El doctor Claudio Mate Rothgerber, exministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires entre 2005-2007, dialogó con La Mañana sobre el proceso de legalización de las drogas y se mostró crítico con las políticas llevadas adelante por los gobiernos de la región.
¿Cuál es el panorama en la región con respecto al consumo de marihuana?
La mirada que yo tengo está basada en los datos que publica anualmente Naciones Unidas. Ellos expresan su preocupación por el crecimiento del consumo en la región. Especialmente, la mirada se focaliza en los países del Cono Sur: Uruguay, Argentina y Chile, locomotora de este crecimiento en drogas como la marihuana. En Argentina ha crecido un 160% en la última década contra un aumento del 20% como promedio mundial y entiendo que Uruguay también ha tenido un crecimiento importante en el consumo de marihuana al igual que Chile. Los tres países, más o menos con sus matices, tienen la misma posición, tanto política como legislativa, con respecto a esta droga.
Uruguay tiene un proceso de legalización en la producción y la venta. ¿Qué situación se registra en Argentina y Chile?
En el caso de Uruguay, como dijo en su momento el presidente Mujica, cuando se impulsaba la ley de comercialización estatal de marihuana, era un ensayo sobre algo que todo el mundo estaba observando: qué pasaba con la estatización del narcomenudeo, por llamarlo de alguna forma. Es entregar desde el Estado los volúmenes de consumo que antes entregaba el narcotráfico. Este ensayo uruguayo es distinto a lo que ha intentado en cualquier otro país, por eso se lo mira con mucha atención. Lo que tienen en común Argentina, Uruguay y Chile es entender el problema de la droga desde lo individual y otra mirarlo desde la perspectiva de los mercados. Cuando se considera la marihuana, como todas las drogas legales e ilegales, una mercancía, pone otra perspectiva distinta a la del individuo, que explica mucho más. Cuando se mira desde la perspectiva de que esto es un mercado, entonces hay alguien que se queda con la renta.
¿Lo considera un negocio?
En nuestros tres países hay una industria, sobre todo en cannabis, muy activa en pos de desregular este mercado y quedarse con lo que hoy sería la renta del narcotráfico. Es pasar de una ilegalidad a un mercado formal y operar como se ha hecho con el tabaco, el alcohol u otras drogas ya en manos de la economía formal. Por eso se está operando en estos tres países con muchísima fuerza desde hace por lo menos 10 o 15 años, impulsando operaciones legislativas o políticas, para avanzar hacia una liberalización. En su momento, Uruguay ensayó una tercera vía que no era ni prohibición ni privatización, sino la vía estatal. Pero los que proveen al Estado de la mercancía que se entrega a través de farmacias son parte de empresas privadas. En esta etapa de apertura de mercado lo que más impacta sobre la expansión del consumo es que las operaciones construyen un relato medio romantizado de la marihuana. O sea, se ocultan los daños, como hicieron las tabacaleras tiempo atrás. También se tergiversa información sobre el uso que tenga alguna molécula con fines paliativos en el tratamiento de algunas enfermedades. Van creando condiciones de relajamiento para llevar al pensamiento de “no sé por qué no es legal, si no hace nada”.
¿Cómo se maneja este tipo de operación para minimizar los daños que produce la marihuana?
Esto se llama “derrumbe en la percepción de riesgo sobre un producto”. Es sobre lo que más han operado y la verdad es que está desdibujada la potencia de daño que tienen las drogas. Existe, además, un fenómeno que Uruguay está viendo. Como son drogas, hay un fenómeno de tolerancia y quién ingresó al consumo a través de la facilitación que hace una determinada política después va a buscar drogas de más potencia o la misma droga, en este caso la marihuana, con mayor concentración de THC. Entonces se va a la discusión en la droga estatal en Uruguay de cuál es el límite en la concentración de THC. Queda claro que no hay regulación posible porque va a in crescendo, no solo el número de consumidores, sino la búsqueda de una mercancía de mayor potencia psicoactiva.
¿En qué se encuentra la discusión sobre legalización del mercado de la marihuana en Argentina?
En Argentina hay un fallo de la Corte Suprema de 2009 que despenaliza la tenencia de todas las drogas. A partir de este concepto, Argentina no legisló, no hizo una categorización, por lo tanto, ninguna tenencia de ninguna droga para uso personal está penalizada. El consumo nunca estuvo penalizado en Argentina, sino la tenencia se penalizaba hasta este fallo. Pero después de eso, hubo otro avance de la industria que logró perforar la legislación sobre el cannabis, con dos desregulaciones que tienen que ver con la producción para supuestos fines medicinales. Y esto lo pongo entre comillas, porque no hay ninguna agencia de control de medicamentos ni en Argentina ni en el mundo que considere ni la marihuana ni ninguno de sus derivados como una medicina. Esa ley generó un registro donde cualquier persona puede cultivar marihuana con fines médicos. Hay cerca de 300 mil personas anotadas en ese registro para cubrir una gama de enfermedades que no condice con el número de producción.
Entonces, en Argentina solo se permite el cultivo personal con fines medicinales.
Es así, pero en realidad se termina con el mismo resultado. La persona declara que cultiva para uso medicinal con una certificación de cualquier médico y ya está registrado. No hay una trazabilidad sobre la cantidad de plantas que se puede tener.
¿Qué opinión le merecen las empresas que se dedican a las plantaciones para utilizar la marihuana de manera medicinal?
A las personas interesadas en usarla como medicinal les diría que se informen primero a través de su propio médico y después mediante las sociedades científicas. El uso del CBD aislado en condiciones de laboratorio y dosificado a través de un seguimiento médico, por supuesto que en algunos casos de epilepsia tiene como resultado la reducción muy importante en el número de las convulsiones. Eso se produce porque lo que está impactando desde el punto de vista farmacológico es una reducción de actividad neurológica. La epilepsia es una sobreestimulación del sistema nervioso central, que una persona sin epilepsia controla con sus propios endocannabinoides. Cuando falla esa producción se reemplaza por fármacos, y cuando fallan esos fármacos, el cannabidiol es una tercera o cuarta opción. Es un paliativo con el costo de estar bajando actividad neurológica. Pero en una persona sin la enfermedad, el uso de marihuana se nota en Argentina, por ejemplo, en las escuelas, con chicos que llegan con dificultades de comprensión, de procesos cognitivos, de memoria y de atención.
¿Por qué en Argentina, Uruguay y Chile se ha dado un incremento en el consumo y hacia dónde se va?
Hemos tenido instituciones muy permeables al accionar de esta industria y con una apresurada decisión en términos legislativos y de fijación de políticas. Eran países que no tenían grandes problemas en el pasado con el consumo de drogas. Nos han llevado por estas legislaciones a ser productores. En Argentina hay gobiernos provinciales declaradamente volcados a esta industria, con la idea de que va a ser fuente de ingresos. A nivel global, es muy probable que el mundo sufra una tensión con esto de los mercados abiertos de drogas. No olvidemos que con la prohibición también radica una de las principales fuentes de fuga de divisas de los países centrales. Es decir, la droga es el commodity que más dólares y euros extrae de las economías centrales. Son además países altamente consumidores y una forma de resolver la fuga de divisas es la legalización. Y ahora estamos en una situación con estas industrias de producción de cannabis instaladas en el sur y en término de intercambio gana el sur y pierde el norte. Esto es lo raro y no es tolerable. Por algo la primera bandera de legalización de las drogas es el Consenso de Washington, donde se plantea parar la fuga de dólares a través de la legalización. Entonces es muy probable que esta presión legalizadora termine triunfando.
¿Es posible una regulación del mercado de las drogas?
No hay regulación posible sobre este mercado, ya que por el propio devenir del consumo, a quienes se quiere proteger, de alguna manera evitando su consumo, los termina cubriendo el narcotráfico. Salvo que se libere todo se puede conseguir algún beneficio, entre comillas, en que se va a eliminar el narcotráfico. Si se pone una regulación, por mínima que sea, ese espacio que queda lo cubre el narcotráfico y con un público que buscará una potencia de drogas que no encuentra en el mercado regulado. Eso es insostenible para cualquier sociedad y por algo ningún país lo ha hecho. Por el contrario, lo que uno observa, es que naciones como Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia u Holanda, que empezaron en los años 70, 80 y entrados los 90 con una desregulación, hoy son países que han pasado al otro lado. Son muy rigurosos en los controles y la verdad es que están consiguiendo reducir el consumo de una manera muy importante.
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