Lo que nos dice el Diccionario de la Real Academia Española es breve: la ludopatía es la “adicción patológica a los juegos electrónicos y a las apuestas”, una definición cuasi pueril aunque cierta. Podemos desgajar esta descripción elemental y así llegar a puntos más profundos y significativos.
1. Empezaremos por la noción de “patológica”; esto equivale a “enfermiza” o “insana”. Proviene del término griego pathos, lo cual a su vez significa el estudio no solo de una enfermedad en sí, sino de sus causas. Entonces, siguiendo este criterio universal, la ludopatía es una enfermedad. Pero ¿de qué tipo?
2. Continuaremos por la noción de “adicción”. Ella es según el DSM-5 TR 2024 de Psiquiatría, una conducta que no se puede dejar de realizar. O sea, un individuo incurre en acciones repetidamente que se le van de las manos; no le es posible controlarlas. Pero estas acciones presentan ciertas características observables, y otras no observables.
Observables: consumir productos tóxicos, dañinos para el consumidor y frecuentemente para su entorno. Este consumo es comúnmente conocido como “conflictivo” o “problemático”.
No observables: lo son las causas internas, personales, biopsicosociales que convierten a alguien en un adicto.
Podemos ya notar que la definición de la cual estamos partiendo es un tanto redundante, porque una adicción, socialmente conflictiva o no, siempre constituye una patología. Es totalmente falso que las adicciones sean inocuas. Nunca lo son.
Hoy por hoy, muchos adictos, en especial de sustancias psicoactivas, pretenden mostrarse como no patológicos; la penosa realidad es muy distinta. Por ejemplo, la adicción a los psicofármacos no supervisada por ningún médico, tarde o temprano, afecta el funcionamiento cerebral, del mismo modo que otros psicoactivos como la marihuana y todos los derivados de la cocaína, más el total, lo que hoy cualquiera puede encontrar a la vuelta de la esquina de su casa, sea con un cuidacoches o en un elegante vecino.
¿Por qué mencionamos a la supervisión médica? Porque muchas sustancias adictivas son recetadas y dosificadas por médicos según la necesidad de cada paciente, y vale reconocer que si esto no es ideal la no medicación puede y suele ser mucho peor para ciertas personas. A veces la medicina psiquiátrica resulta paradojal: para tratar una enfermedad, se genera otra.
Ahora bien: se ha establecido mediante el DSM-5-TR 2024 que existen adicciones “con sustancia” y otras “sin sustancia”.
Aún bajo el temor de pecar de sabelotodos, eso es inexacto. La sustancia siempre existe. Si empleamos el término correctamente, debemos hablar de “substancia” (Filosofía de la mente, UM, 2006). La substancia es lo que sustenta a toda adicción porque se trata de un substrato, de un compuesto no perceptible a simple vista hecho de combinaciones neurohormonales que permiten que la adicción se cree y se sostenga.
La ludopatía
Su substancia conduce a un individuo a necesitar vivir en torno al juego. Un punto crucial en las adicciones es la rotura, el desmembramiento de la voluntad. Con ella debilitada o inexistente, cualquier hábito dañino se cuela y hace carne en una víctima que, a su vez, victimiza a otros manipulando y cometiendo frecuentes faltas a la verdad. Es una adicción que, como todas, tiene “compañeros”: primero los compinches de adicción, esos a quienes erradamente se les llama “amigo”, “hermano” y demás, pero que en realidad solo se reúnen con sus pares, o mejor, con su grupo de pares para consumir juego. En grupo por un lado se diluye la culpa, y a la misma vez se refuerza la trasgresión, envalentonando al transgresor. No está solo. No es el único que se endeuda y que lo pierde todo, o en el peor de los casos, que termina ocultándose con riesgo de vida. El factor grupal configura el “beneficio” o parte del “beneficio” que el adicto cree obtener.
La ludopatía satisface inmediatamente la necesidad de saciar el ansia de placer; en el fragor del consumo se asumen riesgos, estalla la impulsividad y crece la ilusión de “poder”: poder ganar. Es adrenalina pura. Pero como en todo consumo sobreviene luego la frustración y el agotamiento psicofísico. Esto es la depresión.
Depresión y ludopatía
En general son inseparables. La adicción busca encontrar un poco de placer y de bienestar. El adicto sabe que todo es muy efímero, pero prefiere eso antes que “no sentir nada”; todo adicto busca sentirse vivo, interactivo y socialmente valorado, y cree alcanzarlo de esa manera y mucho más grupalmente. Son claros síntomas de hechos adversos sucedidos durante la infancia y adolescencia. Los ludópatas pueden ser hijos de serios errores parentales. La génesis más conocida está vinculada a la falla en la puesta de límites en edades precoces de la vida, así como a la falla en la trasmisión de ciertos valores.
En el fondo, un adicto es un idólatra de aquella sustancia que le roba su libertad, cosa de la que no se da cuenta. Esta especie de idolatría viene a sustituir a quien se hubiera querido idolatrar sanamente: los buenos padres. Hay una carencia crucial en la existencia de estas personas que les duele y enoja, y que los vuelve imprudentes muy a su pesar.
El final
De no haber una sanación, la compulsividad (esto es la repetición constante y descontrolada del hábito) y la impulsividad (esto es concretar la conducta anhelada sin que medie la reflexión) pueden conducir a un ludópata al suicidio, o peor aún, a ser dañados por terceros como sus acreedores. ¿Buscan ayuda? Muchos sí. En Uruguay hay grupos interdisciplinarios de ayuda al ludópata anónimo, con bases generalmente en centros católicos u otros que los psicólogos y psiquiatras conocen.
Se podrían añadir más elementos ya que estamos ante un tema del cual poco se habla, pero que es, sin embargo, un hecho social que requiere de políticas muy comprometidas.
*Psicóloga
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