El nuevo coordinador lechero de Fucrea se refirió a los principales desafíos del sector, algunos de ellos en común con el resto de los sectores agropecuarios.
El médico veterinario Santiago Gonnet Ibarra es productor con larga experiencia en varios rubros, uno de ellos el de la lechería. Por sus conocimientos en el tema, el 4 de octubre Fucrea lo presentó como coordinador lechero. “A título personal”, habló con La Mañana sobre algunos asuntos vinculados a la lechería: “Tenemos varias luces de advertencias a las que debemos estar atentos”.
Sobre los desafíos climáticos, dijo que “llegamos a la primavera luego de un invierno que ha sido dispar entre las diferentes zonas del sector lechero. Algunas registraron más lluvias, lo que es una complicación en los tambos, pero en general la situación del invierno fue buena después de un otoño que empezó con mucha dificultad y muchísima agua, que afectó la condición y el bienestar de los ganados, impactando en la producción”, señaló.
Esa situación se dio “al comienzo de la lactancia”, que es lo que ocurre en los tambos durante el otoño. Luego vino el invierno, “y dejó de llover un poco”, generando “una mejora de la situación”. Ahora “comenzamos la primavera muy bien, con algunas lluvias que hicieron explotar el pasto y de ahí en más se observó una mejora”. Sin embargo, “ahora hubo un freno en las lluvias, sobre todo en la zona de cuenca, y eso hizo que no se pueda hacer las reservas que se deberían estar concretando. El resultado es una situación más preocupante con miras a un pronóstico de verano que se proyecta seco”.
Recordó que previo a ese proceso descrito, “hubo una sequía muy difícil que trajo consecuencias” y “exigió al productor, que tuvo que buscar la manera de mantener la producción y sobre todo mantener el rodeo. Se exploraron alternativas y siempre eso significa más inversión, más costos extra y todo eso hoy se están pagando”.
“Los dos extremos por los que pasamos fueron y son malos: cuando tenemos mucha agua eso se refleja en las malas condiciones del bienestar animal, que trasladadas a la producción se reciente; y cuando tenemos poca agua también tiene sus consecuencias”. De todos modos, hay que precisar “en qué momento del año se da el faltante del agua, porque en invierno quizá no sea tan grave o complicado como en primavera y verano. En estas últimas dos la complicación es mayor porque hay una caída importante en la producción de pasto, que es el insumo más barato para producir” leche.
Cómo llego la primavera
La primavera “es la zafra del tambero”, que cuando se caracteriza por generar poco pasto las complicaciones se extienden y se sufren por muchísimo tiempo.
Consultado sobre cuánta agua ha faltado, comentó que el promedio mensual es de unos cien milímetros por mes, y en setiembre, en la zona en la que él se desempeña “casi no llovió”. Ahora “están haciendo falta entre 40 o 50 milímetros, pero esa estimación varía según la zona que se observe y los tipos de campo”.
Aclaró que “no es un déficit muy marcado, pero está y no se ha podido hacer las reservas que se deberían”; y cuando decimos reserva “es el alimento para los animales: la falta de precipitaciones está afectando el cultivo que luego se usa para el alimento, y es allí donde se está viendo el problema”.
Sobre en el pasto “para cosecha directa de las vacas, o sea el que el animal come, ese sigue habiendo”. La dificultad está en que “deberíamos hacer la reserva forrajera, es decir cortando el pasto que le vamos a dar en verano y parte del otoño, y eso no estamos logrando hacerlo. Esa es la luz de advertencia, y si el déficit (hídrico) continúa vamos a llegar aun punto en el que se va a comenzar a afectar la cosecha directa. Cuando eso pase el productor tendrá que usar las reservas almacenadas para otra época del año”.
Otro fenómeno que se da es que “cuando no se pueden hacer reservas y cuando hay que consumir lo que se tiene para otra época del año, el mercado se encarece: cuando hay escasez sube el precio y como no es que falte en un solo establecimiento, sino que en varios o todos, se incrementa la competencia y hay una suba de precios. A cuánto puede subir no es algo que se pueda decir ahora”.
Cambiar el esquema de financiero
Para muchos productores lecheros, el financiamiento no es un problema analizado en función a los activos y a las empresas, “pero sí es un problema cómo está estructurado. Por ejemplo, frente a la última seca se sacó mucho en el corto plazo y eso llevó que ahora haya mucha obligación de pagar lo que se financió el año anterior más lo de hoy. Esas dos cosas juntas están generando problemas de liquidez en los tamberos”.
“O sea que los tamberos no tienen plata en el bolsillo porque están pagando los créditos que se tomaron en la seca, y están pagando lo que corresponde a este año. Ese es un tema financiero que tiene que ver con la estructura de distribución de las deudas en el tiempo, eso pesa más que el endeudamiento en sí mismo”, sostuvo el Dr. Gonnet.
En general “el sistema financiero tiende a prestar en el corto plazo y el productor tiene más facilidad de tomar esos créditos a corto plazo, pero no es tan fácil tomar créditos a largo plazo”. Eso quizá obedezca a cuestiones más complejas como “una cultura de no endeudarse a largo plazo y deberíamos pensar si capaz eso no es un error”, expresó.
En los hechos “hay poca oferta de financiamiento a largo plazo, ese es un tema de análisis, porque si alguien quiere asumir una deuda con más tiempo no podrá hacerlo”. Para financiar un campo seguramente sí pueda acceder a un crédito de largo plazo, “pero para financiar una seca no hay herramientas o son difíciles de alcanzar”, cuestionó, cuando “frente a una situación extrema se debería poder diferir el costo”.
Riego
Además del financiamiento, otras de las herramientas de las que se ha hablado mucho en los últimos meses es el riego. “Yo soy de la opinión, personal y parcial de lo que yo veo, de que el riego como estrategia debe generar inversiones grandes y dificultades que no son accesibles” para muchos. “Hay que pensar y ver cómo los productores más chicos pueden acceder a esa tecnología”, un método puede ser “compartiendo la fuente de agua”, ejemplificó.
Todos somos conscientes de los cambios que está sufriendo el clima, el productor más que nadie porque desde el inicio de la agropecuaria en cualquiera de sus rubros el clima ha sido un jugador importantísimo. Sin embargo, “nos falta preparación”.
Todo lo que tiene que ver con el riego “necesita mucha inversión y no es para todos; en la lechería es una herramienta que se ve menos” que en otros rubros. El tambero “comenta y tiene presente” la posibilidad del riego, pero “no lo visualiza en la corta, parece que todavía lo ve como algo más lejano”.
Estabilidad del precio y valor del dólar
Sobre el precio de la leche a nivel local, que es el valor que recibe el productor remitente a la industria, Gonnet dijo que “es de estabilidad”, y “las perspectivas son satisfactorias, ni excelentes ni pésimas, satisfactorias”.
Para determinar si el precio de la leche es bueno o malo, “tiene que ver con la evolución de dólar”, porque “el tambero cobra en pesos y la mayoría de sus insumos son en dólares, entonces cuando se altera el tipo de cambio, mientras la industria no traslada esa variación al productor, hay un desfasaje”.
“Si el dólar sube, la primera e inmediata consecuencia es que la leche pierde valor frente a los insumos, pero la suba es favorable a la industria que corregirá ese valor nuevo del dólar y mejorará el precio” que paga al productor en pesos. “El delay que sucede en el medio es lo que determina qué tan afectados están los tamberos”. Corregir el tipo de cambio significa “un impacto negativo en el corto plazo, pero a la larga al tambero le conviene porque los precios se terminan transfiriendo”.
Por lo tanto, a la lechería le sirve que el dólar suba en la medida en que la industria lo transfiera al productor.
El factor maíz
Además de lo climático, los plazos de financiación y el valor del dólar, el sector lechero tiene otros desafíos, uno de ellos la producción y el precio del maíz, uno de los principales insumos vinculados a la alimentación del ganado. La sola posibilidad de que estemos ante una caída productiva y suba del precio ya es motivo suficiente para encender las luces amarillas para estar atentos sobre lo que pueda pasar y cómo repercutirá.
En la formación de precio de maíz “hay un componente bastante regional” con un rol importante de la producción argentina. “Son dos los factores que pueden incidir de forma negativa: uno la perspectiva de un verano seco, que lleva a que los productores agrícolas siembren menos maíz; y segundo, la amenaza de la chicharrita que se dio la zafra pasada. Los comentarios que llegan de Argentina es que se va a sembrar muchísimo menos área”. Si la siembra desciende el resultado es que “habrá menos oferta y por tanto cabe esperar un precio mayor”.
Sobre Uruguay, Gonnet dijo no tener los datos definitivos, “pero la situación actual es que hay un poco de menos área que el año pasado, y con dificultades de implantación por la falta de agua”, lo que contribuye a un posible incremento de precios. Eso no es bueno “porque el maíz es uno de los principales ingredientes en la alimentación del ganado”.
Finalizó señalando que “otro tema de observación es la alteración que puede haber en el país “después de las elecciones (del 27 de octubre) si se da la aprobación del plebiscito de la reforma de la Seguridad Social”.
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