No hay edad alguna para dejar de disfrutar la brisa en el rostro mientras uno da un agradable paseo en bicicleta. Pero sí existen dificultades que no permiten realizarlo. Con el fin de ofrecer una movilidad recreativa a personas mayores o con discapacidad es que en el año 2012 en Dinamarca, Ole Kassow creó Cycling without age.
Este concepto inició con una inspiración de Kassow durante su ruta habitual en bicicleta hacia su trabajo, tras pasar cada día frente a un hogar de ancianos. El emprendedor se preguntó qué sucedería si pudiese llevar a su lado a alguna de las personas mayores que veía día a día, sentados en sus sillas de ruedas. Para ello, se hizo primeramente de un triciclo especialmente adaptado para colocar una silla de ruedas a su lado, un vehículo que es común encontrar en las ciudades nórdicas. La iniciativa se convirtió en un hecho y pronto comenzó a pasear de forma gratuita a ancianos de su ciudad. Casi instantáneamente la idea se replicó por localidades vecinas.
La premisa inicial fue “generar felicidad entre los ciudadanos de edad avanzada brindándoles la oportunidad seguir siendo parte activa de la sociedad y la comunidad local”. Y con este espíritu comenzó a extenderse por el mundo al punto tal de contar hoy con más de 13.000 voluntarios a lo largo y ancho del globo y estar presente en más de 40 países y 1200 puntos. Desde noviembre, Montevideo es uno de ellos.
En nuestro país Julián Moran impulsó En bici sin edad, bajo el lema de “unir múltiples actos de generosidad para dar a personas mayores o dependientes la oportunidad de andar en un triciclo adaptado para ello”. Así lo dijo en entrevista para La Mañana.
A través del paseo en bicicleta se promueve la comunicación entre el pasajero y el conductor, se integran a las personas mayores en la sociedad y se ayuda a mejorar la calidad de vida.
Todo comenzó cuando Morán –un aficionado a las bicis y al voluntariado- conoció la iniciativa. Inmediatamente decidió aplicar al proyecto original para realizarlo aquí. Sin embargo, recordó, por ese entonces solo contaba con las ganas. No tenía el transporte, ni los voluntarios, ni los pasajeros.
Casualmente, un residencial de ancianos también se enteró de Cycling without age y ambos entablaron contacto. Al mismo tiempo, la Facultad de Ingeniería había fabricado cinco bicicletas a través del proyecto de extensión Dalavuelta. Cuatro de ellas fueron colocadas en espacios públicos y una fue otorgada para que Morán pudiese llevar a cabo su idea.
Como el residencial se encontraba en el Prado, el lugar donde se llevó adelante el primer paseo –y donde actualmente se sigue desarrollando- fue en los caminos del Jardín Botánico. El propio Morán realizó el primer paseo para evaluar el terreno y, cuando definió la mejor ruta –sin pozos ni imperfecciones que hiciesen que el vehículo se desestabilice- invitó a José, un residente que acude aún, sin falta, a cada jornada de paseos y que quedó encantado por la idea, al igual que Julieta, quien tiene 98 años y es habitué de esta iniciativa.
“A los residentes les gusta mucho. Es un evento que ellos esperan. También es como un momento de desahogo y de realizar una actividad diferente a la de su rutina. Te das cuenta que ellos se divierten mucho, tienen energía de hablar y compartir, y cuentan cosas de su tiempo, como cuando venían al Botánico de jóvenes y cómo era”, comentó el coordinador de En bici sin edad Uruguay.
De a poco se fueron sumando más personas mayores e incluso llegaron particulares, como un padre que se animó a pedalear para su hijo discapacitado y, de esta forma, vivir un momento diferente. Hasta el momento han realizado las recorridas con dos residenciales.
Actualmente, cada jueves a las 16.30 horas, Julián y un equipo de voluntarios se encuentran con los residentes para dar una vuelta en bici, y si bien se han contactado más de cien personas deseando pasear personas, faltan pasajeros, apuntó. Es por ello que solicitó a todas las personas interesadas en realizar este recorrido –que es de forma gratuita- así como también a quienes tienen familiares en un residencial, a comunicarse a través de las redes sociales para darle impulso a la iniciativa.
Uno de los desafíos que tienen por delante es encontrar un herrero que pueda realizar más triciclos adaptados, especialmente para llevar distintos pasajeros, dado que quien elaboró el que utilizan actualmente no trabaja más. “Nos gustaría mucho que en un futuro hayan muchos interesados y que cada residencial tuviese su propia bici para poder pasearlos”, manifestó.
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