En la elección de 2019 los votantes de Montevideo representaron el 38% frente al 62% de todo el interior, pero de los 30 senadores solo 3 o 4 fueron del interior. ¡Los otros 26 o 27 de Montevideo!
En la elección de ayer domingo 27 de octubre los votantes de Montevideo representaron algo más del 37,4% y el interior 62,6%. Sin embargo, como se ha hecho público, los senadores electos son, otra vez, en su absoluta mayoría de Montevideo.
Gran paradoja: el peso electoral de Montevideo cae y cae elección tras elección –llegando hoy a poco más de un tercio del país–, pero su peso político a través del Senado se mantiene o aumenta.
¿Esto es sistema representativo y proporcional?
Sin duda no. El Senado, desde hace mucho, en no pocos casos es un refugio de políticos de la capital que carecen por sí mismos de peso político específico. Los senadores del interior, en cambio, casi todos han tenido exitosas gestiones como intendentes. Méritos que suelen no ser valorados adecuadamente por las cúpulas partidarias. Esta absurda inequidad todo el interior la padece desde la reforma constitucional de 1934 –impulsada por un régimen dictatorial– cuando los senadores dejaron de representar a cada uno de los departamentos, tal como había ocurrido a partir de nuestra constitución fundacional de 1830.
Desde las reformas de 1934 y 1942 ese injusto e injustificado sistema ha sido un factor decisivo de incremento del centralismo por el peso del Senado en las decisiones políticas –caso de la aprobación de los presupuestos– quedando la “tajada del león” siempre en la capital.
Cuando es temporada de “cazar canarios” se habla de mirar al país que está del otro lado del Paso Molino o del Santa Lucía. Pronto se evapora. En el Senado, como en tantos ámbitos de la vida del país, el negativo centralismo capitalino goza de muy buena salud.
El gran silencio sobre este tema de los dirigentes políticos del interior –de todos los partidos– es difícil de entender.
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