La campaña electoral va adquiriendo un progresivo tono de radicalización que, en el caso de los frenteamplistas, a la virulencia del lenguaje suma la falsedad de un relato que por repetido ya no puede convencer a nadie.
No obstante, advertimos en quienes les prestan su apoyo que asoma un vicio colectivo que días pasados el periodista argentino Jorge Lanata denunciaba en su país, que es la tolerancia frente a la corrupción y la mentira. Es decir, mirar pasivamente, con indiferencia y sin alarmarse, la gestión torpe y costosa, de dudosa transparencia o, lo que es peor, denunciada por sospechas de corrupción.
Y no obstante, imputar al gobierno actual de “falta de autoridad moral”, de “corrupciones”, de manejar “un país sin rumbo “, de persecuciones y ocultamientos”, sin la menor autocrítica, luego de haber gobernado durante un plazo de 15 años, con todos los poderes que otorgan las mayorías parlamentarias, y haber cometido todas las arbitrariedades, acomodos, nepotismos y despilfarros millonarios, que le costaron al país miles de millones de dólares. Ancap debió ser recapitalizada en 500 millones de dólares y el senador Jorge Gandini, ayer nomás, recordaba que el país, todavía este año pagó 12 millones de dólares más al Scotiabank de Canadá por la compra de aviones que hizo Campiani y no pagó, pero los tiene que pagar porque el Cdor. Astori le dio el aval de nuestro Estado. Son dos ejemplos irrefutables de episodios que avergüenzan.
Como si fuera poco, los frentistas ahora alegan las “persecuciones contra dirigentes sindicales o políticos”, buscando darle trascendencia apocalíptica a un episodio menor con base en una respuesta del presidente, que no es siquiera puntual, sino anfibológica y referida al fárrago de las informaciones que estaba recibiendo. Como si existiese un tenebroso y sórdido aparato al estilo de las dictaduras comunistas como en Cuba o Venezuela, que les son tan gratas, destinado a perseguir y controlar la actividad de dirigentes sindicales y políticos.
Siendo mentirosas sus afirmaciones, pues el país está muy lejos de “caerse a pedazos”, preocupa la puntualización que hizo Jorge Lanata al ver acá también una tolerancia a la corrupción y a la mentira que significa el olvido del procesamiento de los altos jerarcas de los gobiernos frenteamplistas como Sendic, Lorenzo y Calloia o los de menor jerarquía como los representantes Cendoya o Placeres y otras denuncias que están en la Justicia, aún sin resolución.
Porque ante ese panorama, de la misma gente, ¿qué puede esperarse sino los mismos vicios?
La mala gestión está asegurada, como también el nepotismo, la improvisación y la falta de idoneidad, donde reinará el amiguismo, la asistencia a los “compas” y el clientelismo político.
La suba de impuestos ya se ha proyectado, con la finalidad de una mejora en la distribución, que debería ser, en cambio, el resultado de una mayor productividad. Pero ya se sabe que habrá más impuestos.
La creación del Ministerio de Justicia, proyectada con gran entusiasmo, pero sin la claridad de sus competencias, asegura el aumento del gasto y la ampliación del Estado. En cambio, no se inquieta el frenteamplismo del desastre en que ha sumergido su militante ex fiscal general Dr. Jorge Díaz con el nuevo Código del Proceso Penal a todo el sistema judicial penal, cuya crisis hoy obliga a tomar medidas que está reclamando la sociedad entera en forma unánime.
Nunca como en el momento actual el servicio de las fiscalías, que son quienes administran la Justicia Penal, han sido objeto de tan serios cuestionamientos al punto de que el senador Botana las ha calificado como “comités de base” del Frente Amplio, de igual manera que la exfiscal doctora Gabriela Fossati. Y hasta el propio presidente Lacalle ha criticado su desparejo accionar, diciendo que hay asuntos que se despachan en forma vertiginosa mientras que otros se demoran o están largo tiempo parados.
No se advierte en los dirigentes frentistas la intención de resolver el desquicio que han provocado y que le quita garantías a un sistema judicial penal en crisis, que antes fue otra cosa.
Hay que ser muy ingenuo para pensar que la gobernanza frentista pueda mejorar en algo la actual situación, pues ya se adelanta para sus cuadros eventualmente gobernantes la presencia de figuras que se hicieron conocidas por el total fracaso de sus gestiones.
Aparte, se debe asumir la certidumbre de que se va a instalar una política exterior de signo popular-progresista, que nos distanciará de una Argentina que hoy nos tiende una mano amistosa para solucionar nuestros problemas de dragado –después de 20 años de negativas kirchneristas y fracasos frenteamplistas– y nos acercará a Venezuela y Cuba, que no nos pagan lo que nos deben, y a la Nicaragua de Ortega, que completa una trilogía de autoritarismos alejados de todo sistema limpio y democrático.
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