Una publicación reciente de la BBC nos muestra cómo uno de los países más caros de América Latina y del mundo. La publicación se basa en datos del Banco Mundial y en un estudio del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED) que comparó los precios de 600 productos en Uruguay y otros 43 países. Este estudio arrojó que los productos en Uruguay son en promedio 27% más caros que en el resto de los países.
Esto no es una novedad, hace tiempo que los uruguayos escuchamos y sentimos que vivimos en un país caro. Caro para vivir y caro para producir. De hecho, hoy somos el décimo país más caro del mundo. ¿Las razones? Son varias y las vamos a analizar ahora.
Como sabemos, nuestro país tiene un mercado muy pequeño, somos casi tres millones y medio de personas en 176.215 km², lo que da 19 uruguayos por km². El mercado interno y la falta de grandes acuerdos en el exterior para colocar nuestra producción hacen que no haya muchas industrias. La mayoría de los alimentos, ropa, productos de cuidado personal, etcétera, es importada. El sistema tributario del Estado uruguayo hace que se paguen altos impuestos por esos productos, un tubo de pasta de dientes le llega al importador tres veces más caro de lo que paga en origen, en los automóviles es el doble del valor de origen. A esto hay que sumarle la cadena de distribución. Hoy un jabón en barra en Uruguay sale seis veces más caro que en Argentina o Brasil.
A los impuestos hay que sumarle las regulaciones, por ejemplo, a la hora de importar alimentos o productos médicos, incluidos productos de consumo personal como cremas, pastas y hasta jabones. Las regulaciones del MSP y del LATU son complejas y caras lo que desalienta la importación creando oligopolios. Esto hace que no haya competencia y estas empresas puedan fijar márgenes altos a los productos importados. Por eso hoy casi todos los economistas están pidiendo una “apertura del mercado”, permitir que los productos que no se producen aquí entre a un precio razonable. Se ha propuesto quitar la tasa consular, el adelanto de IVA y algunos de los trámites necesarios.
Una empresa argentina se instaló en Uruguay para elaborar saborizantes, insumos para fabricar alimentos. Por ejemplo, un polvo que se crea a partir del queso y al agregarlo aumenta su sabor. Se utiliza para el relleno de empanadas, de pasta y en quesos procesados. Los dueños, viendo que el paladar uruguayo es similar al argentino, decidieron instalar una filial de su fábrica en Uruguay para elaborar los mismos sabores. Sabores que venden en Argentina para los productos que se consumen aquí. La empresa duró tres años en Uruguay. Cada año debían de registrar las formulas de sus sabores, siendo este uno de los costos más altos. Es más, se volvió el “activo” más valioso, cerca de U$S 30.000 en registros. Los altos costos para producir y colocar su producción hicieron que no pudieran recuperar la inversión y finalmente cerraran. El Uruguay tiene 19 departamentos, para poder colocar sus productos debían pagar 19 permisos de Bromatología. El costo de la electricidad, del combustible de los fletes, de tasas de importación de insumos y de los aportes al BPS fueron demasiado para los empresarios argentinos.
También es caro para un pequeño productor rural, que depende del clima, de los precios internacionales, del peso de los impuestos y del valor del dólar. Los productores y exportadores agrarios cobran en dólares y pagan sueldos e impuestos en pesos uruguayos. Como ya hemos visto antes, el atraso cambiario hace que sea cada vez más difícil producir y radicarse en el interior.
La solución para dejar de ser un país caro para vivir y para desarrollar la industria nacional no es sencilla, de hecho, es una sumatoria de medidas. Desregular, quitar impuestos, acuerdos comerciales con otros países para bajar tasas, y terminar con el atraso cambiario. Esto solo es posible si el Estado gasta menos. Es la única forma de bajar los impuestos y regulaciones excesivas.
El Estado uruguayo hoy tiene 4% de déficit fiscal y la forma en que se financia es con altos impuestos y deuda (impuestos a pagar en el futuro), por lo tanto, el hecho de que el gobierno gaste más de lo que puede hace que a la larga todos los uruguayos paguemos más caro los productos que consumimos. Como bien decía Milton Friedman, “no hay almuerzo gratis”, alguien siempre paga la cuenta.
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