El discurso de la izquierda se quedó sin contenido. Y no solo en el Uruguay, sino en todo el Occidente.
El rotundo fracaso de la ideología marxista, ejemplificado para siempre en el derrumbe de la URSS, todavía muestra en América la agonía de una Cuba en la miseria más deplorable, que padece bajo el mando del incapaz Díaz Canel, una Venezuela sometida a la feroz dictadura de un payaso que es títere de sus fuerza armadas y una Nicaragua bajo la tiranía de un exrevolucionario ahora envilecido por el dinero como Ortega, que comparte sus designios siniestros con su cónyuge.
El capitalismo de Occidente, hoy reforzado por el vuelco a la derecha y centro derecha, como único sistema generador de la riqueza, ha ido desplazando las utopías colectivistas por la voluntad de la gente. Los triunfos de Meloni en Italia, de Trump en los Estados Unidos, Viktor Orban en Hungría, Javier Milei en la Argentina y la derrota de Pedro Sánchez en España, que sigue enredado en su cargo con un mandato cojitranco, son emblemáticos.
La izquierda, que solo encuentra contenido en el marxismo, la lucha de clases, la plusvalía, la dictadura del proletariado y el hombre nuevo que trabaja sin el estímulo material, ante el evidente fracaso de su aplicación práctica (así URSS, Cuba, Venezuela, etcétera) se refugia en el apoyo y justificación de temas menores como las ideologías de género, el ambientalismo, las discriminación étnica, sexual o religiosa, las marchas LGBTI y otros colectivos disidentes.
Cuando habla de economía, la izquierda ya se olvidó de la reforma agraria, de la nacionalización de la banca y el comercio exterior, del estanco del tabaco, de la estatización de las industrias y de la abolición de la herencia y la propiedad privada. Ahora habla de los mismos temas que hablan los políticos liberales, poniendo el énfasis en una mayor distribución de la riqueza, pero sin saber cómo se puede financiar, y con dos elementos diferenciadores muy claros y muy inconvenientes, que son : a ) la integración de los sindicatos a su fuerza política, y b) el aumento considerable de la presencia estatal en la sociedad.
El primer aspecto nos obliga a ciertas consideraciones. Comencemos por el inocultable Fa-Pit, o sea la agregación del movimiento sindical al partido político Frente Amplio, que hoy preside el exsindicalista Fernando Pereira con notoria evidencia. En segundo lugar, el movimiento sindical genera los conflictos de acuerdo con las necesidades políticas, en lo que a la vez asoman las concepciones oportunistas sin otro interés que el propio. Son paros injustificados, de alto contenido político que expresan una indisimulada militancia, y lesionan la cultura de los auténticos derechos laborales.
Así solo consiguen, con involuntaria torpeza, perder la confianza de la sociedad que se ve injustificadamente perjudicada, devaluando su propio prestigio y hasta debilitando la seguridad de sus fuentes de trabajo. Con respecto al otro diferencial, que es el aumento de la presencia del Estado en la sociedad, debemos decir que esa omnipresencia tiene como necesarias consecuencias el aumento del gasto público y la disminución de la libertad de los ciudadanos.
El aumento del gasto supone como efecto inmediato el incremento de los impuestos, o el endeudamiento aún mayor para financiarlo. La disminución de la libertad se hace presente por las mayores regulaciones con trámites, permisos y tasas innecesarios, cuando la mayor eficiencia exige una desregulación que frene y disminuya la hipertrofia de un Estado que en todo se mete con su moroso expedienteo.
Todo lo que decimos quedó en evidencia en el debate que el domingo pasado tuvieron los candidatos Yamandú Orsi y Álvaro Delgado. Allí, Álvaro Delgado habló de los logros de un gobierno eficaz, constructor de mejoras materiales como la obra pública y de conquistas para ampliar el ámbito de la libertad para los ciudadanos, defendiendo los valores de educación laica, el poder de compra del salario, el aumento del trabajo, la asistencia social con mayores inversiones, la seguridad confiando en la policía, y la ubicación del Uruguay en el lado correcto del concierto de naciones.
Por su parte Yamandù Orsi, olvidando todos los principios que inspiran la filosofía de los sectores marxistas que lo acompañan y los propios, leyó un programa sin mayores novedades ni anuncios de cambios que pudieren ser rechazados por el electorado y arriesgó una promesa de no aumentar los impuestos que, si tiene el mismo respeto por la palabra que el que tuvo el expresidente Vázquez, desde ya hay que prepararse para soportar el pago.
Lo que no dijo ni hizo la menor referencia, fue que en el último congreso de su fuerza mayoritaria, o sea del MPP, se ratificó que el sector tiene: “como objetivo principal la acumulación estratégica de fuerzas a nivel nacional y continental para la construcción de una vía hacia la liberación nacional y el socialismo ”.
Ahora sí, del brazo de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
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