En el año 2019 irrumpió con mucha fuerza la figura de Guido Manini Ríos en la política nacional. Encabezó un movimiento nuevo que logró la adhesión de 268 mil uruguayos y que volcó el resultado de las elecciones en favor de un cambio de rumbo.
Sin un despliegue de propaganda, pero a base de miles de kilómetros recorridos en todo el país, logró interpretar muchos reclamos y consiguió el apoyo de colorados, blancos y frenteamplistas, de desencantados de los líderes ya probados y de descreídos de la política.
Integrante de una familia tradicionalmente vinculada al Partido Colorado, su abuelo Pedro fue un destacado dirigente al lado de José Batlle y Ordóñez, aunque también supo forjar un vínculo muy estrecho con Luis Alberto de Herrera. Los Manini fundaron el diario La Mañana en 1917 y desde entonces generación tras generación continuaron un legado político y de pensamiento.
Guido Manini tuvo una destacada carrera como militar, participando en misiones de paz, impulsando los liceos extra-edad, dirigiendo el Hospital Militar y llegando a comandante en jefe del Ejército durante los gobiernos del Frente Amplio, con el aval de José Mujica y Tabaré Vázquez.
Durante esos años de altas responsabilidades le imprimió un sello muy particular a su gestión, no solo desde el profesionalismo sino especialmente por la sensibilidad social con los más vulnerables, por los que sufrían por la pobreza o la falta de salud. Eso le valió un gran respeto en la interna de lo que se llama la “familia militar” y muchos empezaron a verlo como un verdadero caudillo, dentro y fuera del Ejército.
Se especuló en la pasada campaña electoral sobre cuál iba a ser el espacio partidario que iba a elegir Manini y no le faltaron ofertas desde distintas tiendas. Sin embargo, optó por el camino más difícil, el de encabezar un partido nuevo, un movimiento en formación, que no tenía entre sus filas a ningún dirigente de renombre.
Curioso guiño del destino, otra vez un partido político tenía como primer líder a un militar, como fueron Rivera, Oribe y Seregni. Y este partido nuevo, Cabildo Abierto, se agrupó en torno al ideario artiguista, en la defensa de los más frágiles y en un proyecto soberanista, respetando la idiosincrasia uruguaya, sin pretender ser una copia de otros movimientos en el mundo.
Factores como la falta de confianza de la gente en los partidos mayoritarios, el descalabro de la seguridad pública, el agotamiento de los discursos políticamente correctos y la entrega obscena en favor de algunas inversiones extranjeras explican la aparición de este fenómeno político cabildante que, no obstante, no jugó en la posición cómoda de aislarse en ser antisistema y limitarse a defender ciertos principios, sino que apostó a integrar una coalición de partidos y promover los cambios en la medida de sus posibilidades.
Esto último es clave para entender a Manini y a Cabildo Abierto. Siempre eligió la posición menos cómoda, pero la que juzgó más apropiada para lograr cambios verdaderos. Lo cómodo para Manini hubiera sido retirarse con honores de su carrera militar y quedarse en su casa aprovechando la jubilación. Lo cómodo para Manini hubiera sido entrar en otro partido mayoritario y asegurarse un lugar de privilegio casi sin esfuerzo. Lo cómodo para Manini hubiera sido mantenerse neutral y dedicarse a pregonar superioridad moral e intransigencia con todos los partidos. Lo cómodo para Manini hubiera sido acatar sin chistar todas las decisiones del Poder Ejecutivo y vivir un romance con la coalición de gobierno.
No eligió ninguna de esas cuatro opciones. Y en la coincidencia o en la discrepancia que cualquiera puede tener con él, que es absolutamente legítima, no debe dejar de reconocerse ese coraje. Estuvo siempre dispuesto a defender las causas justas, aunque ello implicara la hostilidad de poderosos intereses, que incluso maniobraron para quitarlo del Senado donde lo puso la gente.
Será que el auténtico camino artiguista tiene más de “pathos” que de “eros” y que precisa caudillos dispuestos a un gran sacrificio. El propio Artigas eligió siempre el camino más incómodo, luchando mientras le dieran las fuerzas contra todos los que buscaran someter al pueblo oriental. Su derrota no fue su fracaso, porque el ideario y el proyecto siguen vigentes dos siglos después.
Algunos dicen que Manini no terminó el recreo. Se recrimina desde una exigencia que es comprensible y está al nivel de las expectativas que genera su figura, como quizás nadie más en el sistema político uruguayo. Descartando a los mesiánicos, que son minoría y siempre estarán disconformes, los que dieron su voto de confianza de buena fe esperando que alguien nuevo escuchara de verdad los problemas de la gente de a pie, ellos merecen conocer la respuesta.
La situación de la inseguridad en los barrios sigue siendo inaceptable. Acá no se terminó el recreo. Cabildo Abierto acompañó las medidas de la LUC para darle más herramientas a la actuación de la policía, y eso fue bueno, pero no se contemplaron muchas de sus propuestas sobre una nueva estrategia para la prevención y combate al crimen, en la reforma de la justicia y la transformación de las cárceles. Culminó en que los cabildantes retiraron el apoyo al ministro Heber en una interpelación, debiendo renunciar.
Ahora, pensando en el próximo gobierno, Cabildo Abierto presenta un equipo de seguridad pública, compuesto con policías experimentados y licenciados en el estudio de la disciplina, que vienen trabajando juntos hace años y son la única alternativa real a la continuidad que ofrecen los partidos tradicionales o de volver a dejarla en manos del Frente Amplio con sus funestos antecedentes. Votantes de todos los partidos, incluso quienes no le tienen simpatía, reconocen que Manini es el candidato más apropiado para cambiar esta realidad.
Hay otros recreos que empezaron a terminarse gracias a Manini y a Cabildo Abierto. El recreo de los que se aprovechan de la necesidad de la gente prestando dinero con tasas exorbitantes. Se visibilizó por primera vez el enorme problema del endeudamiento familiar que afecta a un millón de uruguayos. La presión que ejerció Cabildo Abierto desde el Parlamento y sobre todo con la recolección de 322 mil firmas para un plebiscito hizo que las tasas en el mercado disminuyeran sensiblemente e incluso que algunos bancos accedieran a hacer perdón de deudas menores y reestructura hasta 100 mil pesos. Y todavía queda mucho para hacer o se puede volver todo hacia atrás, a sabiendas que los demás partidos políticos son proclives a dejar las cosas como estaban.
Vaya si habrá muchos recreos sobre los que Cabildo Abierto puso el dedo en la llaga durante estos años: el del lobby celulósico plantando las mejores tierras del país, el de operadores privados de energía que venden a UTE a precios por encima del mercado, el de muchas exoneraciones tributarias mal otorgadas a un círculo de privilegio en lugar de utilizar esta palanca para la pequeña y mediana empresa, el de algunos jueces y fiscales que anteponen sesgos ideológicos, el de los que lucran con la droga destruyendo la vida de los jóvenes, el de sindicatos que pactan con multinacionales pautas que favorecen la concentración, el de sindicalistas de la enseñanza que ponen de rehenes a los estudiantes y sus familias, el de gobiernos que se decían progresistas y dejaron crecer como nunca los asentamientos precarios.
Por todos estos motivos y sobre todo por los recreos que hay que terminar hacia adelante, hay razones más que suficientes para votar a Manini este 27 de octubre. No va a ser presidente en esta oportunidad, pero como senador y logrando una buena bancada puede influir de manera determinante en el próximo gobierno. Es un voto seguro, para no volver atrás en muchos temas que antes se barrían bajo la alfombra y para encarar el futuro con el coraje que se necesita.
(*) Co-fundador de Cabildo Abierto, Coordinador Político y de Programa. Senador (s).
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