La Mañana se reunió con Álvaro Ahunchain, referente cultural y artístico, que además de ser dramaturgo, director de teatro, docente y creativo publicitario es el actual coordinador del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), para conocer más acerca de su apasionante oficio.
Al terminar un año de actividades muy variadas en el INAE, entre las cuales se destacaron el Festival Internacional de Artes Escénicas, que recorrió el país entre el 16 y el 24 de agosto con 28 espectáculos, y el Festival de Clubes de Arte, con espectáculos breves en que participan estudiantes de liceos públicos de todo el país, ¿qué balance puedes hacer de lo realizado desde que asumiste como su coordinador?
En el haber, la satisfacción de haber realizado muchos aportes positivos, en lo que tiene que ver con descentralización, edición de publicaciones, impulso a la producción y transparencia en el acceso de los artistas a los recursos públicos. En el debe, no pude concretar una Ley de Fomento de las Artes Escénicas en la que trabajé denodadamente y que hubiera sido un instrumento mejor que el de la no reglamentada Ley de Teatro Independiente de octubre de 2019. Y tampoco pude concretar un cambio al Estatuto del Artista que hubiera permitido un mejor acceso de los artistas a la formalización laboral.
¿Qué cambios o innovaciones sientes que lograste y cuáles desafíos debiste superar? ¿Qué expectativas tenías antes de entrar?
Desde que asumí me marqué objetivos de trabajo que contaron felizmente con el respaldo de la directora nacional de Cultura, Mariana Wainstein, una jerarca con la que ha sido un placer trabajar todos estos años por su inteligencia, conocimientos y capacidad de gestión. Uno de los objetivos más importantes fue la implementación de una Ventanilla Abierta de apoyo a proyectos escénicos, de manera de democratizar el acceso a fondos públicos, difundiendo adecuadamente la convocatoria y facilitando la aplicación de los artistas mediante recursos online. Este sistema fue replicado por todos los institutos dependientes de la DNC, Letras, Música y Artes Visuales. Lo que antes se otorgaba a pedido de partes interesadas que sabían que podían golpear la puerta del INAE, ahora llega a productores culturales de todo el país, permitiéndoles acceder a contribuciones para la organización de festivales y ciclos de espectáculos, proyectos editoriales y de investigación, proyectos de internacionalización de las artes escénicas uruguayas e incluso la cesión temporaria de nuestra sala polifuncional, para ensayos, residencias, talleres gratuitos y laboratorios de experimentación.
Además, establecimos convocatorias públicas y abiertas para la circulación de espectáculos en todo el país, la realización de talleres de artes escénicas, el festival Muestra de Dramaturgia Uruguaya y algunos llamados específicos durante la pandemia, como los de coproducciones audiovisuales y podcasts basados en obras escénicas uruguayas. Otro programa que nos enorgullece es haber publicado 27 libros (y tener previstos para febrero de 2025 otros nueve más) de dramaturgia uruguaya de todos los tiempos, así como también de investigación sobre las artes escénicas. Son libros que se distribuyen en librerías a precios populares y que llegan gratuitamente a grupos de teatro, productores y periodistas culturales, bibliotecas públicas y al servicio exterior. Convertimos a la sede del INAE también en museo a través de un llamado a fotógrafos de artes escénicas, cuyas veinte obras ganadoras están en exposición permanente desde el año pasado. Coordinamos con Canal 5 la realización del ciclo Historias propias con la escena en el alma, que homenajea a grandes maestros de las artes escénicas a través de entrevistas en profundidad, en horario central de la televisión pública. Y otro proyecto que nos llena de orgullo es el del Festival de Clubes de Arte, que este año tuvo su tercera edición y que desde 2022 lleva movilizados a más de dos mil estudiantes de más de 100 liceos públicos, UTU y Cecap de los 19 departamentos del país. Política cultural proactiva, generadora de espíritu creativo y crítico y promotora de trabajo en equipo entre los jóvenes.
¿Qué se vio afectado, a raíz de la pandemia, en los hábitos o formas de consumo del producto artístico? ¿Hay más espectadores? ¿Hay más demanda u oferta?
La pandemia fue un momento muy difícil. En la Dirección Nacional de Cultura trabajamos muy intensamente para sacar el agua del barco y generamos, por ejemplo, el Fondo Solidario Ruben Melogno, de apoyo económico a los artistas que quedaron sin trabajo y sin cobertura de seguro de paro, así como también llamados públicos para cursos online, distintos tipos de concursos y un sitio web que permitiera reconectar al público con productos culturales uruguayos. Debo decirte que viví momentos muy tristes de algunos colegas que nos culparon a Mariana y a mí por el cierre de los teatros, decisión que obviamente nos trascendió en ese momento y que fue mundial… En ese tiempo trabajé mucho en la redacción de protocolos de reapertura, comparando con ejemplos internacionales, y podemos decir con satisfacción que, aún en condiciones limitadas de aforo, las salas uruguayas fueron de las primeras en reabrir sus puertas. Lo que quedó claro fue que, superada la pandemia, se dio un claro rebote en la actitud del público: volvió a las salas de manera contundente, como una lógica reacción al encierro anterior y al consumo obligado de streaming en el hogar. Los colegas del sector coinciden en que hoy hay más público incluso que antes de la pandemia, lo que se ha visto favorecido además por una buena actuación del Fondo Nacional de Teatro, en apoyo de las propuestas, y una batería de llamados del INAE que significaron un estímulo fuerte a la producción.
¿Quiénes conforman tu equipo de trabajo?
La verdad es que hemos consolidado un equipo de gestión reducido pero sumamente eficaz. Silvia Novarese trabaja en nuestra área de formación, coordinando talleres artísticos y Clubes de Arte. Williams Martínez lidera la gestión de los programas Iberescena y de circulación de espectáculos. Junto a Santiago Turenne hace lo propio en lo referente al Festival Nuestra. Santiago, particularmente, es nuestro especialista en Danza y ha desarrollado una vasta tarea en la elaboración del Plan Nacional de Danza y múltiples actividades de esa disciplina. Danisa Boyssonade es nuestra responsable técnica y coordina talleres y laboratorios junto a los demás compañeros. Cynthia Navarro es nuestra archivóloga a cargo de la mediateca del INAE y la gestión de publicaciones. Noelia Fernández y Andrea Anaya trabajan en el área administrativa. Juan Files y Esther Centurión exceden ampliamente sus atribuciones de seguridad y mantenimiento, aportando también a la atención al público con su cordialidad.
Enumera todo lo que implica el Inae: danza, circo, Iberescena, publicaciones, eventos, talleres, vínculos a nivel nacional e internacional.
Efectivamente, las artes escénicas cubren un campo muy vasto que va desde el teatro, la danza, el circo y los títeres, hasta diversos formatos de artes vivas, incluyendo performances que lindan con la actividad plástica. Nuestra gestión consiste en ampliar los públicos, potenciar la carrera de los artistas uruguayos en el país y también en el exterior, convertirnos en herramienta de formación y especialización a través de cursos, residencias y talleres, publicar libros y apoyar todos los desarrollos independientes que coadyuven a un crecimiento de la producción y el consumo cultural. Quienes crean que realizar política cultural es “asalariar artistas” se equivocan. De lo que se trata es de la presencia del Estado impulsando la producción local para fortalecer la identidad cultural y permitir que, más temprano que tarde, el mercado nacional e internacional permita a los artistas vivir con dignidad.
¿Cuáles son las vías de apoyo que ofrece hoy día el INAE? ¿Son suficientes?
Nosotros hemos emprendido programas intensivos de circulación de espectáculos y docentes, elegidos todos por estricto concurso y atentos a una representación territorial lo más diversa posible. Son cuatro las perspectivas que hemos privilegiado para democratizar al máximo el acceso al disfrute de las artes escénicas nacionales: la perspectiva de género -atender a un correcto equilibrio en las asignaciones de oportunidades-, la perspectiva territorial -poner énfasis en una descentralización integradora que permita producir y recibir espectáculos y talleres en los 19 departamentos-, la perspectiva generacional -no priorizar un nivel etario específico de los artistas, sino tener en cuenta a las distintas generaciones de creadores, e incluso poner énfasis en la memoria de nuestras artes escénicas- y la perspectiva estilística -no privilegiar unas estéticas sobre otras, sino ser neutral en ese plano.
Si tuvieras presupuesto y tiempo ilimitado. ¿Qué implementarías, estimularías o cambiarías?
Fundamentalmente fortalecería aún más los fondos destinados a contribuir con la producción artística e incorporaría beneficios económicos concretos a las instituciones culturales independientes. Es absurdo que la tarifa de energía eléctrica que paga una sala teatral sin fines de lucro sea la misma que abona una fábrica de productos de consumo masivo, por ejemplo. La fijación de una “tarifa artística” de los servicios públicos, rebajada, es un desafío que nos queda pendiente para la próxima administración. Lo mismo puede decirse de la exoneración de impuestos a la producción cultural; aunque esté amparada por el artículo 69 de la Constitución, en muchos casos no se cumple y eso encarece la gestión cultural.
Como artista, intelectual, gestor, productor, director, docente, periodista y también hombre político ¿Qué conflictos o contradicciones se te plantean con respecto a lo cultural?
A lo largo de toda mi vida he insistido a los integrantes del sistema político que pongan foco en la cultura, algo que pocas veces hacen, por el simple hecho de que la cultura nunca aparece entre las demandas de la ciudadanía surgidas de las encuestas. Sin embargo, estoy convencido de que la política cultural es una herramienta fundamental para mejorar la convivencia y, con ello, abatir los niveles de inseguridad pública. Hay múltiples ejemplos del exterior que así lo confirman. Lamentablemente desde posiciones ultraliberales se dice que no hay que invertir en cultura, que la actividad debe quedar librada al mercado. Y desde posiciones marxistas se propone invertir en cultura, pero como mera herramienta de persuasión y acumulación político-partidaria. Ambos extremos son muy nocivos y he dedicado buena parte de mi vida a explicar por qué.
“De política cultural se habla poco”, titulaste recientemente un editorial. Las artes escénicas en nuestro país, ¿ocupan un lugar destacado en la cultura al igual que en otros países?
Depende de qué arte escénica. Entiendo que el teatro es una disciplina en cierta forma privilegiada, porque goza de gran prestigio desde los albores de la Comedia Nacional y el movimiento teatral independiente, y especialmente porque ha tenido un gran poder de influencia en el sistema político. Eso no quiere decir que el teatro independiente tenga los problemas resueltos, por supuesto; queda mucho por hacer para que las instituciones que en Uruguay mantienen un gran rigor en la elección de repertorio, sean plenamente sustentables. Pero la danza y el circo, por ejemplo, están en posiciones más frágiles y no han tenido el mismo poder de lobby. Lo mismo puede decirse de las escuelas de educación artística, que son llevadas adelante por verdaderos quijotes en distintas ciudades del país. La política cultural tiene que atacar la integralidad de estos temas y hacerlo con criterios técnicos y la máxima transparencia.
Como hombre de teatro, has rendido homenaje a varias de las figuras más emblemáticas. ¿Crees que son poco conocidas? ¿Qué nos deja el pasado en un hoy tan diferente?
El arte escénico es de por sí de naturaleza efímera, pero tengo la sensación de que la gestión cultural no suele ser justa con los grandes maestros, gracias a quienes tenemos el teatro de prestigio que efectivamente tenemos. Lo primero que hice cuando entré al INAE fue engalanar los grandes ventanales de la fachada con retratos realizados por Oscar Larroca de esos maestros que no están entre nosotros, pero nos guían: Atahualpa del Cioppo, Taco Larreta, Alberto Candeau, Elena Zuasti, María Azambuya, China Zorrilla, Imilce Viñas… Hay corrientes del teatro actual que tienden a mirarse en las vanguardias europeas más recientes, pero desatienden la tradición cultural que nos es propia. Solo así se entiende que hayamos perdido la tradición de un teatro clásico de calidad, que supieron transitar directores inolvidables como Eduardo Schinca, Jaime Yavitz, Nelly Goitiño y Pepe Estruch. Recordar a estos maestros es volver a las fuentes y dar profundidad y espesor a nuestra profesión: la experimentación que reniega del pasado y cree inventar la pólvora muchas veces nos hunde en la frivolidad.
¿Cómo se entiende que muchos jóvenes estudiantes de teatro no vean teatro? ¿Cómo ves la docencia teatral? ¿Cómo fue tu experiencia docente?
Es cierto; la motivación de muchos estudiantes de actuación de hoy pasa por el desarrollo de una carrera audiovisual. Vivimos muy encapsulados en las plataformas de streaming y el teatro sigue siendo un arte de élite. Pero lo cierto es que cuando los chiquilines ingresan al mundo teatral (lo vivo anualmente en los clubes de arte y lo he vivido como director y docente), se maravillan. En 2018 dirigí a la Comedia Nacional en “Rinocerontes” de Ionesco. Recuerdo a un chiquilín de liceo gritando en el momento del saludo “yo quiero hacer teatro”. Esa siembra fue, es y seguirá siendo clave para mantener un oficio que enorgullece a la cultura uruguaya.
Como dramaturgo (y director teatral) tuviste reconocimientos varios y marcaste una época en la que tus puestas conmocionaron el ambiente. ¿Qué momentos recuerdas con más emoción de tu trayectoria teatral? ¿Crees que el teatro debe satisfacer una necesidad?
Siempre fui, al decir de Cortázar, un “perseguidor” como el saxofonista de su famoso cuento. De adolescente escribía febrilmente, pero a medida que fui creciendo el director le fue ganando al dramaturgo. Me encantó meterme con una trilogía de clásicos que dirigí con furia iconoclasta en los años 80: Macbeth, el Don Juan de Moliére y La Celestina. Disfruté dirigir obras propias como Miss Mártir, Dónde estaba usted el 27 de junio y All that tango, tanto como de direcciones de Carlos Aguilera de otras dos mías, en puestas que me resultan inolvidables: Se deshace más fácil el país de un hombre que el de un pájaro y El estado del alma. Me copó dirigir autores contemporáneos como Sergi Belbel en La sangre, Ingmar Bergman en Escenas de la vida conyugal, David Lindsay-Abaire en Buena gente y Mark Saint Germain en La última sesión de Freud. Si el teatro debe satisfacer una necesidad, no lo sé. En mi caso, una época en que estuve seis años alejado de la actividad, por mi trabajo como publicitario, concluyó con un accidente de tránsito que casi me cuesta la vida. Ahí comprendí que tenía una necesidad vital de hacer teatro.
Tu amplio abanico de actividades, ¿te relacionó con distintas áreas de lo artístico: realizadores audiovisuales, artistas plásticos, músicos, técnicos, vestuaristas, críticos, etc.?
Sin duda, y la actividad publicitaria también. Tengo muy buenos amigos con quienes he sumado creatividad para concretar unos cuantos sueños. Cómo olvidar al querido Carlín Zino, escenógrafo excepcional de vida tan corta y talento tan inmenso.
¿Tus actividades como publicista o en el INAE, sientes que restan tiempo para tus proyectos artísticos personales?
Cuando fui designado coordinador del INAE en 2020, renuncié prácticamente a la actividad publicitaria y a la dirección teatral. Sentí que eso hubiera sido como estar en la misa y en la procesión. Lo único que hice en estos años fue reponer una comedia, “Bajo terapia”; tal vez ahora con el cambio de gobierno vuelva a dirigir algo nuevo. Algo lindo que pude concretar es un sitio web donde publiqué todas mis obras para ser descargadas gratuitamente: ahunchain.com.
¿Cómo fue tu formación? ¿Había antecedentes artísticos cercanos? ¿Cuáles fueron tus referentes?
Mi madre había resignado su vocación de actriz al casarse con mi padre, y cuando yo empecé a hacer pequeños papeles de niño, en la EMAD y con la Comedia Nacional, me apoyó con una fuerza proporcional a lo que había sido su frustración personal de juventud. En teatro me influyeron mucho, como autores, Eugene Ionesco y Jacobo Langsner. Como directores, sin duda Jorge Denevi, Carlos Aguilera, Elena Zuasti, Alberto Restuccia, Stella Santos, Héctor Manuel Vidal, tantos… También debo reconocerte que mi formación cinéfila, gracias a esa bendición que se llama Cinemateca Uruguaya, me hizo admirar y tratar de emular a maestros como Chaplin, Lang, Fellini, Bergman, Godard, Russell, Pasolini, Polanski…
¿Cómo te llevas con la crítica? ¿Por qué recuerdas especialmente a Abbondanza?
Cuando era joven leía con voracidad la crítica: de ahí mi admiración por intelectuales de fuste como Jorge Abbondanza y Roger Mirza. Hoy siento que la crítica no ejerce el poder de influencia que caracterizaba a aquella época: te podías calentar por una mala crítica, pero siempre aprendías de ellos.
¿Qué parámetros inciden en la valoración tan subjetiva como es la calidad de un espectáculo; la permanencia, la cantidad de espectadores, la sala, los temas, sus estrellas?
Depende, sin duda. Hay espectáculos muy exitosos que me resbalan totalmente y viceversa. Hay actuaciones memorables en espectáculos horribles y viceversa. La experiencia escénica es siempre única y diferente.
¿Qué proyecto hubieras querido hacer y no hiciste aún? ¿Con qué tipo de actores/actrices, autores, obras o temas prefieres trabajar y por qué? ¿Salas tradicionales o espacios alternativos? ¿Con o sin AI?
Le tengo muchas ganas a un par de obras de Shakespeare: Romeo y Julieta y Tito Andrónico. Me dan ganas a veces de hacer una nueva versión de “Macbeth”, bien diferente a la que hice hace 40 años. Sigo masticando la idea de hacer una obra para un solo espectador, con ingresos de cada uno cada cincominutos, entre las 10 y las 22 horas. Me di el gusto de dirigir a actores geniales como Jaime Yavitz, Beatriz Massons, Nelly Antúnez, Delfi Galbiatti, Mary da Cuña, ¡de no creer! Hay gente que admiro mucho a la que aún no he podido dirigir: Carla Moscatelli, Luis Pazos, Micaela Larroca. Ya se dará. Salas tradicionales o espacios alternativos, valen ambos; todo depende del espectáculo. ¿Inteligencia artificial? ¡Juera, bicho!
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