Michele Santo se recibió de economista en la Universidad de la República en febrero de 1983. Ese mismo año se instaló en Estados Unidos a estudiar en Chicago. Allí obtuvo el título Master of Arts en economía y posteriormente el doctorado. En diálogo con La Mañana hizo una actualización de la situación económica de nuestro país.
¿Cuál es la realidad económica que está viviendo Uruguay?
Es una realidad que se enmarca en un contexto regional y mundial complicado, con un comportamiento típico de año electoral. Creo que la economía va a mostrar un rebote de crecimiento por temas que compensarán el efecto de la sequía del año pasado. También por un aumento de gasto vinculado al año electoral, como suele ocurrir en todos los años, sin que eso constituya un crecimiento orgánico y sostenible en el tiempo, más allá de que cuando promediemos 2023 y 2024 nos ubiquemos en lo que ha sido un poco la tendencia en los últimos 10 años, con un crecimiento promedio anual del 2% o un poco menos, que claramente no alcanza para generar un aumento sostenido de las mejoras de condiciones de vida a las que aspira la población. Ahí hay temas estructurales metidos y un contexto externo que complica el panorama y sobre lo cual Uruguay no tiene prácticamente ningún poder de acción, por no decir ninguno.
Estamos en tiempo electoral, ¿sorprende la falta de propuestas económicas en la campaña?
De alguna manera, sí. Por otro lado, todas las propuestas que se podrían hacer para mejorar esta situación no son simpáticas desde el punto de vista político, razonablemente. Se está al comienzo de una campaña en la que, en general, los candidatos tienden a realizar promesas simpáticas para el electorado. Nada se ha escuchado hasta ahora para atacar los problemas estructurales que tiene el país, generados en estos últimos diez años, un comportamiento económico paupérrimo. De hecho, una vez que se acabó el boom de los commodities, allá por el 2011-2012, que fue lo que generó esa sensación de que de alguna manera se le había encontrado la vuelta a los problemas económicos de Uruguay durante el primer gobierno del Frente Amplio de Tabaré Vázquez, ahí se terminó la historia. A mediados del gobierno de José Mujica se terminó el boom del precio de los commodities y volvimos a la realidad.
¿El aumento de las políticas sociales generó un desbalance?
No al nivel de lo que ocurrió en Argentina, pero sin duda que el gigantesco aumento de gasto público y presión tributaria implícita y explícita que hubo desde el 2005 hasta el 2019, genera un problema, eso hay que pagarlo de alguna manera. El caso paradigmático es el de Argentina, donde el gasto público subió más de 20 puntos del PBI. En Uruguay pasó algo similar, no en la misma magnitud ya que obviamente, por su acceso a los mercados de capitales, Uruguay tuvo más facilidad para financiar ese crecimiento. Pero llega un punto en el que si uno quiere tener un peso del Estado que incluye políticas sociales como el sistema de seguridad social, que si bien es de los que tienen mayor cobertura del mundo, es también el que genera de los mayores gastos. Y hay que pagarlo de alguna manera. Tener un gasto público a niveles similares de los países de la OCDE, pero con productividad del tercer mundo, genera un problema, es uno de los tantos temas estructurales que tenemos.
¿El número del déficit fiscal es el correcto o la realidad se muestra algo más compleja?
Creo que las cifras son incuestionables, no me voy a poner a cuestionar las cifras fiscales en Uruguay. Los datos económicos a lo largo de todos los gobiernos han sido lo que son, y más allá de algún pequeño efecto puntual, que en general se capta en las mismas estadísticas, porque se dice “el déficit mejoró por tal o cual motivo”, o lo que sea, las cifras son lo que son. Ahora en déficit estamos en el eje del 4% del PBI, pero más que el número en sí, lo que a mí me preocupa es el tamaño del gasto global, porque es lo que genera el nivel de presión impositiva global que tenemos. Sobre todo, lo que preocupa es la eficiencia en la ejecución de ese gasto, o sea, qué es lo que el sector privado está recibiendo por los impuestos que paga.
Ahí aparece otro de los problemas, porque si tuviéramos una eficiencia del gasto público del estilo de los países escandinavos, y entonces uno pagara por recibir servicios de salud, seguridad, educación, y no tuviera que volver a pagar educación privada, salud privada, servicios de seguridad privada, es una cosa. Ahora cuando se tiene que pagar dos o tres veces por recibir los servicios que supuestamente tiene que dar el Estado, como es el caso de Uruguay, entonces el sector privado está doblemente recargado. Primero, por los impuestos que paga, y en segundo lugar para, aquel que puede, tener que volver a pagar por los servicios que supuestamente debería recibir con los impuestos que paga.
¿Cómo nos posiciona el atraso cambiario en el régimen de competencia?
Es uno de los problemas que tenemos y que ha sido una constante en los últimos 40 años, por lo menos. Tenemos que cortar con esta situación, en la que la única forma de tener una inflación en pesos relativamente baja es siendo un país caro en dólares o teniendo una alta inflación en dólares. Para eso se necesitan reformas estructurales importantes, cambios en el manejo de la política macroeconómica que requeriría una reducción importante del tamaño del gasto público, un equilibrio de las cuentas fiscales para dejar de emitir deuda para financiar el déficit.
Deberíamos ir, como mínimo, a un equilibrio fiscal global que permitiera, a su vez tener, una política monetaria relativamente más expansiva, dejar de colocar letras de regulación monetaria como manejo de la política fiscal, flexibilizar la política salarial y lograr la mayor apertura posible de mercados. Después hay temas estructurales con los cuales tenemos que convivir y que tienen que ver con la escala del país, que implica que inevitablemente tengamos altos costos internos, algo que difícilmente se pueda mejorar. Con una población que es más chica que la de un barrio de San Pablo, debemos tener un Estado que cumpla con todas sus funciones, con las básicas relaciones exteriores. Uno podría pensar, ¿es necesario tener 19 gobiernos departamentales con el tamaño que tiene Uruguay? ¿Es necesario tener Fuerzas Armadas con el tamaño que tiene el Uruguay, con las características que están teniendo las guerras en la actualidad o tendremos que reformular las funciones de las Fuerzas Armadas? Y así podríamos seguir. ¿Es necesario tener embajadas en tantos países o habrá que racionalizar el servicio exterior? Son cosas que agregan a los altos costos internos en dólares. ¿Hay capacidad de desregular los mercados domésticos que actúan en condiciones de monopolio, en muchos casos generados por las propias regulaciones del Estado en temas sanitarios y demás, o se puede ir a una desregulación que habilite una importación más fluida de determinados productos que contribuyan a bajar esos costos internos? Hay mucha tela para cortar, son problemas difíciles desde el punto de vista político y por eso hace 40 años, por lo menos, que estamos lidiando con la misma historia, que se puede sobrellevar en la medida en que los precios externos y las condiciones externas permitan que el sector exportador tradicional pueda más o menos irla llevando, pero que cuando cambian las condiciones internacionales, generan problemas, que es un poco la situación que se está viviendo con la competitividad y la rentabilidad que están teniendo los exportadores del sector primario.
¿La presión tributaria fomenta la informalidad?
Sin duda. Cuanto más alta es la presión tributaria, mayor es el incentivo para no pagar esos elevados impuestos. Tener un IVA como tenemos en Uruguay incentiva que la gente trate de evitar pagarlo. Tener un impuesto a la renta tan alto como ocurre en Uruguay, también. Una cosa es tener un esquema como el que tiene Paraguay, de 10% de impuesto al valor agregado, 10% de impuesto a la renta empresarial y 10% de impuesto a la renta personal, y otra cosa son los niveles tributarios que tenemos en Uruguay. Ni que hablar de lo que existe en Argentina actualmente, por eso la gigantesca informalidad, donde aproximadamente la mitad de los empleos son en negro.
¿El país tiene que ir a un ajuste fiscal?
Gane quien gane la elección, va a haber que sincerar un par de cosas. Una es la situación fiscal, no creo que sea sostenible en el tiempo un déficit del 4%, ni que hablar si se aprueba el plebiscito de la seguridad social, porque eso compromete la salud fiscal a mediano y largo plazo del país. También hay que sincerar la política cambiaria. El problema de competitividad que está generando la actual combinación de políticas económicas va a haber que sincerarlo, especialmente si el contexto internacional se sigue manifestando menos favorable de lo que es en la actualidad, lo cual es bastante probable.
¿Cómo se ubica a Uruguay en la realidad económica de la región?
Sin duda que, con respecto, a los dos vecinos, Argentina y Brasil, estamos relativamente bien, porque los problemas que tiene Argentina son monumentales y habrá que ver si el presidente Milei logra sostener en el tiempo este ajuste inevitable que está llevando a cabo y si la sociedad lo tolera. Se ha evitado un desastre de proporciones en Argentina, pero sobre todo por la situación política que hay, estamos lejos de esa recuperación en forma de V que está deseando el gobierno argentino. Con respecto a Brasil estamos relativamente mejor en cuanto los indicadores financieros, pero la capacidad y la flexibilidad que tiene la economía de Brasil es totalmente diferente a la que tiene Uruguay. Creo que con Brasil podemos seguir teniendo o incrementando los problemas de competitividad diferencial en contra del Uruguay y a favor de Brasil, lo cual puede generar un problema, dado que obviamente competimos con Brasil en la prácticamente totalidad de las exportaciones del sector primario a excepción del arroz.
En lo referente a mejorar la economía, ¿cómo deberíamos situarnos a nivel internacional siendo un país pequeño?
Sin duda que trataría de firmar la mayor cantidad de acuerdos de apertura de mercado, con la mayor cantidad posible de países, con el apoyo del Mercosur o sin el apoyo del Mercosur. Es inevitable para un país de la dimensión económica de Uruguay buscar mercados en el exterior. A la luz de lo que es la situación regional, no queda otra que ir fuera de la región. Además, la región claramente es competidora de Uruguay en todo lo que sea exportaciones de productos primarios, así que ahí no ganamos muchas cosas. Me parece fantástico que se hayan firmado acuerdos con Malasia, ojalá se pudiera firmar algún acuerdo con India y ojalá que se pudieran firmar acuerdos con la mayor cantidad de países posibles.
¿La idea es diversificar el mercado?
Sí, eso sería fundamental. Después están los temas de generar las condiciones internas en materia de competitividad para poder aprovechar esa apertura de mercados que eventualmente se consiga. La apertura de mercado es positiva de por sí, ahora cuánto podamos aprovechar eso va a depender de la capacidad doméstica de generar condiciones competitividad para maximizar las exportaciones que podamos hacer a ese destino y a otros con los cuales eventualmente se puedan firmar acuerdos comerciales.
¿Estamos en un momento en el cual, por el afán de recibir inversiones, gastamos más de lo necesario?
Lo que pasa es que si no se dan esas condiciones las inversiones no vienen. Se necesita que vengan para poder mostrar, mientras esas inversiones se hacen, mejores números de crecimiento, de ocupación, etcétera. Es un tema difícil determinar qué inversiones vendrían de todas maneras y qué inversiones no vendrían si no se le dan los incentivos fiscales. Es un tema que hacia adelante va a ser difícil de repetir, por todo el tema de la armonización de los incentivos este que se ha discutido y aprobado a nivel de OCDE y de principales países, va a ser cada vez más difícil que se otorguen ese tipo de incentivos. Pero sin dudas es algo a lo que los gobiernos a corto plazo se abrazan, sobre todo en un país de la dimensión de Uruguay. Una parte importante del crecimiento que tuvimos en el 2021, 22 y 23, fue por la construcción de UPM 2. Ahora las cifras de comercio exterior van a mejorar por las exportaciones de pasta de celulosa. Lo mismo pasó antes con UPM 1, con Montes del Plata y así sucesivamente. Hay pocos países en el mundo, que yo conozca, en que las estadísticas de crecimiento de producción industrial se dan con refinería de Ancap o sin ella, o con las plantas de celulosa o sin las plantas de celulosa. El PBI del primer trimestre en Uruguay estuvo impactado negativamente por la parada de la refinería de Ancap, positivamente impactado por el funcionamiento pleno de la planta celulosa. Las estadísticas se hacen con las exportaciones de zona franca y sin exportaciones de zona franca por el mismo motivo. Creo que eso ejemplifica la importancia que tienen esas inversiones extranjeras en un país de la dimensión económica de Uruguay.
Las personas reclaman por las exoneraciones que las empresas reciben, en contrario con las pequeñas y medianas empresas uruguayas a las que se les exige más de lo que pueden dar. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Estoy totalmente de acuerdo con eso, me parece que deberían ser las mismas condiciones para todos independientemente del tamaño de las inversiones. El problema es que para hacer eso, hay que bajar el costo del Estado. Si no se baja el gasto público es imposible, más allá de la justicia y de los reclamos desde el malestar que genera el tema de tener que seguir siendo siempre los mismos los que pagan impuestos para sostener un tamaño de gasto público creciente, y después ver esas inversiones multimillonarias que no pagan ningún impuesto. Estoy de acuerdo con la esencia del reclamo y me parece totalmente justo, pero quién le pone el cascabel al gato, ¿no? Porque no pagar impuestos como las empresas multinacionales implica decir ¿cómo pagamos el tamaño del Estado, la seguridad social y las políticas sociales que tenemos en la actualidad? Es un tema que nadie ha solucionado hasta ahora y que creo que difícilmente alguien vaya a solucionar a futuro, lo cual es uno de los de los problemas estructurales que tenemos hacia adelante y que van a impedir, en mi opinión, que tengamos una tasa de crecimiento tendencial a mediano plazo muy distinta al paupérrimo 2% que hemos tenido en los últimos diez años. Tendremos algún momento de mayor euforia si tenemos precios favorables de exportación, tendremos problemas cuando el contexto externo se deteriore, pero esencialmente no tenemos condiciones estructurales para tener un comportamiento diferente al que hemos tenido en los últimos diez años.
¿Cómo logramos el equilibrio entre lo que la persona necesita ganar y entre lo que el empresario puede pagar?
Lo que pasa es que lo que la persona necesita para vivir bien debe tener su correlato en la productividad que esa persona tiene. Cuando usted pretende niveles salariales por encima de lo que la persona produce, tenemos un problema, y ahí es otro de los temas estructurales de larga data que tenemos en Uruguay. En la medida en que uno fuerce un nivel de salario promedio de la economía por encima de la productividad de la economía, tenemos un problema que a la corta o a larga se traduce en un aumento del nivel de desempleo. Si no hay un correlato entre el nivel de salario medio y la productividad media de la economía, con accionar de los sindicatos o sin accionar de los sindicatos, ahí vamos a tener un problema.
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