La Gran Depresión que partir de 1929 se abatió sobre el mundo capitalista arribó con toda su crudeza a Uruguay en 1931. Fue entonces cuando el dramático agravamiento de la coyuntura tornó inocultable una situación de estancamiento económico que ya podría vislumbrarse por lo menos desde dos años atrás. La drástica caída de nuestras exportaciones, con la consiguiente reducción de rentas de aduana, no solo afectó al sector agropecuario, sino que trajo aparejadas serias dificultades financieras al Estado uruguayo, así como una forzosa reducción del comercio importador, en un desesperado intento de equilibrar la balanza comercial. Las medidas adoptadas por el Consejo Nacional de Administración (CNA) para enfrentar la crisis tuvieron muchas cosas en común con políticas llevadas adelante por ese entonces en otros países de América Latina y del mundo. No obstante, en nuestro país, la difícil situación creada por la depresión vino a fortalecer y reavivar la tendencia estatista que había tenido el batllismo como principal impulsor.
Entre las medidas adoptadas para conjurar la crisis económica en los años transcurridos entre la inauguración de la nueva administración y el golpe de Estado de marzo de 1933, pueden mencionarse la aceptación de la desvalorización de la moneda, el control de la comercialización de la moneda extranjera, medidas restrictivas para el envío de remesas al exterior, limitación de las importaciones y protección de la industria nacional, así como la ya referida profundización del estatismo. Esta esquemática enumeración no agota el abanico de resoluciones aprobadas entonces y mucho menos aún da cuenta de los matices, marchas y contramarchas que la puesta en prácticas de las mismas experimentó.
Es en este escenario político-económico que se inscribe el conflicto entre la CNA y las compañías petroleras extranjeras que operaban en el país, lideradas por las dos firmas que dominaban la plaza: la West India Oil Company, filial de la Standard Oil de New Jersey y perteneciente a capitales estadounidenses, y la Shell Mex Uruguay Ltd., con capitales mayoritariamente británicos. Este enfrentamiento –larvado o ruidosamente explícito, según el momento– llegó a su clímax con motivo de la decisión conjunta adoptada por las compañías petroleras en junio de 1932 de suspender las importaciones y racionar las ventas de combustibles hasta tanto se les suministrase moneda extranjera para pagar las importaciones. Esta medida colocó al país en una situación muy difícil –la crisis de la nafta, la llamó la prensa de la época– y fue algo más que una descarnada muestra de los extremos a los que podían llegar los intereses extranjeros en su intento de obtener una tajada más grande en la magra mesa de aquellos años de depresión. A la hora de justificar su actitud, las dificultades en materia de cambio no fueron los únicos motivos de agravio esgrimidos por los representantes de los trusts petrolíferos. Sus planteos evidenciaron múltiples tensiones que tenían su origen en la política seguida por la CNA en materia de abastecimiento de combustibles y cuyos resultados más inquietantes para los referidos intereses extranjeros eran, sin duda, la creación del ente petrolero estatal Ancap y la tranquilizadora presencia de los competidores soviéticos, a quienes las autoridades uruguayas habían adjudicado el primer contrato para suministro de nafta y querosene al flamante organismo.
La documentación proveniente de los archivos del Departamento de Estado nos permite observar desde un sitial privilegiado cómo las compañías petroleras encararon su relación con Ancap antes, durante y después de esta “crisis”. Nos informa asimismo sobre las posiciones asumidas por la diplomacia estadounidense –también en cierta medida sobre el accionar de la legación británica– en aquella coyuntura. A través de los memorandos elaborados por los representantes de las compañías petroleras después de cada entrevista con las autoridades uruguayas podemos seguir las negociaciones desarrolladas, en un ejercicio por momentos apasionante en el que desfilan ante nuestros ojos circunstancias, planteos y posiciones que en algunos casos antes de conocer esta documentación solo podíamos intuir.
Fragmento del libro: Uruguay: entre las grandes potencias y los grandes vecinos. Escritos sobre historia de la política exterior uruguaya (1900-1945), de la licenciada en Ciencias Históricas e integrante del Sistema Nacional de investigadores, Ana María Rodríguez Ayçaguer (Durazno 1947).
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