Como siempre los análisis se pueden hacer viendo el medio vaso lleno o el medio vaso vacío. La Copa jugada por Peñarol podría decirse que tiene varias formas de ser calificada.
¿Qué significa para un club copero como Peñarol haber llegado a una nueva semifinal? ¿Es justo comparar esta campaña con las anteriores 20 ocasiones en que los aurinegros llegaron a esta instancia? ¿Cuánto menos es esto que la final del 2011 o las 5 copas ganadas en los años 60 y 80? ¿Qué le deja a la institución este camino que llevó al equipo a quedar entre los 4 mejores del continente?
Desde que estoy en esto del fútbol, ha habido una lucha despiadada entre el presente y la consabida frase “todo tiempo pasado fue mejor”. Alguna vez escuché decir que la creencia de que antes todo era mejor tiene más que ver con nosotros mismos que con la realidad comprobada. Es decir que existe una chance alta de que, por ejemplo, yo con 66 años añore los años 60 o los 80 y por eso me parezcan mejores.
En los 60 era un niño feliz rodeado de mis compañeros de escuela, mis padres y mis abuelos, además de toda la familia completa. En los 80 era joven, corría maratones, no tomaba ningún remedio y tenía a mis abuelas y a mis padres. Hoy mi madre con 92 años y mi hermana son casi únicos testigos de aquello de los 60 y en alguna manera de los 80. La falta de algunos compañeros de clase me hace sentir el peso de la realidad y el paso de los años.
En ese contexto los recuerdos son más dulces, las hazañas se agigantan y la memoria selectiva me recuerda casi en forma exclusiva solamente las ganadas, los golazos, las gambetas, las atajadas de mágicos goleros y la distancia apaga los llantos de derrotas o ilusiones frustradas en materia futbolística.
Dicho esto, en los años 60 Peñarol y también Nacional hasta 1972 jugaban y ganaban copas continentales y mundiales con asiduidad. En el mundo se los consideraba como hoy se hace con Real Madrid y Barcelona, ni un poco menos. En los años 80 cuando todo parecía perdido otra vez nuestros dos grandes clubes asombraron a América y al mundo jugando 5 finales de Libertadores, ganando 4 de ellas, y disputando 4 finales mundiales con 3 triunfos.
En 1989 existían estudios que certificaban que en el planeta convivían más de 300 mil clubes de fútbol en los 200 países afiliados a FIFA en todas sus categorías (reitero: 300 mil entre la A, B, C, D, etcétera, de los 200 países FIFA). Solamente dos eran tricampeones mundiales y ambos uruguayos: Peñarol y Nacional.
En 1995 Uruguay cerraba el siglo con un largo invicto en Copas América y 14 trofeos en sus vitrinas. Ningún país tenía más copas continentales ganadas y apenas Brasil tenía las mismas 4 estrellas mundiales que nuestra celeste en su camiseta.
Sin embargo, en los 60 la frase de los periodistas y algunos veteranos hinchas exigentes eran “ahora ganamos en clubes, pero no pasa nada con la selección”. En los 70 los juveniles arrasaron con 4 sudamericanos consecutivos ganados y la frase fue “sí, en juveniles, pero en mayores nada y en clubes tampoco”. En los 80, como ya expliqué, volvieron los triunfos clubistas y también la selección ganó 2 copas América consecutivas y fue subcampeón en la restante, y ahí la frase fue “todo muy lindo, pero en juveniles ya no ganamos más nada”. Y así transcurren las décadas en este fútbol que pretende venderse como hijo de un país de gente humilde que, sin embargo, con 3 millones de habitantes y poco dinero se queja mucho más de lo que disfruta y valora. Podría decirse que somos insoportablemente exigentes, fruto de un agrande que creemos que es patrimonio de argentinos y brasileros.
Con respecto a lo logrado por este Peñarol de Diego Aguirre, desarrollaré algunos comentarios para disparar el debate.
1) Creo que es más difícil ser semifinalista de una Libertadores hoy que en los 60 y 80.
Peñarol ganó en 1960, 61 y 66 y fue finalista en 1962, 65 y 70 en épocas irrepetibles en las que el equipo titular tenía más de media selección uruguaya y 2 o 3 extranjeros que eran titulares en sus selecciones nacionales. Además, los jugadores jugaban entre 4 y 10 Libertadores en forma consecutiva sin que ninguna oferta pudiese desmembrar la base.
En los 80 Peñarol ganó en 1982 y 87, además de ser finalista en 1983. En 1982 casi todos los uruguayos eran de selección y el extranjero Jair era de selección brasilera. En 1987 Peñarol sorprendió con un equipo que tuvo el promedio de edad más bajo de la historia de los campeones internacionales en cualquier continente, pero 6 de sus futbolistas apenas 3 meses antes habían ganado la Copa América en Buenos Aires luego de eliminar a los campeones del mundo liderados por Maradona en el Monumental.
Hoy es impensable y también lo fue en 2011 como para que Peñarol tenga siquiera un jugador que figure entre los 50 reservados de Bielsa en toda la eliminatoria. Ni hablemos un extranjero de nivel selección de su país. Todo lo contrario sucede con los rivales brasileños o River y Boca fundamentalmente. Voy a dar dos ejemplos.
En 2011 Peñarol perdió la segunda final y la copa contra Santos de Neymar por 2 a 1. En esa final en los años 60 u 80 el equipo aurinegro pudo haber tenido a Lugano, el Mono Pereyra, el Ruso Pérez, el Mota Gargano, Arévalo Ríos y Diego Forlán. Todo esto como refuerzo para una final que se jugó unos días antes de ser campeones de América con Uruguay en Argentina, cuando eliminaron a la selección de Messi, Tévez, Agüero, Mascherano, Higuain y tantos cracks.
El otro ejemplo es para hoy en día. Peñarol ante Botafogo pudo tener a Santiago Bueno y Nández atrás, Valverde en el medio, además de Pellistri, Darwin y Brian adelante. Esos refuerzos en ambas ocasiones sin dudas achicarían la brecha.
2) Las copas de los 60 comenzaron siendo copa de campeones, o sea uno por país y luego de campeones y vice. Así fue hasta el final del siglo XX.
Hoy en día participan 47 equipos, con clasificación automática de 8 brasileros, 7 argentinos y el resto apenas 4, con el agravante de que arrancan 2 y 3 fases antes para irse decantando y molestar lo menos posible entre los 32 de las fases de grupos. Además, se eliminó la prohibición de que jueguen la final dos clubes del mismo país, por lo que, si en una noche inspirada como le pasó a Peñarol en 2011 contra Inter de Porto Alegre o ahora con Flamengo ganás, siempre habrá más brasileros con enormes presupuestos para darte tu merecido.
Por eso de las 21 semifinales (ningún club supera a Peñarol en ese sentido) las primeras 19 fueron entre 1960 y 2000, mientras en estos 24 años fueron apenas 2.
3) Lo muy bueno fue que Peñarol salió airoso en el “grupo de la muerte” donde le pudo ganar al campeón argentino, Rosario Central, al tercero de Brasil, como Atlético Mineiro que llegó a la final, y luego eliminó a un boliviano a 4100 metros de altura para lograr la proeza de volver a ganar en Maracaná y afianzar una paternidad increíble ante Flamengo que en los últimos años no parece tener ninguna lógica.
4) Lo malo fue que nuevamente hubo que pagar multas enormes, alguna de la cuales aún no llegó. El Campeón del Siglo no pudo usarse en semifinales y puede ser que sufra sanciones para el 2025. Fue necesario hacer operativos policiales de guerra con un costo altísimo ante Rosario Central, Atlético Mineiro, Flamengo y Botafogo. Es cierto que Peñarol cobró mucho de Conmebol por los triunfos y las clasificaciones avanzando de fase, pero más allá de las agresiones recibidas en Rosario y Río de Janeiro, queda claro que hay que comenzar a desalentar la presencia de visitantes en los partidos de copa.
No lo digo solamente por Peñarol. Todos fueron agredidos y todos agredieron. Todos hicieron caso omiso a las prohibiciones de pirotecnia y otras formas. Ningún equipo grande de Sudamérica parece estar capacitado para lograr que se cumplan las reglas.
Si a todo esto le agregamos que Peñarol tuvo 250 detenidos y decenas de expulsados de Brasil antes y después del partido con Botafogo, más la prisión de 21 hinchas que demanda semanas de abogados, diplomáticos, viajes, donaciones, banderas y energía, todo duele más. La energía y enfoque debió estar al servicio de tratar de arrimarse lo máximo posible al 0-5 que todo complicó.
Conclusión: en mi criterio, es mucho más meritorio llegar a semifinales hoy que a la final en 2011, y ambos casos son más meritorios que las copas ganadas. Dije más mérito, no más valioso, porque las copas están en las vitrinas y las vueltas olímpicas nunca se borrarán. Pero queda claro que los logros clubistas en el siglo XXI para los uruguayos parten de bases más injustas y, exagerando para ser más gráficos, parecen ser logrados con un tenedor contra ejércitos armados hasta los dientes.
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