Protección contra sanciones: cómo la mujer más rica de Rusia está construyendo una alternativa al sistema Swift
Tatyana Bakalchuk es la mujer más rica de Rusia. Es la fundadora de Wildberries, la contraparte rusa del minorista en línea estadounidense Amazon. Pero eso no es suficiente. Ahora está trabajando en un sistema de pago que pretende ser una alternativa a la red Western Swift y proteger así a empresas y particulares de las sanciones estadounidenses.
El grupo Wildberries de Bakalchuk colabora con el grupo Russ, la empresa de publicidad exterior más grande del país. Los esfuerzos fueron aprobados personalmente por el presidente Vladimir Putin, afirmó el servicio económico estadounidense Bloomberg, citando a dos personas cercanas al Kremlin. Putin encargó la vigilancia a Maxim Oreshkin, subdirector de la administración del Kremlin. El portavoz de Putin, Dmitry Peskov, dijo a Bloomberg que el presidente había ordenado a los funcionarios que revisaran el proyecto de plataforma digital de Wildberries y Russ Group, pero que aún no había detalles.
Además de un nuevo sistema de pago, Wildberries y Russ Group también quieren crear un mercado digital. El objetivo es ayudar a las pequeñas y medianas empresas a comercializar y exportar sus productos. La infraestructura combinada incluirá una plataforma de medios digitales, una red de estructuras publicitarias, centros logísticos y almacenes.
Geográficamente, el proyecto cubre la Federación de Rusia, los países de la CEI y los países del sur global en Asia, África, Medio Oriente, India y China.
También es probable que el proyecto reciba mucha atención porque la alianza de estados Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) está trabajando en una alternativa al sistema de pagos dominado por el dólar. Se espera que el tema esté en la agenda de la próxima cumbre de los Brics en Kazán, Rusia. El hecho de que el Kremlin apoye la iniciativa del Grupo Wildberries y Russ podría indicar que el gobierno ruso espera recibir impulso de las empresas para una solución de pago intergubernamental.
El comercio minorista en línea se está expandiendo en Rusia. El año pasado, las ventas aumentaron un 45%, hasta 8,3 billones de rublos (unos 940 mil millones de dólares), informa Bloomberg. Los ganadores son Wildberries y su competidor Ozon, que controlan más de la mitad del mercado. Después de que numerosos minoristas se retiraron de EE. UU. y Europa, a los dos minoristas en línea de Rusia todavía se les permitió vender productos occidentales. Moscú introdujo una ley que permitía la importación de productos a Rusia sin el consentimiento del propietario de la marca. Esto permitió a Wildberries y Ozon vender casi todo lo que podían vender antes de la guerra.
El gobierno ruso también ha aumentado el gasto de los consumidores en respuesta a las sanciones occidentales. El gasto anual de los hogares, incluido el gasto militar y social, aumentó un tercio el año pasado en comparación con 2021. Esto ha provocado que los salarios aumenten a un ritmo visto por última vez antes de la crisis financiera de 2008, informa Bloomberg. El poder adquisitivo de los consumidores rusos se ha fortalecido enormemente.
Bakalchuk también se benefició de este desarrollo. Según el Índice de multimillonarios de Bloomberg, ha aumentado su riqueza en un 41 por ciento desde 2022. En consecuencia, ahora puede considerar propios 8.100 millones de dólares.
Bakalschuk fundó la empresa en línea mientras estaba de baja por maternidad. Necesitaba ingresos porque carecía del salario que ganaba como profesora de inglés. Así que empezó revendiendo productos de la empresa alemana de venta por correo Otto.
Berliner Zeitung, 24-6-24
Declive militar y depresión política: ¿es EE. UU. la URSS de 1980?
Hoy en día suena raro, pero la Unión Soviética tuvo su momento de auge. El modelo de planificación centralizada fue adoptado como guía para el desarrollo en diferentes latitudes. Los soviéticos tenían el ejército más grande del mundo y el mayor arsenal nuclear. Sus neveras y sus coches eran una birria, pero sus metralletas y sus módulos espaciales fueron los mejores. La cuestión es que su imperio duró poco. Un día se desplomó como un señor de mediana edad estropeado por el tabaco, el alcohol y el juego. La perestroika nos permitió ver los estantes vacíos, la decrepitud moral y la obsolescencia económica. La visión cambió, y desde nuestras poltronas capitalistas dijimos: ¿cómo no iba un país así a perder la Guerra Fría?
Pero la borrachera de victoria en Occidente, particularmente en Estados Unidos, ha durado poco. Como ha observado el historiador británico-americano Neill Ferguson en The Free Press, 33 años después de que el hundimiento soviético desencadenase una época de unipolaridad y triunfalismo norteamericano, Estados Unidos está embarcado en una nueva Guerra Fría. Esta vez es contra China y con otra gran diferencia. En esta versión, Estados Unidos es la Unión Soviética. La Unión Soviética tardía.
El conservador Ferguson, que da clases en la Universidad de Stanford y ha escrito varios libros de historia económica y geopolítica, no es nada sospechoso de desearle ningún mal a su país adoptivo. Pero argumenta que no hay que ser un lince para ver de qué lado están hoy el desencanto y la desidia.
Más allá de las enormes, obvias y fundamentales diferencias entre ambos sistemas, uno totalitario y de economía planificada, y otro democrático y capitalista, hay razones por las que Estados Unidos recuerda a la URSS de los años setenta y ochenta. Entre otras, un déficit presupuestario aparentemente descontrolado, un ejército masivo que no gana guerras, un liderazgo gerontocrático y una infraestructura anticuada.
Los servicios públicos son también impropios de su economía y existe una desconfianza sin precedentes hacia las principales instituciones nacionales. Además, la élite, que por lo general se gradúa en las universidades de la Ivy League, se come casi todo el pastel económico y está a años luz de las sensibilidades de millones de sus compatriotas.
Empecemos por el estatus militar de superpotencia. Según Ferguson, para que un imperio siga siéndolo su gasto en el pago de la deuda nacional no puede superar el gasto en defensa. En el momento que esto ocurre ese imperio puede empezar a decir adiós a su influencia. “Esto fue verdad con la España de los Habsburgo, el antiguo régimen de Francia, el Imperio Otomano y el Imperio británico”, escribe Ferguson, y añade que Estados Unidos está adentrándose en ese mismo territorio.
El pago de los intereses de la deuda nacional, que ya supera los 34 billones (trillions) de dólares, se duplicará previsiblemente para 2041, lo que puede obligar a Estados Unidos a reducir el gasto en defensa del actual 2,9% a un 2,3%. Y en una época de conflictos crecientes en todo el mundo, empezando por Ucrania, Oriente Medio y la escalada militar y tecnológica de China en el Pacífico Sur.
En Washington, esto preocupa. “El Ejército de Estados Unidos tiene escasez de equipamientos modernos, penuria de entrenamiento y de financiación para el mantenimiento, y un atraso masivo en las infraestructuras”, dice un reciente informe del senador Robert Wicker. “Está demasiado sobrextendido y pobremente equipado como para afrontar todas las misiones que se le asignan con un nivel razonable de riesgo. Nuestros adversarios lo reconocen y eso les hace más agresivos y aventureros”.
El texto se refiere a las Fuerzas Armadas americanas de 2024, pero podría referirse a aquellas Fuerzas Armadas soviéticas que, con más de 3,6 millones de soldados activos, no pudieron vencer en Afganistán tras 10 años de conflicto. La comparación con las eternas y estériles guerras de Estados Unidos en Irak y Afganistán es tentadora.
Pasando a otra arista, la falta de confianza en las instituciones es el légamo primordial del que emergen todos los problemas políticos internos. En la Unión Soviética las políticas de transparencia de Mijaíl Gorbachov demostraron la frustración, la rabia y el cinismo que habían acumulado los ciudadanos, dispuestos a socavar el régimen y a abrirle las puertas al populista Borís Yeltsin.
En Estados Unidos, hoy en día, la confianza en las instituciones es casi inexistente. Un sondeo de Gallup dice que solo el 17% de los americanos confía en el sistema penal, un 14% en los medios de comunicación y un 8% en el Congreso. Un profundo descontento estructural que explica en buena medida el ascenso de Donald Trump.
El aspecto más a flor de piel, evidente también para quienes no sigan los datos de gasto militar o las encuestas de Gallup, es la degradación de los estándares básicos de bienestar en Estados Unidos. Tras varios años de caída en la esperanza de vida, revertidos ligeramente según los datos preliminares de 2023, el estadounidense medio vive 76,4 años: cuatro menos que la media de los países de la OCDE y siete menos que un español. Si miramos solo a los datos de los hombres, la diferencia se ensancha. El índice de mortalidad del hombre estadounidense de entre 40 y 69 años es ya mayor que el índice de mortalidad del hombre ruso de la misma edad.
De todas las razones que pueden explicar este aumento de la mortalidad entre la población masculina de mediana edad de Estados Unidos, la más importante son las llamadas “muertes por desesperación”: una categoría que engloba los suicidios, las muertes relacionadas con el alcoholismo y, sobre todo, las muertes por sobredosis, que se han cuadruplicado entre 2002 y 2022.
Si en la Unión Soviética había un problema de alcoholismo devastador, sobre todo entre los hombres, en Estados Unidos hay una devastadora epidemia de adicción a los opioides: responsable de cerca del 80% de las más de 107.000 muertes por sobredosis registradas en 2022.
El Confidencial, 25-06-2024
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