En su obra Alcibíades, incluye Platón un diálogo entre el personaje que inspira el título del libro y Sócrates, en el que este le hace mención a un concepto escrito en el frente del templo de Apolo en Delfos: “Conócete a ti mismo”. La idea, sin duda, es muy buena, pero ¿cómo ponerla en práctica? ¿Hay un camino o varios? Las distintas escuelas proponen alternativas, aproximaciones graduales al objetivo a través de cuestionarios, escribir diarios, o pagar caros y eternos tratamientos psicológicos.
Una forma un tanto más rústica, pero útil, es encontrarse en una situación límite. Usted puede no saber si es cobarde o valiente hasta que se encuentra en un incendio o un naufragio, por ejemplo. Es cierto que puede imaginarse haciendo tal o cual cosa. Suponga estar viajando en un barco que choca con algo (un iceberg o los restos de un navío hundido). El agua entra por la brecha hasta la sala de máquinas causando un cortocircuito y un incendio. Es una noche de invierno con una cerrada neblina. El capitán advierte que la nave no se hundirá completamente porque quedará encallada en un banco de arena, pero el humo y las llamas se extienden cada vez más amenazadoramente y ordena echar los botes salvavidas al agua. Al mismo tiempo grita la consigna de estilo: “Las mujeres y los niños primero”. El pánico se apodera de los pasajeros, algunos se arrojan al agua y otros tratan de asegurar su lugar en los botes.
¿Usted qué haría? ¿Intentaría ayudar a los más necesitados? ¿O se aseguraría, para usted y sus valijas, un lugar en el bote donde, todo lo cómodamente posible, esperar el rescate? Si estuviera contestando un cuestionario de opciones múltiples para aspirar a un cargo en una empresa, seguramente marcaría la primera opción (yo lo haría).
Pero la única forma de saber cuál sería el comportamiento es enfrentar la situación real. Eso le sucedió al abogado, profesor de Derecho Penal, subsecretario del MEC y legislador Nahum Bergstein (1932-2011) un día de julio de 1963.
No solo a él
Bergstein y su esposa Aída eran dos de los cuatrocientos veinticuatro pasajeros a borde del barco Ciudad de Asunciónque salieron de Montevideo rumbo a la vecina orilla. Era un 11 de julio frío y neblinoso que obligó al cierre del aeropuerto de Carrasco, por lo que muchos se volcaron al transporte fluvial. La niebla había disminuido cuando se les autorizó a partir, pero volvió a incrementarse durante el trayecto. Y sea porque el radar no funcionaba correctamente o por otros motivos, lo cierto es que la nave vino a estrellarse a la altura del km 77 del canal principal, contra los restos de un barco griego hundido 34 años antes. Es así como la escena imaginada más arriba se hizo realidad: los pasajeros se encontraron entre el fuego y el agua.
El aviso fue recibido por el Departamento de Operaciones de la Prefectura Nacional Marítima argentina a las 04:20. Eran las 08:45 cuando el patrullero King notificó encontrarse en la zona del sinestro. Junto con el patrullero Muratore, naves de la Armada argentina, fueron protagónicos en el rescate de los sobrevivientes, en el que también colaboraron barcos mercantes.
Lo que se sabe de esas horas en que muchos pasaron en un agua a una temperatura de cinco grados bajo cero es lo que declararon algunos sobrevivientes. Más allá de que cada uno habrá avanzado en el mandato del templo de Apolo, lo que queda es relato. Es una constante histórica, lo que se exterioriza y lo que permanece en esa sala secreta del mundo interior de que nos habla la parábola de Rodó son espacios distintos. De la experiencia de esa tétrica noche de 1963 solo quedan las reseñas periodísticas y algún relato escrito u oral.
El diario Crónicas, de la Provincia de Rosario,recoge el testimonio del Dr. Salomón Scholnick, quien se quejó amargamente de la falta de organización. “Causaba indignación ver cómo en algunos botes se ubicaban personas con su equipaje mientras otras quedaban en cubierta por falta de lugar”, afirma. Y agrega: “Cuando se dé la lista de desaparecidos vea cuántos niños hay, esa es la consecuencia de que otros hayan salvado sus valijas”. Sus dichos fueron ratificados por el pasajero Miguel Morales: pasajeros con valijas “mientras mujeres y niños quedaban en cubierta”.
Otros testimonios
Más extenso es el relato del señor René Pons recogido en el libro del escritor Joaquín Brum Requena Una vida llena de recuerdos, hechos y leyendas publicado en 2019. Dice Pons: “Vimos un espeso humo que salía por la popa y enseguida llamas muy grandes que alcanzan hasta la mitad del vapor, el pánico se apoderó de los pasajeros y muchos saltaron al agua. Había otros pasajeros con sus salvavidas tratando de tomar alguna balsa que fue tirada desde la cubierta. […] Pero en un instante todos nos encontramos en el agua. No teníamos idea de lo que había ocurrido, la correntada era muy fuerte y no se veía nada. En un momento vimos a una niña que pasaba sin rumbo y la subimos a la balsa; nosotros siempre prendidos de las cuerdas. Cacho Devoto se nos perdió de vista, tal vez la corriente lo separó de la balsa. Vimos pasar con su salvavidas a Abate Pierre llevado por la corriente y a un hombre que apareció de la nada viniendo hacia nosotros con la intención de tirar a la niña al agua y subirse él, pero el hombre vio nuestra actitud y adivinó nuestro pensamiento y siguió su camino. Nos percatamos con horror de un bote con cinco o seis marineros llevando una gran cantidad de valijas hurtadas del depósito del vapor, unos verdaderos chacales. Por momentos me sentía mal y perdía fuerza, llevábamos muchas horas en el agua fría, rogando al cielo que este tormento se acabara. […] No olvidaba al Todopoderoso y le prometí que, si salía este desastre con vida, iría a Lujan a pie, la promesa la cumplí y quedé bien con Dios; mis pies aguantaron, pero por varios días me parecía que no los tenía”.
Con respecto al reconocido y condecorado Abate Pierre, la periodista Malena Nazareth Martos recoge en su nota del 11 de julio de 2023 en el diario Clarín, a sesenta años de la tragedia, declaraciones del sobreviviente Eduardo Miodownik, quien tenía diez años en ese entonces y recuerda que el Abate Pierre: “Se sentó arriba de una madera y dijo ‘no toquen esta madera porque se va a hundir, yo soy el Abate Pierre’”.
Contrasta la imagen del sacerdote con la del futbolista oriental Carlos Borges, el mismo que hizo el primer gol en la Copa Libertadores para Peñarol y que entonces jugaba en Racing argentino. Solidario y, pese a no saber nadar, salvador de un niño a quien rescató de las aguas.
En cuanto a la narración oral, la oí de la señora Nelly Becerra hace unos cuantos años. Estaba en el agua junto a otros náufragos cuando oyeron una voz alentándolos: “No se queden quietos, muevan las piernas”. La voz estuvo dándoles ánimo durante un buen rato, confortándoles y exhortándolos a hacer determinados ejercicios, hasta que repentinamente desapareció. Ella decía que había sido un ángel.
Muchos se habrán conocido a sí mismos. Algunos no habrán querido admitirlo.
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