El martes 28 de mayo la UCU Business School (de la Universidad Católica) realizó la apertura para 2024 del Programa de Desarrollo Sustentable dirigido a ejecutivos de empresas, en el que se debatió en torno a palabras como “desarrollo sustentable” y “desarrollo sostenible”. No obstante, todas las disertaciones estuvieron pensadas desde una perspectiva que permita o pueda considerar “el uso y goce de los recursos de hoy sin comprometerlos para el desarrollo de las generaciones futuras”.
En ese marco, se invitó a varios precandidatos a la Presidencia de la República para exponer ideas, pensamientos y propuestas respecto a la sostenibilidad. El senador Guido Manini Ríos compartió escenario con el precandidato colorado Gabriel Gurméndez y participó virtualmente el precandidato Andrés Ojeda.
Manini comenzó su oratoria evocando al papa Francisco. Recordemos que el papa hizo pública la encíclica Laudato Si en el 2015, en la que expresaba lo siguiente: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar”.
De esa forma, Manini recordó la importancia de que fuese justamente “el primer papa jesuita y latinoamericano” quien tuviese estas preocupaciones por el medioambiente, pero también por la sostenibilidad de la humanidad en un sentido real y no tanto teórico. En esa línea, Manini recordó que el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si, propone una visión diferente de la sostenibilidad. Porque no solo advierte sobre el problema de la contaminación y la degradación de la biodiversidad, sino también de los problemas la convivencia social y a la severa inequidad planetaria.
Porque, en definitiva, la sostenibilidad no puede dejar de lado el aspecto humano del medioambiente, haciendo referencia evidentemente, a la sostenibilidad social. Y en esa línea, como bien sabe el senador Manini, Uruguay tiene varios desafíos por delante, pero quizá el más urgente sea regenerar el tejido social, cultural, institucional y financiero entre las diferentes capas de su población.
Al final de cuentas, los mayores daños ambientales son ocasionados por las más grandes potencias industriales, y por eso Manini recordó que su partido, Cabildo Abierto, hunde sus raíces en el ideario artiguista, que tiene entre sus principales premisas “la defensa de los más frágiles” de la sociedad. En esa línea, manifestó que los más afectados por los daños ambientales son aquellos que han sido marginados y relegados del sistema social, tanto hacia adentro, a nivel nacional, pero también hacia afuera desde una óptica internacional, en la que se repite la dialéctica entre el centro y la periferia.
“La ecología para nosotros ante todo es ecología humana. Sin pueblos que vivan dignamente, no habrá sostenibilidad posible. Son los pobres y los excluidos de la economía los que más sufren las consecuencias del deterioro ambiental, ya sea porque viven en zonas inundables o contaminadas, porque no tienen acceso a servicios básicos o porque son desplazados del campo a la ciudad para engrosar los cinturones de marginalidad”.
Manini también alertó que nuestro país tiene un desafío muy grande de sostenibilidad en el tiempo en la medida que está atravesando un invierno demográfico, con envejecimiento poblacional y baja natalidad, que vaticinan una caída del número de habitantes. Y en ese sentido consideró que la promoción del aborto y la eutanasia buscan descartar a miles por “no servir” a la sociedad.
Sin embargo, parado en las antípodas, y a través de la pantalla, Andrés Ojeda quiso contestarle a Manini, manifestando justamente una posición netamente contraria. Ojeda recordó a los presentes que él cree en soluciones internacionales y no nacionalistas. Y yendo a un lugar común, apuntó que el camino es el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable de la Agenda 2030. Además, defendió la iniciativa de la eutanasia, de la que es uno de los promotores.
En la ocasión, se generó un ida y vuelta entre él y Manini, en el que quedó muy claro que tienen posturas absolutamente opuestas. Y es obvio que se hicieron evidentes dos modelos de país diferentes y dos formas muy distintas de pensar Uruguay hacia el futuro: Manini, desde una perspectiva soberanista, y Ojeda desde la vereda globalista.
No explicaremos aquí todas las modalidades de la Agenda 2030 y el nudo ideológico ceñido en Davos, ya en otras columnas hemos hablado del tema. Lo grave aquí parece ser el peso del relato en nuestra escena local. Porque uno de los objetivos de la Agenda 2030, que también resultaría ser la agenda de Ojeda, es reducir la hacienda ganadera global, lo que a las claras parece no ser un buen negocio para Uruguay. En definitiva, la Agenda 2030 no parece ser un buen negocio para ningún país en vías de desarrollo.
El tema, obviamente, no pasa por los extremos, sino que se trata de alcanzar coyunturas y equilibrios entre el panorama interno y externo. No obstante, hay que considerar, a su vez, que algunas organizaciones internacionales tienen una gran incidencia en las tendencias globales y las influencias que se pretenden ejercer sobre los Estados, llegado el caso. Uruguay ya tiene experiencia con este tema, tal como sucedió con la LUC o con los dos plebiscitos que ratificaron la Ley de Caducidad, o recientemente cuando el presidente, que recogió una iniciativa de Cabildo Abierto, elevó un proyecto para modifica la Ley 19.580 de Violencia Basada en Género. En todas estas ocasiones, hubo recomendaciones o advertencias acerca del proceder de nuestro país por parte de algunas organizaciones internacionales.
No obstante, nuestro país tiene un problema humano, de sostenibilidad de su sistema social envejecido, pero también un problema de acceso a un futuro de calidad, de acceso a posibilidades de progreso económico y de ascenso social.
Y lo cierto es que Cabildo Abierto propone un modelo de Estado fuerte que pueda realzar y reactivar los recursos humanos latentes en su población, algo muy diferente del soliloquio del Estado de bienestar que plantean como un catecismo los socialdemócratas de aquí y de allende al mar. Porque el Estado de bienestar, tal como está considerado actualmente, se parece a distribución de recursos bajo la forma de asistencialismos, basado especialmente en el endeudamiento nacional, basta ver lo que sucede en Europa o Estado unidos, pero sin alcanzar ni pretender un desarrollo humano real, maximizando todas sus potencialidades.
En definitiva, lo que Cabildo Abierto propone lo sintetiza bien Kenneth Coates al definir el nacionalismo económico:
“Hoy el nacionalismo económico se perfila como principal rival ideológico del neoliberalismo, no solo frente al colapso de las experiencias del socialismo científico y el comunismo, sino también ante la actual fragmentación de la hiperglobalización”.
Porque lo que está en juego en este siglo XXI parece ser la sustentabilidad real, la que permite a un país mantener ciertos equilibrios que están íntimamente relacionado con la demografía, por un lado –en el caso de Uruguay, hay que considerar a esta altura un problema la baja natalidad–, y, por otro lado, y tan importante como lo anterior, a la economía. Y con esto no nos referimos a números abstractos, sino más bien a la posibilidad de brindarle a los uruguayos un país con perspectivas de futuro.
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