Luis Porto es un economista de referencia en Uruguay. Actualmente es asesor principal de Estrategia y Desarrollo Organizacional de la Organización de Estados Americanos. Desde su trayectoria y actual cargo se ha vuelto un gran conocedor y analista de la realidad actual que vive la región. A continuación, la conversación de La Mañana con el especialista.
¿Cuáles son hoy los aspectos más importantes de las economías latinoamericanas, que de alguna manera siguen con dificultades para mejorar sus niveles de desarrollo o complicadas dada la existencia de mayores niveles de violencia, presencia creciente de economías ilegales, segregación residencial, problemas ambientales crecientes, dificultades políticas, entre muchas otras?
Efectivamente, América Latina tiene todas esas problemáticas que se mencionan en la pregunta, pero lo que está explicando el agravamiento en todas estas dimensiones y el surgimiento de realidades cada vez más complejas es el desarrollo desigual y fragmentado del continente. Hasta en los países con mayor cohesión social, esta se está erosionando.
¿El contexto internacional se plantea como una oportunidad para la región o como de amenazas crecientes?
Siempre son las dos cosas: oportunidades y amenazas. Pero en este momento estamos en una situación particular, que me gusta definir como un momento histórico de bifurcación. Concepto que no viene de la economía, sino de la matemática y de la física, pero que explica claramente el momento en que estamos. Significa que están cambiando los parámetros que explican la evolución del sistema. Se están dando cambios de la mano de la cuarta revolución industrial. Surge el talento, la data, entre otras cosas nuevas que generan rupturas importantes a nivel productivo. Un cambio importante es lo que hasta hace poco llamábamos cadenas globales del valor, la robotización, la inteligencia artificial, la biotecnología, entre otros, y la fertilización cruzada entre todas estas. Esto cambió la forma de producción. En la industria ya no se necesitan las cadenas globales de valor porque ahora puede ser más conveniente producir en cadenas nacionales o regionales. Han aparecido fenómenos como el re-shoring, el nearshoring o el friend-shoring para describir la relocalización de actividades de las empresas. Y es en este punto que toma relevancia el enfoque de políticas industriales.
Pero, interesa destacar que, al cambiar los parámetros, el sistema puede ir para cualquier lado, puede haber amenazas, oportunidades pero sobre todo muchas incertidumbres y muchos shocks externos. Y de esta forma se generan desafíos en varios planos donde se suman las dificultades propias que arrastra la región. Algunos a destacar son a nivel productivos, pero también hay conflictos, dificultades ambientales, el incremento de desigualdad y sus impactos desde afuera y a la interna de los países. Nos obligan a analizar la realidad a partir de los shocks que se pueden recibir. Desarrollar estrategias de resiliencia. También tenemos que reconocer que hay oportunidades porque se generan nuevos procesos asociadas al cambio climático y a nuevas formas de producción. En todo esto, me interesa particularmente destacar un elemento que es algo que no se le da tanta importancia, que es la relevancia de concretar políticas resilientes.
América Latina ha tenido una historia de dificultades más que analizada y diagnosticada. Hoy, con el potencial en sus recursos naturales, como el litio y el agua, por ejemplo, ¿No se está volviendo a reproducir y aumentar esas dificultades a partir de modelos extractivos que traen más dependencia, más pobreza, más desequilibrio?
Totalmente, está pasando eso que se describe. Hoy hay procesos asociados a la explotación de recursos naturales que están siendo muy desafiantes para la región.
Hace algunos años parecía que las políticas industriales pasaban a ser un enfoque atrasado. Sin embargo, economistas destacados como Dani Rodrik y usted mismo nos han mostrado la relevancia de este enfoque y su actualidad. ¿Qué nos aporta, cuál es la necesidad de tener una agenda en este sentido?
Lo primero a observar es que las políticas industriales nunca fueron abandonadas en los países desarrollados, son políticas que se aplican sobre las condiciones de base de oferta y demanda, sobre la estructura de mercados o con normas para cambiar las estrategias empresariales con el fin de que un determinado sector o empresa logre un mejor desempeño en producción, empleo, exportaciones u otra variable. Implican un concepto amplio de industria que puede también ser servicios. Se está retomando con fuerza el concepto porque el momento lo hace necesario. Estamos en una etapa de cambio, como mencioné, pero de una profundidad nunca vista. Se están alterando las cadenas productivas y se debe ser mucho más activo para poder atraer inversiones en esta realidad. Debemos observar que surgen con fuerza dos fenómenos asociados: uno es el cambio climático, que hace que se necesiten políticas de desarrollo sustentables, con regulaciones, con presencia del Estado, con incentivos y castigos y que atiendan debilidades o fallas del mercado. Y, en segundo lugar, cambio técnico en los niveles y dimensiones que lo estamos presenciando. Hay una necesidad de mover rápido en esta cuarta revolución industrial.
¿Qué realidades sociales de nuestra región es necesario atender para avanzar en un camino de desarrollo?
Hay problemas que en este continente existen desde siempre, que son graves y que no han tenido solución, pero en los últimos tiempos se agregan nuevas realidades que son mucho más complejas. La fragmentación es una enfermedad para las sociedades. Esa es la analogía que me parece relevante en América Latina, donde tenemos sociedades enfermas. La enfermedad de nuestras sociedades es la fragmentación social, la falta o la pérdida de cohesión social. La fragmentación ocurre cuando diferentes grupos sociales o económicos experimentan un desarrollo a diferentes ritmos (desigual), en concordancia con normas, valores e intereses divergentes.
Esta reflexión surge de diferentes trabajos que hemos realizado en la OEA sobre todos los pilares: democracia, derechos humanos, seguridad y desarrollo. Los resultados muestran que existen heterogeneidades en la región, pero hay países que se parecen mucho entre sí. De los estudios que analizan estos pilares surgieron cuatro grupos de países: uno que está mejor en todo, dos en el medio y un cuarto peor en todo. Analizando las características de esos grupos, uno de los factores fundamentales que caracteriza a cada uno de ello es la cohesión social. A mayor cohesión mayor desarrollo, seguridad acceso a derechos y desempeño democrático. En los países donde existe mayor fragmentación social el desempeño en los cuatro pilares es problemático. La cohesión está en la base de las diferentes realidades y determina otras problemáticas, que son manifestaciones de esta fragmentación. Para desarrollar políticas se tiene que tomar en cuenta cuál es la estructura económica y social, si no, pueden ser muy ineficientes. Entonces, ¿cómo se enfrenta la desigualdad? Puede haber muchas formas, pero lo relevante es el combate a la fragmentación y políticas de cohesión en el plano económico, social y político, lo que está directamente involucrado al fortalecimiento de la democracia.
Muchos organismos internacionales ponen siempre en centro en aspectos como la educación, pero desde mi perspectiva se están olvidando ese enfoque. Cualquier política que aborde la educación solamente no tiene impacto si la sociedad está fragmentada.
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