Todavía no está claro qué provocó más escándalo en los Juegos Olímpicos de París: si su patética inauguración; si la brutal paliza que en box femenino le propinó Imane Khelif a Ángela Carini; o si el clamoroso silencio de los “pro-género”, que no dijeron ni mu ante la violencia ejercida por el argelino contra la boxeadora italiana.
Pero… ¿acaso Khelif no es una mujer? Algunos dicen que es un transexual, otros que es una mujer hormonizada con testosterona. ¿Cuál es la verdad?
Empecemos por el principio: la BBC informó que Carini, tras un par de golpes de Khelif abandonó la pelea, incapaz de soportar el dolor provocado por su oponente. Mark Adams, portavoz del Comité Olímpico Internacional (COI), dijo a la BBC que la de Khelif “no es una cuestión transgénero”, y que “ha habido algunos reportes erróneos sobre esto”. Parecería que, para el COI, Khelif es una mujer.
Incluso, el COI afirma que “todos los atletas que participan en el torneo de boxeo de los Juegos Olímpicos de París 2024 cumplen con las normas de elegibilidad e inscripción de la competición, así como con todas las normativas médicas aplicables”.
Sin embargo, la BBC informó que la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) –no reconocida por el COI– retiró a Khelif y otra boxeadora de un campeonato mundial en la India, al determinar que “no cumplían con los criterios de elegibilidad”. Luego, su presidente insinuó que las boxeadoras no tenían cromosomas XX –característicos del sexo femenino–, sino XY, propios del masculino, y que por tanto, estos atletas “tenían ventajas competitivas sobre otras contendientes”.
¿Quién tiene razón? ¿El COI o la IBA? Lo veremos de la mano de Pablo Muñoz Iturrieta, doctor en Filosofía Política y autor del libro Atrapado en el cuerpo equivocado.
Dice Muñoz Iturrieta: “El boxeador es un hombre. Lo que ocurre es que estamos ante un caso de un atleta con un trastorno de desarrollo sexual, portador de cromosomas XY, que tiene testículos (normalmente internos), niveles de testosterona típicos masculinos y receptores de andrógenos funcionales, pero cuyo caso suele describirse como mujeres con «hiperandrogenismo», es decir, mujeres con niveles anormalmente altos de testosterona. Pero son hombres. Estas personas experimentan los beneficios físicos de la testosterona elevada durante la pubertad, que se traducen en ventajas atléticas sobre las mujeres. El problema para el deporte y los criterios de competición es que estos atletas con un trastorno de desarrollo sexual relacionado a la deficiencia de 5-alfa reductasa (5-ARD) pueden ser socializados como mujeres, pueden ser legalmente mujeres, y pueden vivir e identificarse como mujeres; pero son hombres”.
¿Por qué como mujeres? Porque –según nuestro autor– “suelen nacer con genitales de apariencia femenina, lo que puede dar lugar a que se les asigne equivocadamente el sexo femenino”. A pesar de ello, “los organizadores de los Juegos Olímpicos –dice Muñoz Iturrieta- son conscientes de que los atletas con 5-ARD son varones y que experimentan los beneficios de la pubertad masculina. El requisito de reducir su testosterona a niveles típicamente femeninos no es discriminatorio, ya que se trata de varones que piden competir en categoría femenina. Pero lo que es más importante, todas las pruebas científicas pertinentes demuestran que la reducción de la testosterona masculina en la edad adulta no anula los beneficios físicos de la pubertad masculina”.
Hemos visto publicaciones en Facebook y en X que se toman este asunto a la ligera, afirmando que Khelif es un transgénero que se autopercibe mujer y que participa en competencias deportivas femeninas, beneficiándose de la superioridad física de un cuerpo 100% masculino. En rigor, esto no es así, y es cierto lo que dice Mark Adamas, en cuanto que “no es una cuestión transgénero”. Sin embargo, esa no es toda la verdad.
La verdad es que Khelif es un hombre –con cromosomas XY–, que padece un problema de desarrollo hormonal denominado 5-ARD que afectó su desarrollo y su apariencia física, y que le brinda una contundente superioridad física al competir contra mujeres. Lo grave es que el COI lo sabe, pero lo trata como mujer: eso, aquí, en París y en la China, se llama “trampa”.
Ante esta situación, ¿cómo volver a confiar en los cronómetros, o en las cintas de medir del COI? Es lo que pasa cuando al clásico Citius, Altius, Fortius, se le añade el posmoderno Ideológicus…
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