Por lo que se aprecia, el mercado chino demorará más de lo previsto en restablecer su demanda, clave para determinar el resultado global de la actividad ganadera y agrícola de Uruguay y del mundo.
Todavía es temprano como para tener un panorama completo y adelantar lo que va a ocurrir al cabo del año. Pero no viene bien: los precios ganaderos y de la carne en los últimos dos meses vienen bajando, y, aunque todavía se encuentran por encima de los de hace un año, deben corregirse algunos datos de negocios que no se cumplieron o fueron reformulados a menores valores.
Las exportaciones de todas las carnes y subproductos el año pasado recaudaron US$ 2.077 millones, más otros US$ 100 millones de ganado en pie, sin contar los ajustes por incumplimientos que haya que hacer.
En el balance, los ganaderos tuvieron un año con buenos ingresos, pero los frigoríficos sufrieron importantes pérdidas; muchos quedaron tecleando, algo que hacía décadas no ocurría, y ese problema está haciendo eclosión ahora.
En cuanto a la producción: la faena de este año muestra una caída muy importante respecto a lo normal para este período, aunque habrá de incrementarse en cuanto haya precios que sirvan tanto a los ganaderos como a la industria, pero ese equilibrio todavía no se logra.
No hay en el horizonte cercano posibilidades de lograr un aumento decisivo de la producción y los ingresos sectoriales de los principales rubros de exportación
El stock vacuno está raleado y difícilmente se logre una extracción como la de los ejercicios anteriores, y dando por cierto que el precio de la carne no recuperará los valores máximos perdidos, es de prever que este año la recaudación total de la cadena productiva será menor a la del año pasado.
Pasto y granos.
Otro factor que impulsó los precios ganaderos el año pasado tuvo que ver con un clima sumamente favorable a la producción forrajera; el verano que estamos transcurriendo, si bien no puede decirse que sea crítico, porque llovió muy bien en gran parte del territorio, tiene zonas que adolecen seriamente de falta de agua, lo que afecta no sólo a la ganadería sino también a los cultivos comerciales de verano, porque la escasez hídrica incluye áreas agrícolas importantes.
Precisamente, en los granos de verano cuya cosecha ya es inminente, también habrá de registrarse una reducción en los volúmenes, de acuerdo a la visión de los expertos. La cosecha del año pasado fue récord en rendimientos, algo que no habrá de repetirse en esta ocasión, al tiempo que también el área a cosechar tenga una ligera caída adicional.
Los precios tampoco ayudan, la soja en particular, cotiza en los niveles más bajos de la década, y los trastornos mundiales – guerra comercial EEUU vs China, que va y viene -, crisis sanitaria con el coronavirus, y debilidad de la economía mundial, no permiten augurar una recuperación a corto plazo.
Tarea colectiva
Cualquier análisis que se realice de un sector tan polifacético como “el agro”, supone aplicar miradas de cerca y otras que apuntan más lejos. En tiempos de cambio de gobierno, cuando ingresan nuevos actores a la dirección de los organismos oficiales, que anuncian cambios relevantes en las políticas y en los enfoques, se hace imprescindible diferenciar las urgencias, que requieren medidas inmediatas, de otras que implican políticas de largo plazo, que deben ser maceradas, meditadas, consensuadas en lo posible con los protagonistas de la actividad.
No está claro qué profundidad va a tener ese cambio, ni a qué rubros va a abarcar o priorizar; lo que parece haber es una comunicación más fluida con los agentes productivos y un enfoque más cercano a la visión empresarial que la que ha predominado en los últimos gobiernos.
Cabe recordar que la mayor parte de las cosas importantes que puede hacer la política por el agro no son atribuciones de las instituciones sectoriales. La represión del abigeato, por ejemplo, es un asunto del Ministerio del Interior y de la Justicia, básicamente, no del MGAP. También las intendencias tienen mucho para decir, e INAC, según anuncios recientes.
En cambio, sería un error creer que el Mides, por ejemplo, tenga algo que ver. Este problema no es de pobreza, es de delincuencia. Hace 60 años que Osiris Rodríguez Castillos describió la peripecia del contrabandista de a kilo (“yerba, caña, rapadura, y un kilo de naco, nomás”) por las sierras de Aceguá, y situó en la cárcel al padre del “gurisito piernas flacas”, condenado por haber robado una oveja. Los contrabandistas juegan en otra escala, y los nuevos abigeos andan en camionetas o cargan camiones; muy lejos de aquellas carneadas de algún ovino en los potreros cercanos a los pueblos pobres y aislados, en las que el cuero del animal faenado quedaba prolijamente estaqueado en el alambrado, para que la pérdida de la estancia no fuera total, y que quedara en claro que era un asunto de comer, no de robar.
De Economía depende en buena medida el nivel del tipo de cambio, y además los impuestos, las tarifas públicas, la política de créditos; los puntos fundamentales que definen el destino de las empresas y las familias del agro.
La imprescindible mejora en la colocación de nuestros productos en los mercados del mundo depende en buena medida de la acción del Ministerio de Relaciones Exteriores. Los productos alimenticios pagan casi todos los aranceles para ingresar a los distintos destinos, que rondan los US$ 300 millones anuales, de los cuales US$ 200 millones corresponden a la carne.
Para la correcta y justa relación entre trabajadores y patrones rurales tienen papeles relevantes el Ministerio de Trabajo, el BPS, y los jueces con competencia en el fuero laboral.
El ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente y las Intendencias, juegan un rol clave en la construcción y mantenimiento de la infraestructura vial y productiva, clave en la suerte de las explotaciones y en la vida de la gente del medio rural.
Apostar a la ciencia
Los enunciados más arriba son asuntos locales que requieren medidas más o menos inmediatas, pero hay otros temas de la modernidad que representan desafíos serios para el futuro.
En una rápida enumeración señalamos solo algunos:
La exigencia de cuidado ambiental, y aquí las emisiones de gases de efecto invernadero, empezando por el metano expulsado por los rumiantes, señalado nada menos que por la FAO como uno de los principales responsables del calentamiento global, en un estudio de gran impacto, que más tarde debió ser corregido porque se bandeó en su visión catastrofista.
Los efluentes de la actividad agropecuaria, que enriquecen las aguas de fertilizantes y promueven la proliferación de patógenos, entre otros a las cianobacterias que amenaza las playas y el turismo.
La carne supuestamente cancerígena, los lácteos alergénicos, los vegetales transgénicos, los insecticidas, herbicidas, fungicidas, esenciales para la producción vegetal o animal, y sobre todo, el señalamiento acientífico del glifosato como gran contaminador mundial.
Los requisitos de bienestar animal, que en determinados discursos alcanzan ribetes absurdos. Las exigencias sanitarias y certificaciones, tanto para las carnes como para los granos, que además de agregar costos exceden las posibilidades de cumplimiento y ofenden la lógica y el sentido común.
No se puede contentar a todo el mundo, y menos cobrar al grito, siguiéndole la corriente al más agresivo, al que diga más disparates, pero no debe descuidarse ninguno de estos flancos, que pueden convertirse en serias trabas a nuestro comercio.
El Uruguay, que no cuenta mayormente en el escenario mundial, debe ceñirse a la ley, recurrir a los instrumentos jurídicos que rigen las relaciones internacionales. Y también debe centrarse en la ciencia, no en los prejuicios, no en las opiniones infundadas de la neociencia sin sustento real, pero debe hacerlo con un lenguaje claro, con una comunicación eficaz, porque las amenazas son graves.
Despacio, que estoy apurado
El propósito expresado por referentes políticos del gobierno entrante es “poner en marcha al agro”, como una forma eficaz y rápida de impulsar la economía del país. Mejor proyecto imposible, pero no hay en el horizonte cercano posibilidades de lograr un aumento decisivo de la producción y los ingresos sectoriales. No existen condiciones para una explosión agrícola como la que se dio entre 2004 y 2014, y ni la ganadería de carne ni la lechera, ni los ovinos, tienen miras de incrementar demasiado sus producciones y sus ingresos en el corto plazo.
Obsérvese en las gráficas la variación interanual de los principales rubros exportables: carne, lácteos y soja; excluyendo a la madera, que corre por otros rieles. La carne ha mantenido casi sin interrupciones una línea ascendente, pero la soja es mucho más dependiente del condicionamiento climático, y la lechería, que tuvo un crecimiento sostenido durante 25 años, hace tiempo que está empantanada y con ligero retroceso en el último ejercicio. Ni hablar del arroz y de los rubros menores, que se debaten más por subsistir que por crecer.
En suma, el agro no habrá de aportar grandes recursos en lo inmediato, es más lo que necesita que lo que ofrece: lo único que puede hacerse es apuntar a mediano y largo plazo, mejorar la perspectiva y el contexto para reflotar el ánimo que impulse la inversión y el crecimiento.
Curb your enthusiasm se llama una desopilante, algo grosera, comedia estadounidense que pasan en la televisión actualmente. Lo dicen en inglés, quiere decir “sofrená tu entusiasmo”; esa debería ser la consigna: serenidad, paciencia, prudencia: los cambios requieren tiempos extensos para su adopción y maduración, sobre todo si se trata de producción del campo. La ansiedad y las expectativas irreales son contraproducentes en estos momentos.