El incremento de la inflación en dólares convirtió al Uruguay en uno de los países más caros del mundo en esa moneda. Esto, a su vez, perjudicó a importantes sectores de la economía, de acuerdo con el análisis del contador y economista Juan Carlos Protasi, quien entrevistado por La Mañana, sostuvo que, si bien para este año las perspectivas son alentadoras, prevalece un deterioro importante de la rentabilidad y la competitividad.
¿Qué lectura hace de la realidad actual de la economía uruguaya?
Desde una perspectiva de los últimos 10 años, la situación económica en líneas generales considero que es mejor que en la administración frenteamplista. A pesar de los golpes recibidos en los últimos años por la pandemia, la guerra Rusia-Ucrania, la alicaída economía de Argentina y los vaivenes climáticos, la economía logró ser suficientemente flexible para sortearlos con menor dificultad que otros países. Uruguay creció a un promedio de 2,8% anual en los últimos cuatro años, con una tasa de desempleo promedio de 8,8%, se crearon cerca de 80.000 puestos de trabajo y el ingreso real de los trabajadores aumentó 4,7%. La inflación bajó a 3,7%, pero aumentó la inflación en dólares 35%, convirtiéndonos en uno de los países más caros en dólares del mundo. Los sectores mayormente perjudicados fueron los exportadores, el turismo y las empresas que compiten con las importaciones, pero también afectó a la construcción y servicios. A pesar del encarecimiento en dólares, el consumo creció más rápido que el producto (3,5% anual) y que las exportaciones (2,8% anual). Un país de nuestras dimensiones con escasos recursos naturales no puede aumentar su ritmo de crecimiento sin un importante desarrollo del sector exportador y un fuerte aumento de la inversión. Para esto es esencial mantener un tipo de cambio real elevado. Es cierto que se captó más inversión extranjera, otorgando subsidios y exoneraciones tributarias equivalentes a la recaudación del IRPF, pero, al igual que en períodos anteriores, vino a compensar la caída de actividad en otros sectores.
¿Qué expectativas tiene para este año?
La perspectiva de este año es buena, el impacto de la sequía que jugó negativamente en 2023 no estará en este 2024, y hace prever mejores resultados en la producción del agro y las exportaciones de bienes. A esto se sumará el funcionamiento a pleno de la nueva planta de UPM. Entre soja y celulosa se sumarían unos USD 1500 millones más de exportaciones que en 2023. También se prevé otro buen año para el consumo privado que se proyecta que crezca impulsado por el aumento del empleo y del salario real. La corrección de la brecha cambiaria con Argentina implicará una reversión de la fuga de consumo registrada el año pasado hacia ese país, lo que favorecerá la recuperación de la actividad en ciudades fronterizas del litoral. La dificultad mayor radica en que la economía está registrando un aumento de los costos de producción en dólares, agravado por un proceso de caída de precios de exportación. Estos están en el mismo nivel que en 2019, pero con costos de producción 25% más altos. Hay un deterioro importante de la rentabilidad y de la competitividad, un equilibrio que si no se corrige podría afectar el dinamismo de la inversión y de la creación de empleo de cara al 2025.
¿Cuáles son las problemáticas de índole económica que trascienden los gobiernos y cómo deberían abordarse?
Realismo cambiario y disciplina fiscal son dos enunciados que le escuché decir a un célebre ministro de Economía, y su solución pasa por reducir el tamaño del sector público, con menos empleados, menos ministerios y menos burocracia. Debido a las emergencias, este gobierno no avanzó en esa dirección y, al contrario, retrocedió. No existe voluntad en ninguno de los partidos de enfrentar este problema porque la cultura de los votantes no es de soluciones: “neoliberales o motosierra”. Un segundo problema es la regulación de la actividad sindical, que tampoco se avanzó en este sentido, tal vez por un pacto de silencio entre gobierno y Pit-Cnt de aceptar una rebaja salarial durante la pandemia a cambio de una recuperación posterior y no tocar las regulaciones. No tiene una explicación, de otro modo, haber dejado casi todo como estaba. Otro tema no menor es que la economía se cerró al comercio mundial en unos 10 puntos del PBI (62% en 2013 a 52% en 2023) en los últimos 10 años. Esto frena al crecimiento de las exportaciones y a la competencia de los bienes importados. Se han buscado mercados y acuerdos con otros países sin mucho éxito, pero no se fue agresivo en abrir la economía.
¿La baja de la inflación y el aumento del empleo mueven la aguja en este contexto?
Yo creo que sí. Tanto la disminución de la tasa de inflación como el aumento del empleo contribuyen a mejorar el ingreso de los trabajadores y el consumo de las familias. Por otra parte, de continuar la tendencia desacelerada de la inflación en dólares observada en los últimos meses, podría mejorar la competitividad de las empresas. En las últimas semanas cerraron sus puertas varias empresas por no lograr los márgenes de rentabilidad adecuados y, en opinión de la Cámara de Industrias, en los próximos meses se puede acentuar esta tendencia con otras empresas, lo que haría peligrar la demanda de trabajadores.
¿Qué opinión le merece el atraso cambiario existente hoy?
El atraso en la evolución del dólar frente a los precios no se arregla bajando la tasa de interés ni devaluando el peso porque eso aumentaría en poco tiempo la inflación. El desfasaje del dólar es causado por un elevadísimo gasto público, en parte, por el déficit de la seguridad social, pero también por la elevada plantilla de funcionarios públicos que, con el objetivo de pesificación de la economía recomendada desde hace 40 años por el FMI, se financia emitiendo deuda en pesos o UI, pagando tasas equivalentes en dólares muy altas comparadas a las internacionales. Financiar el enorme déficit emitiendo deuda en UI promueve carry trade, y cambio de portafolios de los residentes para comprar deuda uruguaya en UI y obtener jugosos rendimientos. En los últimos tres años, rindieron más de 40% en dólares a los inversores, que además confían en que el Estado uruguayo podrá honrar la deuda porque es pagadera en pesos.
De este modo se genera un círculo vicioso: aumento del gasto público, colocación de deuda en UI y caída del valor del dólar frente a la inflación, mayores rendimientos convertidos a dólares y más apetencia por deuda uruguaya. ¿Qué gobierno se privaría de gastar más si sus votantes y sus rivales creen que los problemas se resuelven aumentando el gasto? El mundo ve a Uruguay con mucho respeto, a su presidente, a las instituciones y a su performance económica y social, pero pocos conocen el trasfondo de esta política que va socavando la capacidad productiva de los sectores líderes de la economía, como son el agro, las exportaciones y el turismo.
En ese círculo vicioso, el gasto público ha probado ser una determinante crucial de la caída del tipo real de cambio. Entre los años 2005 y 2023, se duplicó en términos reales (+98%), lo que según mis estimaciones por sí solo explica una caída de -37% del tipo real de cambio. Otro tanto ocurrió con los términos de intercambio, que aumentaron 23% y que redujeron el tipo real de cambio en otro 12,8%.
Para completar el círculo descripto, la regla fiscal establecida en la LUC ayuda a tener un marco de disciplina fiscal para lograr estabilidad macroeconómica y le dio el marco de credibilidad a la política, pero es perversa por cuatro razones. La primera es porque lo que asegura es que la situación fiscal no empeore respecto al punto de partida inicial, pero ese punto de partida era de un elevado nivel de gasto público, no adecuado para que la economía crezca a una tasa elevada por la enorme carga tributaria y endeudamiento que exige su financiamiento. Cuando se empezó a aplicar la regla, el gasto público ya se había duplicado en términos reales por las administraciones frenteamplistas. Segundo, cumplir con la regla fiscal no solo no revierte el aumento previo del gasto público, sino que le da pie al gobierno para seguir aumentándolo al ritmo que aumenta el PBI potencial. Tercero, cumplir con la regla fiscal en el límite de endeudamiento no asegura que la deuda neta no aumente por encima de la meta. La meta se fija en millones de dólares, pero luego se emite en UI y como la UI aumenta en términos de dólares por el desfasaje cambiario, la deuda aumenta más en dólares que lo originalmente previsto. En el año 2023 la deuda neta aumentó USD 4090 millones, mientras el déficit fue en igual período USD 2500 millones. Cuarto, se cumplió por cuarto año consecutivo la regla fiscal, lo que ayudó a generar confianza, pero descuidó el impacto del aumento del gasto público en el tipo real de cambio y en el aumento de la deuda pública neta. La propia agencia Fitch reconoce que cumplir con la regla no permitió estabilizar la deuda.
Resulta un anacronismo mantener una política fiscal expansiva justificada en la regla fiscal, aumentando el endeudamiento y reduciendo la competitividad y rentabilidad del sector privado. La única regla para que los precios relativos estén alineados, favorezcan a la producción nacional y para que la deuda neta no crezca es reduciendo de modo significativo el gasto público. En este escenario, ¿es posible que el dólar suba y mejore el tipo real de cambio? ¿Cuántos empleados públicos habría que echar para bajar el gasto público? ¿Cómo se financiaría el déficit del BPS? ¿Cómo termina esta historia? Es poco probable que pueda revertirse esta situación sin un ajuste importante, mientras tanto seguiremos viendo cierre de empresas por falta de rentabilidad con caída del empleo.
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