Nacido en Colombia, Arévalo Sánchez se formó en política y relaciones internacionales y actualmente es el director del programa para Latinoamérica de la organización The Mekong Club, dedicada a combatir la esclavitud moderna. A principios de agosto participó como orador en el 12º Congreso de Lavado de Activos de las Américas en Montevideo. En una larga charla con La Mañana, detalló la conexión entre el lavado de activos y la trata de personas y resaltó la necesidad de una cooperación regional para combatir el crimen organizado.
En entrevista con La Mañana, uno de los expositores del 12º Congreso de Lavado de Activos de las Américas, el Dr. Guillermo García Orué, afirmó: “El dinero del negocio de la droga se está lavando principalmente en Paraguay y Uruguay”. Sin embargo, persiste la creencia de que en nuestro país no ocurren esas situaciones, ya que estamos bien posicionados con relación al resto del mundo. ¿Qué visión tiene al respecto?
Justamente, por esa tranquilidad, por ese contexto pacífico, por esas instituciones sólidas que tiene Uruguay, paradójicamente, se está convirtiendo en un lugar cada vez más atractivo para llevar a cabo diferentes delitos, como el tráfico de drogas o la trata de personas, porque es uno de esos países que no está en el radar, que tradicionalmente no ha tenido calificaciones negativas, ni ha estado en la lupa de las autoridades. Lo que comentaban en el congreso es que hay un incremento de relaciones comerciales, por ejemplo, con China, de las que aún no se sabe si corresponden a comercio legítimo, considerando que China se ha vuelto en los últimos años el principal comprador de cocaína y de otras drogas a nivel mundial. Esa conexión comercial se puede estar utilizando para el tráfico de drogas.
Ligado a eso, cuando un delito se empieza a llevar a cabo por un grupo criminal organizado, es normal que otras dinámicas delictivas, como la trata de personas, también empiecen a ser muchísimo más comunes. Como no se requiere visa para entrar a Uruguay, se está convirtiendo en un punto de entrada para ir hacia otros países de la región donde hay ciertas restricciones. Hay varios indicadores que apuntan a que se está convirtiendo en un país atractivo para los grupos criminales organizados.
También se habló sobre la urgencia de crear una estrategia regional contra el crimen organizado. ¿Cuál es la importancia de contar con un trabajo conjunto entre los países?
Estamos hablando de organizaciones criminales que operan sin distinguir fronteras y son mucho más eficientes que las organizaciones de cooperación internacional encargadas de combatirlas. Por supuesto, ya hay algunos esquemas que permiten esa cooperación entre autoridades de diferentes regiones. Sin embargo, la respuesta al crimen organizado en términos generales depende mucho de los países a nivel individual y solamente cuando se van a llevar a cabo operaciones muy concretas de judicialización o desarticulación de una red criminal las autoridades cooperan para enfrentar una amenaza específica, principalmente, con el propósito de meter a esas personas tras las rejas. De todas formas, la cooperación para entender las dinámicas delictivas y compartir información y desarrollar estrategias, no solamente de judicialización, sino de prevención del delito, es importante. Reitero, esos esquemas de cooperación existen, pero es necesario fortalecerlos.
¿Cuál es la razón por la que esta estrategia no se termina de concretar?
Gran parte de la cooperación efectiva para combatir el crimen organizado se basa en compartir datos, y las barreras que enfrentan los diferentes gobiernos para compartir información de manera segura siguen siendo un reto. Yo creo que la voluntad está, pero los mecanismos para compartir información que contiene datos personales de los ciudadanos y que tiene que ser anonimizada son parte de esos retos en la cooperación para enfrentar al crimen organizado. Por otro lado, en lo que respecta a las problemáticas vinculadas al crimen organizado, todos los países enfrentan retos diferentes, tienen prioridades distintas, y alinearlos en ese sentido no es sencillo. En el caso de Colombia, una gran prioridad puede ser el tráfico de drogas, mientras que en Argentina puede ser el delito financiero. Seguramente en Uruguay, en Brasil, en Perú habrá otras prioridades. No reconocer que tenemos retos comunes y estar concentrando nuestros esfuerzos en los retos que cada país enfrenta individualmente, quizás es lo que impide que exista una cooperación más profunda a nivel regional.
¿Cómo se relaciona el lavado de activos con la trata de personas?
La trata de personas es otra forma de crimen organizado. Y básicamente los grupos criminales que se dedican a eso lo hacen con el objetivo de obtener dinero. Se trata de un negocio que se estima en alrededor de 32 billones de dólares al año. Esa gran cantidad de dinero tiene que entrar al mercado legítimo y la única manera de hacerlo es a través del lavado de activos. Muchas veces se intenta entender el lavado de activos vinculado a la trata de personas desde los mismos criterios que con otros delitos como el tráfico de drogas, pero es muy diferente. También hay un desconocimiento muy grande del tipo de personas que pueden ser víctimas, y esto es importante enfatizarlo. En el tráfico de drogas, muchas veces las personas que movilizan el dinero son las llamadas mulas. En el caso de la trata de personas, muchas veces son las mismas víctimas las encargadas de hacer transacciones y de movilizar ese dinero. Entonces, no es un perfil que se ajuste a una persona que tradicionalmente haría lavado de activos, y por eso es por lo que también sigue siendo muy difícil de identificar.
¿De qué manera se trabaja en la prevención de la trata?
Gran parte de los esfuerzos que promovemos desde nuestra organización, The Mekong Club, y que varias organizaciones también han adoptado, tienen que ver con empezar a hacer mucho más visible la necesidad de combatir el lavado de activos cuyo delito fuente es la trata de personas. Sin embargo, como la trata de personas no es un delito que esté necesariamente en la agenda pública y en la prioridad de las autoridades, se desconoce bastante cómo son las dinámicas particulares del lavado de activos relacionado con la trata. Otra gran barrera es que la trata de personas no genera tanto dinero como el tráfico de drogas, entonces, generalmente cuando un banco está identificando transacciones sospechosas, se enfoca en las que superan ciertos montos, pero hay muchas transacciones de trata de personas de montos mucho más pequeños que pasan desapercibidas. Por lo tanto, se trabaja con los diferentes actores, bancos, unidades de inteligencia financiera y fiscalías, para poder trazar la forma en la que se ve la trata de personas en el sector financiero e identificar qué personas están en riesgo, qué tipo de transacciones pueden estar vinculadas, qué industrias pueden estar vinculadas y qué acciones se pueden tomar desde los bancos. En definitiva, hay grandes retos en todo el mundo para diseñar estrategias específicas que permitan combatir el lavado de activos vinculado con la trata de personas.
¿En qué medida impacta la falta de recursos en las dificultades a la hora de investigar?
Nuestra organización trabaja muy de la mano con el sector privado, también con el gobierno, y es difícil determinar con exactitud cuántos recursos económicos o humanos hacen falta para enfrentar esa dinámica. Hay ciertos grupos de trabajo que están dedicados a enfrentar problemáticas que son prioridad, y la trata de personas no necesariamente lo es. Y, muchas veces, para las autoridades, centrar esfuerzos en combatir la trata de personas significa quizás retirar personal o redireccionar recursos que están enfocados en combatir otros delitos que son prioridad o públicamente considerados más importantes. Contar con más recursos es un paso fundamental para avanzar en la dirección correcta.
¿Cómo impacta en la trata el uso de nuevas tecnologías para el crimen organizado?
La tecnología se utiliza de muchas formas en la trata de personas: para captar a las víctimas, para controlarlas, para ofrecer los servicios producto de la explotación de las víctimas y, por supuesto, para movilizar los recursos provenientes de la trata. No solo para que las redes criminales puedan mover esos recursos internamente, sino para recibir pagos de las personas que adquieren servicios de explotación como, por ejemplo, la explotación sexual.
Uno de los temas muy vinculado a la tecnología que nos preocupa muchísimo en The Mekong Club es una modalidad que se conoce como estafa de matanza de cerdos. Básicamente, son estas estafas de convencer para invertir. En el sureste asiático se ha convertido en una práctica muy común. Hay centros de estafa que son edificios enteros donde operan grupos de personas dedicadas a estafar a otras personas, a través de estafas románticas, de inversiones fraudulentas, de compra de bienes raíces que no existen. Y lo que estamos descubriendo ahora es que hay víctimas de trata de personas que están siendo obligadas a estafar a otras personas.
En ese escenario la tecnología es esencial, porque contactan a las potenciales víctimas de estafa a través de herramientas tecnológicas y las convencen de hacer inversiones a través tanto de plataformas legítimas como fraudulentas, de inversiones o de compra de criptomonedas. La forma en la que se obtiene información sensible de las víctimas de estafa para convencerlas de invertir, jugar con sus emociones, con sus sentimientos, con sus vidas, es a través de redes sociales y otras plataformas. Entonces, la tecnología juega un rol muy importante en la trata de personas y está permitiendo desarrollar nuevas formas de explotación.
Según su experiencia, ¿cuáles son las estrategias que han demostrado ser más efectivas en el combate tanto al lavado de activos como al crimen organizado, incluyendo la trata?
Desde mi experiencia puedo hablar específicamente de los temas de trata de personas. En la lucha contra el crimen organizado se subestima mucho la prevención, y realmente es una de las cosas que más funciona en los casos de trata de personas. Evitar que una persona sea captada y explotada es una de las estrategias más exitosas. Todas las campañas que se realizan con el sector privado, con el gobierno, para concientizar a las personas, particularmente aquellas enfocadas en crear alertas acerca de trabajos fraudulentos, aquellas enfocadas en educar a las personas en obtener información precisa sobre potenciales empleadores en un país extranjero, aquellas enfocadas en crear conciencia de que la explotación de los seres humanos sigue existiendo, es lo que más funciona, precisamente, porque previene todas las consecuencias negativas de esta forma de trata.
A su vez, todas las estrategias que tienen que ver con poder convertir las narrativas de las víctimas de trata de personas en información útil para las autoridades, es clave. Eso también es parte de nuestro trabajo. No solo recibimos el testimonio de una víctima de trata de personas para entender qué pasó, sino para poder compartir informes de inteligencia con autoridades en tiempo real, qué personas están siendo captadas, de qué edades, de qué países, de qué formas, con qué propósitos, cuál es el perfil de esos tratantes.
Nosotros trabajamos muy de cerca con el sector privado, el sector financiero, la hotelería, el turismo, que son actores muy importantes para ayudar a prevenir la trata de personas y otras formas de esclavitud moderna como el trabajo forzoso, y eso nos ha dado muchos resultados. Lograr que una empresa tenga protocolos para prevenir la explotación sexual, el trabajo forzoso, tanto en sus operaciones como en sus cadenas de suministro, son pasos importantes en esa dirección.
¿Cuál es la importancia de la cooperación entre gobiernos, ONG, empresas privadas, en la protección de las víctimas de trata?
Es clave. Tradicionalmente se ha visto que combatir la trata de personas y asistir a las víctimas es responsabilidad del Estado, fundamentalmente, y después, de organizaciones sin ánimo de lucro o de organizaciones de cooperación internacional que ayudan a las víctimas. Hay otros actores que son relevantes. En el caso de la asistencia a víctimas, en Estados Unidos hay empresas que están trabajando de la mano con el gobierno y con organizaciones para ofrecer entrenamiento y empleos a personas una vez que salen de esa lógica de explotación o son rescatadas. Eso es algo que no puede hacer el gobierno. Son las empresas y otros actores quienes pueden contribuir a reconstruir el proyecto de vida de las personas sobrevivientes del delito.
¿Se trabaja con entidades financieras o reguladoras para interrumpir el flujo de dinero que alimenta la trata?
Desde nuestra experiencia te puedo decir que en Latinoamérica todavía no es común. De hecho, hablar de trata de personas con el sector financiero y con las unidades de inteligencia financiera, con los reguladores, aún sigue siendo un tabú, no necesariamente porque no sea un tema relevante, sino porque aún estas autoridades y los bancos desconocen mucho acerca de cómo funciona la trata de personas y cómo pueden jugar un rol importante para poder abordarla. The Mekong Club en el sudeste asiático creó la primera alianza de bancos para combatir la trata de personas y eso es justamente lo que queremos ver en la región: el sector financiero, reguladores, unidades de inteligencia financiera que reconozcan que la trata de personas es un tema importante, que no solamente importa la cantidad de dinero que se está moviendo, sino las personas que están ahí detrás. Ese es uno de los retos, tratar de cambiar el foco y entender que atrás de estos delitos hay personas que sufren y que están siendo explotadas. No hay muchos avances aún en la región en este sentido, pero en el congreso en Uruguay vi mucho interés, muchas personas se acercaron a mí para hablar del tema y manifestar que querían seguir aprendiendo y saber cómo podían fortalecer la respuesta a la trata de personas desde sus lugares.
Empezó como pasante y terminó dirigiendo el combate a la trata de personas en Latinoamérica
En una pasantía universitaria en la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en Colombia le asignaron un proyecto de trata de personas y fue allí donde descubrió la dimensión de este delito. “Yo pensaba que la trata de personas era un asunto de pasado, que la esclavitud había sido superada, pero lo primero que me enteré fue que en el mundo todavía había 50 millones de víctimas sometidas a diferentes formas de esclavitud”, recordó Arévalo Sánchez.
Luego de conocer a sobrevivientes y de trabajar con autoridades públicas y con el sector privado, comprendió que quería dedicar su vida y su carrera a luchar contra esta dinámica. Eso lo inspiró a crear la organización Pasos Libres, que trabaja gestionando riesgos e impactos de esclavitud moderna.
Finalmente se vinculó con The Mekong Club, una institución de Hong Kong que trabaja con el sector privado para establecer estrategias sostenibles para enfrentar la esclavitud moderna, donde hoy se desempeña como director del programa para Latinoamérica.
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