas de la provincia de San Juan. Era militante sindical de izquierda y muy buena gente. Yo no era su nieto y siempre nos trató a mi hermano y a mí como un abuelo. Él era peronista. Su hijo era un facho, decía que era fascista y era un atorrante que no hacía nada, no trabajaba, era de la Alianza Nacionalista Libertadora, donde estaban todos los capitostes de la ultraderecha peronista. Siempre me llevé horrible con él.
Me hice proclive a la izquierda por mi abuelastro, un trabajador, un tipo serio, honesto. Los dos eran peronistas y eso me sirvió para entender, estudiar y seguir el tema del peronismo durante mucho tiempo, una cosa que para los uruguayos resulta casi imposible y ni te digo para la izquierda argentina.
Cuando volvió Perón, los Montoneros le gritaban en Plaza de Mayo: “te queremos por ladrón”. Por eso es que yo en realidad tengo recuerdos muy particulares de la política, a pesar de que fui a escuela de curas. Después estuve un año acá pupilo cuando mi padre se vino a trabajar al hotel que habían construido Eva Perón y Alberto Dodero, que es el Victoria Plaza. Estuve un año acá a los ocho años y me enamoré de este país, no por razones políticas, es que era otra cosa en relación a Argentina; era una ciudad amable, llena de posibilidades para todos.
¿Por qué decidieron después venir a vivir a Uruguay?
Al principio vine acá porque mi padre se divorció de mi madre y se vino como gerente de cocinas y restoranes del Victoria Plaza. En Argentina trabajaba en el Plaza Hotel, donde conoció a Eva Perón. Ella se lo recomendó a Dodero, le dijo: “llevate al italiano”. Vino para acá y nos trajo un año a nosotros. Yo me enamoré de Montevideo, del país, el campo, la ciudad, los balnearios. Era todo perfecto comparado con Argentina, donde yo nunca había visto un balneario, era un amontonamiento de gente horrible. Nos fuimos de nuevo porque mi padre nos dejó en el año 57 y volvió en el 74, nunca más lo vi. Después volví con mi madre, mi padrastro y mis hermanos al Uruguay en el año 61, y estuve hasta el 74 viviendo acá.
¿Cuándo empezó en política?
Cuando llegué y jugábamos al básquetbol en la calle Pilcomayo y todos hablaban de política; tenía 13 años y entré al liceo. La política en el Uruguay estaba en todos lados. Yo me afilié a la juventud comunista en 1962, tenía 14 años. Además, lo hice después de haber leído algunos libros absolutamente insólitos. Con un grupo de amigos nos juntábamos y tratábamos de entender el “Materialismo y empiriocriticismo”. Después lo volví a ojear y me di cuenta de la locura que hacía. Leíamos otras cosas, estábamos al día en los temas culturales, íbamos al teatro, al cine. Enseguida se vinculaba lo político con lo cultural. La ciudad bullía de política. La primera cosa que hice en mi vida fue la campaña electoral del 62.
¿Qué le decían en su familia de que hacía política siendo tan chico?
De todo. Sobre todo yo me peleaba muy duro con mi padrastro. Un día lo corrí con una escopeta. Yo empecé a trabajar muy joven además, a los 14 años, en una agencia de viajes y de cambio en el Edificio Ciudadela, que se fundió en el 62. Un año después comencé a trabajar en Codarvi; fue una de las mejores experiencias de mi vida. Yo soy vidriero, no soy ni estudiante ni universitario, menos egresado, soy vidriero. Desde los 15 años hasta los 26 fui vidriero. Era como una familia. Yo me crie ahí adentro.
¿Comenzó a trabajar de tan chico para independizarse de su familia?
De mi familia me independicé fácil porque se volvió a Argentina y yo me quedé a vivir solo, a los 16 años. En mi casa no había plata, había lo que mandaba mi padre, que no daba para vivir ni mucho menos, y lo que aportaba yo, que era poco. Después fue subiendo. Ellos se fueron a Buenos Aires de nuevo y querían que yo me fuera porque era menor. Yo me quedé a vivir acá, ya era dirigente de la juventud comunista. A los 16 años era el presidente de la Coordinadora de Estudiantes de Secundaria del Uruguay, era el secretario de Secundaria de la UJC, y los cargos no te los daba nadie, te los tenías que ganar. Para eso tenías que trabajar en serio, militar. No era ningún sacrificio, a mí me encantaba la política, me parecía una de las cosas más exigentes intelectualmente. Segundo, tenías que estudiar, saber, tener un cierto nivel intelectual.
¿Cómo llegó al periodismo?
Periodismo y política son difíciles de separar, pero yo empecé de una manera muy concreta. Un día llevé a El Popular una hojita donde había escrito una manifestación que habíamos hecho por el boleto en el liceo Malvín. Yo tenía 15 años. Se la di al “Vasco” Urruzola, que era uno de los redactores que tenía El Popular. La leyó y me dijo: “cuando quieras traer algo escrito, traelo”. Ahí me fui a mi casa volando y empecé. Después sacábamos semanarios o suplementos de diferentes tipos. Además, para militar en el movimiento estudiantil tenías que escribir. Más tarde fui el responsable del suplemento de la UJC en El Popular.
Estuve en eso hasta que llegué a Roma. Allí tenía que ganarme la vida. Arismendi me ofreció irme a Moscú a trabajar con él, pero yo no quería. Justo me conectaron con Inter Press Service. Empecé como responsable de información de los movimientos de liberación, que en esa época era toda África y una parte de Asia. Era el año 78. Ganaba 250 dólares, que era el precio del alquiler que pagaba, y me tenía que buscar otra cosa. A los tres meses era el director de toda la red de corresponsales, que eran 38. Llegamos a ser 58. A los dos años era el jefe de redacción con alguien que me enseñó muchísimo de periodismo, el Negro Pasquini, que fundó Página 12. También trabajaba con Juan Gelman, Pablo Giussani, Pablo Piacentini. Después sacamos Pressur, que lo hacíamos entre dos. En un día podía escribir 30 noticias. Había que laburar.
¿En qué momento empezó su experiencia en el rubro publicitario?
La primera tarea importante que hice en mi vida de militante fue salir de pegatina en la campaña electoral del 62 con 14 años. No hay política sin propaganda. ¿Dónde termina la política y dónde empieza la propaganda? Nadie lo puede establecer, son inseparables. Ahora, hay especificidad. Yo la especificidad la hice mucho en Italia, pero no porque la practicara sino porque la veía. Una parte fundamental de la propaganda es el discurso, en el doble sentido: el del relato construido y el de la tribuna. Ahí yo aprendí bastante.
Yo volví el 20 de diciembre de 1984. El 19 estaba en Buenos Aires, ya mi familia había venido para acá pero yo no podía venir porque no tenía ni documentos. La Embajada de Uruguay en Buenos Aires llamó y dijo que tenía permiso para volver. Al otro día estaba acá. Llegué, el 21 fui al local del PCU y me dijeron: “sos el secretario de propaganda del partido”. Me lo dijeron Jaime Pérez y Rodney Arismendi. En el año 90 renuncié a participar de las elecciones. Me retiré. Después volví porque a uno siempre le quedan rasgos de estúpido.
¿Por qué tomó la decisión de irse?
La Unión Soviética se estaba cayendo a pedazos. Yo leí un libro hace poco que todo lo atribuye al tema económico. Mentira, en ningún país de Europa del Este había hambruna, crisis, hiperinflación, crecimiento de la desocupación. Fue un problema absolutamente político; empezó en la RDA y después en Checoslovaquia, que eran los países que tenían mejor nivel de desarrollo económico.
¿Cómo lo vivieron?
En una diversa condición. Primero, tratando de asimilarlo, porque para nosotros era el fin de nuestra visión global del mundo. No teníamos una visión simplemente de adhesión emocional política; ese era el futuro, con determinadas adaptaciones nacionales, pero ese era el proyecto, era el socialismo real, era la dictadura del proletariado. Lo que nadie recuerda con fuerza es que habiéndose caído el Muro de Berlín, el único Partido Comunista del mundo que pasó de dos senadores a cuatro y 13 diputados, fue el PCU.
Usted ha sido muy crítico con lo sucedido en Ancap. ¿Cree que ese tema incidió en que el Frente Amplio (FA) perdiera las elecciones?
El plan político era usar Ancap para ocupar el espacio central del FA que ocupaba el FLS con figuras de gestores públicos. La cabeza era Sendic y atrás Otheguy. El mecanismo era que eso se transformara en la gran red productivo-política. El broche de todo era encontrar petróleo y se puso toda la fuerza en eso. ¿Quién cambió la ideología de los fusiles y la guerrilla por la de los petrodólares? Los venezolanos; Chávez y después Maduro a lo bestia. Cuando empieza a circular la plata sin control, lo más seguro es que hay corrupción, y así fue. La otra pata era la Lista 711, que era una construcción muy bien hecha. La plata se gastó en comprar listas, en seguir la campaña del FA con decenas de vehículos de militantes rentados. Ese fue un proyecto político, en el medio del cual se filtraron los negocios con Venezuela y Paraguay.
La base de ser de izquierda es que haya una redistribución de la riqueza mucho más justa. ¿Hay alguna forma de acumulación de riqueza y plusvalía más miserable y repudiable que la corrupción? La izquierda cuando deja entrar a la corrupción deja de ser de izquierda, porque contradice su esencia. Eso fue lo que pasó y nadie se anima a discutirlo en serio. También por eso se perdieron las elecciones. Es más, el FA tiene tanta fuerza en la gente de abajo que salió a pelearla, que la pagó baratísima. En la interna presentaron a cuatro figuras de dudoso atractivo, que además se subían juntas a la tribuna y decían más o menos lo mismo y le mentían a la gente, porque no pensaban lo mismo. Tuvieron 260.000 votos porque no entusiasmaron a nadie, porque a la gente no se le pueden vender figuritas de colores. Con esa derrota fueron a octubre. Se cometieron errores de falta de claridad, la fórmula, la elección de los ministros.
¿Había espacio para La Alternativa en ese contexto?
Había espacio, si el FA perdió 200.000 votos y el Partido Independiente 55.000. Había un espacio enorme, que no se pudo expresar desde la izquierda y se dispersó. Después vino la elección de noviembre. Me resultó muy interesante que se perdiera por pocos votos, porque eso va a obligar a la gente del gobierno de coalición a buscar los más amplios acuerdos. Yo no creo que esté mintiendo Lacalle cuando dice eso, pero no todos piensan lo mismo. Pero que tengan cuidado, porque acá se avivó todo el mundo; donde le saquen el apoyo al gobierno hay fuerzas dentro del FA que son capaces de decir: “nosotros lo apoyamos”. Todos saben a quiénes me refiero, a los que tienen los votos. El MPP sacó el 29% de los votos en octubre y el 57% de los diputados, y no es culpa del MPP, es culpa de los otros salames que se dividieron en 20 pedazos y que creyeron que había liquidación de cargos.
¿Cómo vio la irrupción de Cabildo Abierto en la política?
La irrupción de una fuerza que de la nada llega al 11% del electorado, obliga a que todos le brindemos atención. Es notorio que tiene una base social numérica pero también cualitativa, tiene un programa que básicamente se fue forjando como resultado del rechazo a otros programas. También está basado en una personalidad que fue el comandante en jefe del Ejército durante dos gobiernos del FA, así que el FA no se puede lavar las manos como si eso no hubiera tenido ninguna influencia.
En el último mensaje que transmitió Manini Ríos previo al balotaje, todo el mundo salió con lo básico con lo que se puede reaccionar. Analizando a fondo las tendencias de ese momento que no fueron requisadas por las encuestadoras, era notorio que existía un serio desplazamiento de votos hacia el candidato del FA, y Manini se jugó. A los políticos que toman riesgos yo los respeto más, aunque sean adversarios serios y profundos.
Otra cosa importante es que tiene un aparato, porque eso no fue pasado por la televisión abierta o por cable sino que utilizó las redes, y para eso hace falta aparato. Es el fenómeno más nuevo en estas elecciones. ¿Cómo va a evolucionar? Depende de factores que no son solo del partido; su relación con el gobierno, su relación con la situación económica y social del país. Yo creo que vamos a asistir a una experiencia importante.
El futuro del Uruguay entre China y Estados Unidos
¿Cómo ve al Uruguay para adelante en materia de relaciones exteriores? ¿Se había imaginado que China iba a convertirse en algún momento en el primer socio comercial de Uruguay?
No, nadie. Todo el diseño ideológico-político de Deng Xiaoping, después de la revolución de “los cuatro”, después de Mao, es una revolución que solo se puede dar en China. ¿Sabés lo que es el Partido Comunista en China? La dinastía. La definición que dio Putin del comunismo es la que más me gusta: “el ruso que no quiere que vuelva la Unión Soviética no tiene corazón, el ruso que quiere que vuelva la Unión Soviética no tiene cabeza”. Es así. Fue un fracaso desde adentro. Yo creo que los primeros que se sorprendieron de la eclosión soviética fueron los servicios de inteligencia norteamericanos, ingleses, alemanes; nadie lo esperaba. ¿Cuál fue la razón política? El desmoronamiento de la burocracia y la apropiación de esta de una parte de la riqueza de Rusia.
¿Usted se imagina un Uruguay alineado a esta bipolaridad que se va armando entre China y Estados Unidos?
Yo no me lo imagino, pienso que va a haber que moverse con mucha inteligencia. Ya no es como antes, que vos eras o proamericano o prosoviético, eso se terminó. Ahora tampoco podés ser proamericano o prochino, tenés que tener un diseño propio, lo suficientemente potente. Yo escuché el otro día a Lacalle decir: “yo estoy de acuerdo con el TLC, pero no quiero hacer promesas que no puedo cumplir”, cosa que demuestra que es inteligente. Vos tenés una realidad, es tu principal socio comercial y puede ser uno de los principales inversores. Sin embargo, también tenés relaciones particulares con Estados Unidos.
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