Este sábado 6 de julio se celebrará el Día Internacional del Cooperativismo. La Mañana conversó con cooperativas agrarias, de trabajo y de vivienda, para conocer la realidad de esta forma de organización en Uruguay.
Vivir en comunidad
Ana Pehar vive en el Complejo Bulevar Artigas desde sus inicios, una solución habitacional integrada por tres cooperativas y que en agosto celebrará sus 50 años. Tal como relató a La Mañana, la ley de vivienda del arquitecto Juan Pablo Terra, aprobada en el año 1968, posibilitó que la gente de escasos recursos accediera a una vivienda a través de la construcción solidaria. “En ese momento comenzamos a nuclearnos, primero por gente amiga o por lugares de trabajo”, relató.
El predio fue propiedad del Ejército hasta 1971, cuando se cedió a la Curia de Montevideo como parte del pago por la compra del edificio en desuso del Seminario Arquidiocesano en Toledo, y vendido luego a las cooperativas. “La Iglesia decidió no venderlo como propiedad inmobiliaria, sino con un fin social a un precio mucho más beneficioso”, recordó Pehar. Así es como las cooperativas de funcionarios de asignaciones familiares, de bancarios Olimar y la Florida –constituida a su vez por tres cooperativas pequeñas– trabajaron con el Centro Cooperativista Uruguayo para la edificación, contemplando las necesidades habitacionales de cada familia.
Hoy cada cooperativa del complejo tiene su asamblea semanal, con una comisión central administradora para gestionar el mantenimiento de los edificios. Dicho mantenimiento se hace a través de empresas tercerizadas con un personal estable, que se encargan de la limpieza, seguridad, contaduría, administración, y jardinería. También se lograron otros servicios en el complejo, que es de acceso libre, como un supermercado que “amplió mucho su planta”.
Pehar contó que con los años se sumaron muchos vecinos en la zona, pero que el complejo mantiene el espíritu cooperativo. “Nos negamos a cercar el predio con rejas, porque tenemos un espacio hermoso de jardín que sentimos que pertenece a la comunidad. El uso comunitario corresponde a un concepto cooperativo de solidaridad y apertura. Queremos mejorar la vida cotidiana de la gente”, aseguró.
Con ese mismo espíritu cooperativo el complejo logró salir adelante luego de una tragedia ocurrida hace 30 años en el cruce del arroyo Solís Chico, que involucró a niños y jóvenes de las cooperativas. “Fue muy duro. Tengo grabado en los oídos el silencio de este lugar. Pocos años atrás se hizo una plantación de un árbol recordando el hecho y una piedra en el suelo grabando el recuerdo, como algo simbólico, pero costó mucho”, recordó emocionada.
Con los años, las cooperativas de Bulevar lograron un espacio de comunidad, brindando atención a personas mayores con actividades de coro, danza folclórica, manualidades, juegos de caja y meriendas colectivas. En convenio con la Intendencia, cuentan con un taller de tango y milonga, con encuentros y bailes compartidos con personas de otros lugares. También se organizan jornadas de reciclaje, campamentos para niños, actividades de lectura con adolescentes y clases de yoga, zumba y gimnasia para todo público. Además, las cooperativas colaboran con las ollas populares de la zona. Los aniversarios del complejo –24 de agosto– se celebran de manera abierta, con espacios de recreación y espectáculos.
De odontólogos a emprendedores
Reddentis nació en 1999. Se trata de una cooperativa de odontólogos con 161 colegas en Montevideo, que a su vez trabaja con más de 30 cooperativas en el interior del país, sumando un total de 700 trabajadores. Rosana Perdomo, directora de la red, dijo a La Mañana que llevarla adelante fue realmente un desafío. “Salimos de la facultad sabiendo de odontología, pero no dirigir una empresa”, relató. No obstante, el sueño de lograrlo se cumplió, lo que les significa una “profunda alegría” que los lleva a redoblar el compromiso de seguir actualizando las prácticas y generar trabajo.
La cooperativa cuenta con un consejo directivo que trabaja en comisiones para lograr la gestión que se reúne una vez por semana para pensar en oportunidades de mejora. Allí, tratan de utilizar herramientas de política pública –a través de Inacoop, Inefop y ANDE– para presentar proyectos con técnicos calificados. “En otra época, queríamos llegar a institutos y no podíamos hacerlo. En 25 años hemos golpeado muchas puertas para tener esto. La posibilidad de capacitaciones de calidad y de asistencias técnicas calificadas es un gran instrumento para cooperativas que no están en condiciones de tener un consultor permanente”, expresó Perdomo.
El camino del cooperativismo fue elegido desde el inicio. Al principio fue por asesoramiento, pero con el tiempo descubrieron sus beneficios reales. “Es una forma de vivir diferente. Nuestra profesión es muy individual, porque trabajás solo en el consultorio. Implementar acciones en conjunto da un valor agregado importante. Por eso intentamos promover esto a otros grupos que tienen intenciones de conformarse como cooperativa, para promover esta forma de trabajo más solidaria y comprometida”, afirmó.
Como en toda organización, hay desafíos a afrontar. La directora de Reddentis dijo que hay ciertos problemas referido a lo tributario. “Los insumos odontológicos a través de la Caja tienen más impuestos que los mismos insumos si los compra la medicina. Eso encarece la atención. Pensamos que eso debería revertirse, los índices de patología vocal son bastante altos, pero hay gente no puede acceder”. Contrariamente a la alta demanda de atención odontológica, hay preocupación en la inserción laboral de los más jóvenes. Por esto, actualmente están en campaña para facilitar ingresos a los nuevos recibidos en odontología.
Otra preocupación es la medioambiental, por lo que Reddentis está trabajando en la campaña “Re Cepillo” para reciclar los cepillos que usualmente se descartan. “Son dimensiones que antes la cooperativa no tenía tiempo ni recursos para trabajarlas, pero uno va tomando conciencia, escuchando a otros, y en eso estamos”, concluyó.
Más allá de la seca
Jumecal, cooperativa agraria fundada en 1965, reúne a unos 170 socios en la zona de producción de Melilla y sus alrededores, abarcando un área de influencia de más de 2300 hectáreas. Como integrante de las Cooperativas Agrarias Federadas (CAF), ofrece insumos, servicios de laboratorio y almacenamiento en frío para los productores. Actualmente representa el 30% de la producción nacional de manzanas y el 20% de la producción de peras.
Javier Martínez, presidente de Jumecal, contó a La Mañana que el cooperativismo fue un pilar esencial para la subsistencia del sector. La cooperativa nació a partir del problema de la conservación de la fruta, y fue “la salvación” para los pequeños y medianos productores. “Siempre es bueno trabajar en conjunto en vez de individualmente. Se puede obtener beneficios, como compras mayores de insumos, o no tener el problema de que cuando los cajones se vacían se sube el precio. Sin lugar a duda, tener un patrocinante cooperativo para presentar proyectos a nivel gubernamental también es una gran herramienta. La unión hace la fuerza”, valoró.
La sequía del año pasado aún les pasa factura. Tal como relató Martínez, se perdieron montes enteros de plantaciones que necesitan años para dar frutos. Hoy, dichas plantaciones muestran el estrés que sufrieron durante aquel período, lo que llevó a que muchos productores quedaran por el camino. Si bien el presidente de Jumecal entiende que el gobierno tuvo que atender factores externos como la pandemia, piensa que su sector no recibió la mejor atención durante la crisis hídrica. “Lo hablamos con las autoridades del gobierno y no obtuvimos más que endeudamiento al sector. Nadie está pidiendo que se regale plata, pero en este caso capaz que no era el momento para el endeudamiento”, señaló.
Más allá de la seca, también enfrentan la falta de recambio generacional. El sector dejó de ser atractivo para la juventud y las familias productoras han ido decayendo. “Vemos morir el sector, de cierta manera”, lamentó Martínez. A nivel cooperativo, también se sufre de poca participación en las asambleas ordinarias, algo que, a su juicio, es común a otras cooperativas. “Llegamos justo al límite del quórum. Tenemos cerca de 170 socios, con una participación de máximo 22 o 23 personas”, aseguró Martínez. A su entender, la gente “se descansa” mientras la cooperativa no enfrenta problemas extraordinarios.
Como desventaja, Martínez también señaló que Jumecal está por fuera de muchos de los beneficios fiscales que tienen las empresas particulares. “Por ser cooperativa, gastando la luz que gastamos para la conservación de la fruta, no podemos descontar el IVA. Tampoco entramos en planes de inversiones, las que hicimos fueron con base en créditos. El Banco República nos ha dado una muy buena mano en ese sentido”, concluyó.
TE PUEDE INTERESAR: