La Mañana dialogó con Inés Capdevila, analista en política internacional y periodista de La Nación, sobre el proceso electoral de Estados Unidos y las repercusiones que podría tener en nuestra región el triunfo de Donald Trump. Además, dio su visión de cara a las próximas elecciones presidenciales en Uruguay y cómo se ve desde la vecina orilla el futuro cambio de gobierno en nuestro país. Se refirió a temas de migración, crecimiento económico y combate al crimen organizado y afirmó que “la respuesta tiene que ser de la región integrada”.
Has venido siguiendo la campaña electoral de Estados Unidos, ¿cuáles dirías que son las principales conclusiones del desarrollo de la campaña y de la elección de Donald Trump?
Las principales conclusiones diría que son tres. Una sigue siendo el tema definitivo de los aportes globales; otra es la ola antioficialista que se empezó a insinuar con fuerza durante la pandemia y que prácticamente ningún gobierno que la atravesara consiguió la reelección, y eso incluye a Estados Unidos. Y después, una tercera conclusión es la increíble potencia electoral de Donald Trump, que pese a no haber sacado muchos más votos que en 2020, siendo un candidato con codena por una cantidad de delitos menores, que tiene encima otras tres causas judiciales, que además está calificado como no muy respetuoso de la democracia, me parece un candidato con mucha fuerza y que pudo imponerse.
Kenneth Coates, analista de economía de La Mañana, se refirió a unos de los temas de la campaña de Trump dirigido hacia “los descontentos de la globalización” (aquellos que pierden su empleo en los sectores “no competitivos” de la economía y no encuentran otra fuente de ingresos), en el sentido de aplicar un arancel del 60% a la totalidad del comercio chino con los Estados Unidos.
Sí, hay una urgencia real. La retirada de los trabajos de la industria manufacturera de la sociedad norteamericana, que cambió básicamente trasladándose a China, se transformó en un enorme factor de decisión del voto de Donald Trump. Ahora bien, es cierto que en su primera presidencia ya había prometido esto y no lo hizo. Eso demuestra que la promesa de recuperar los puestos manufactureros poniendo aranceles para que las empresas vuelvan a los Estados Unidos no va a ser tan fácil. Porque Estados Unidos ya es más una economía de servicios que manufacturera. El principal avance industrial de Estados Unidos es en el plano tecnológico. Ahí lo veo medio complicado para Donald Trump tratar de cumplir con sus promesas. Dicho esto, es parte del voto del cinturón manufacturero. Ahora, si vas a otros lados, hay también un malestar con el nivel de precios o el legado de la inflación entre otros temas.
La percepción del estado de la economía está muy vinculado a la ideología. Por ejemplo, un dato que algunos especialistas de esta semana trataban respecto a la economía es que “ahora para los norteamericanos está todo bien”, con base en un estudio con los datos del nivel de confianza o expectativas del consumidor, que suele ser muy buen indicador. Para los republicanos la economía era un desastre e iba a seguir siendo un desastre, pero si les preguntás ahora ya está fantástica. Pasaba lo contrario para los demócratas. Digamos que la precepción económica está muy atravesada por el tinte y la posición ideológica.
En una columna tuya reciente mencionabas que podríamos estar hablando de un corrimiento general, políticamente hablando, hacia la derecha. ¿Podrías profundizar un poco esa idea?
Este fue un súper año electoral, fue el año con más elecciones entre las generales, presidenciales y regionales, en todo el mundo, más de sesenta por ciento de la humanidad votó. En la mayoría de las elecciones triunfó la derecha y si no se votó a la derecha, se sostuvo un centro, centroizquierda. Hubo un avance muy marcado de las expresiones más radicales de la derecha. Por ejemplo, en España y Alemania, donde gobierna la izquierda, avanzó mucho la derecha y aunque haya ganado la izquierda o las centroizquierda, han adoptado discursos o políticas de la derecha para tratar de retener los votantes menos leales. Entonces, vemos un mundo que se está corriendo desde todos lados a la derecha. Esto pone el asunto de la derecha como una tendencia global, por cómo el centro y la izquierda van adoptando parte de esos discursos que antes estaban asociados, sobre todo, con la derecha más radical. Por ejemplo, en el tema de la política más restrictiva con respecto de la migración podemos ver cómo han avanzado este tipo de discursos.
Pensando en esto, ¿cómo te parece que este próximo mandato de Donald Trump podría impactar a nuestra región?
Es una incógnita, porque Trump es uno de los líderes menos previsibles en el mundo en este momento. Si cumple sus promesas, en particular las domésticas: el proteccionismo como política económica, la deportación masiva como política migratoria y cierta resistencia a la política verde, o la antipolítica de la transición energética, y eso sí puede llegar a tener mucho impacto en la región, más allá de la identificación política o no con Trump.
El proteccionismo puede llegar a impactar porque Estados Unidos está dentro de los primeros países con vínculos comerciales con los países de América Latina, ahí hay un impacto inminente. La deportación masiva va a tener una consecuencia directa, porque seguramente la inmigración terminará en el resto de los países de América del Sur. La última oleada de inmigración venezolana fue a Estados Unidos, pero seguramente siga fluyendo en el resto de la América del Sur, y ya vimos cómo, por ejemplo, en muchos países esta inmigración, sobre todo en Chile y Perú, ha dado vuelta a la política, porque ha tenido un impacto económico, en la seguridad, etcétera, y esta deportación masiva de inmigrantes va a venir a ocupar los trabajos más bajos de la escala laboral de mano de obra.
En una reciente entrevista con Isabel Pla, dirigente y exministra chilena del segundo gobierno de Sebastián Piñera, se refería justamente a estas oleadas de inmigrantes venezolanos y cómo en nuestra región o el Mercosur no se han desarrollado mecanismos para absorber a esta población.
Hay un tema básico en nuestra región que la define desde hace varios años y es la desintegración, la incapacidad de los gobiernos de buscar consensos para combatir o tratar de forma consensuada problemas que exceden las fronteras. Entre ellos los temas de la inmigración, el crimen organizado, el cambio climático. Son temas que ya no se debaten entre los gobiernos de la región. Eso marca que, como decía, esos temas que son transnacionales van a ser atendidos en forma nacional por cada uno de los gobiernos. Entonces, yo no veo a ninguno de nuestros países preparados para el tema de la inmigración. Pero sí veo que hay un caldo de cultivo para que esas oleadas de inmigrantes revuelvan la política local de cada uno de los países.
Pasando ahora a nuestro Río de la Plata, se ha hablado poco en Argentina de las elecciones uruguayas, apenas alguna mención.
Muy poco, sí. Es que coincidieron mucho con el principio electoral norteamericano y Estados Unidos sigue siendo el país más poderoso del mundo. Es muy difícil competir con eso. Creo que Uruguay sigue siendo un oasis. Porque todavía la política tóxica, que es la que domina últimamente en todos los países de América Latina, e incluso recientemente en Europa, no parece tan presente, incluso el último debate entre Orsi y Delgado fue hasta aburrido porque no están esas políticas negativas en los cruces, esos discursos del odio con el cual muchos candidatos llegan a ser presidentes. Creo que eso es lo que lo aparta un poco a Uruguay de la política de la gestión de odio.
¿Te parece que las campañas de polarización están hoy dominando la discusión política?
Creo que muchos de estos líderes como Trump, Milei, Bolsonaro, llegan desde el trampolín de un discurso divisivo, del discurso de ellos o nosotros, del discurso polarizador. Todos tienen una característica en común que es que son muy coloridos al hablar. Son polémicos, son polemistas. Creo que es parte de una política que podríamos llamar de entretenimiento, que es lo que ha permitido que estén hoy en el poder, porque generan rating. Lamentablemente es así. La política en la cual siempre el otro es el demonio genera mucho más rating que la política convencional. Los votantes hoy se llevan más por temas emocionales porque no tienen tanta capacidad de absorber información y podríamos decir que son votantes poco informados. No lo digo como algo peyorativo, sino tratando de pensar en el perfil del votante que hoy define una elección en Estados Unidos. Hoy el entretenimiento es nuevo factor del voto.
¿Cómo viste el debate entre los candidatos Álvaro Delgado y Yamandú Orsi?
Uruguay es un país estable. Al ver el debate, y viéndolo de afuera, queda claro que ni Orsi ni Delgado tienen visiones de país diferentes, sino todo lo contrario. Pueden tener visiones diferentes de cómo se debería gobernar un país; pero no hay una refundación del país propuesta por cada uno, no hay ningún corte abrupto entre la administración anterior y la posterior. En Uruguay hay políticas de Estado, hay estabilidad, hay una visión de apuntar a ser un país desarrollado, con contención social, hay mucha salud institucional y entiendo que ambos partidos continuarán con esa visión y sostendrán ese modelo.
Por ejemplo, en Argentina el gobierno de Cristina se propuso refundar el país, empezar una Argentina desde cero. No hubo ni hay consensos posibles, no hay continuidad. La política exterior de los últimos cuatro gobiernos argentinos fue y vino de la derecha ala izquierda, y de la izquierda a la derecha, de una banda a la otra… No hay país que pueda ser respetable hacia afuera si cambia de esa manera, si cambia todo según cada gestión. No es una cuestión de ser “aburridos”, sino una cuestión de mantener cierta estabilidad y consensos que hace falta. Uruguay es un oasis en el que el partidismo no cambia la vida diaria de la gente.
Siguiendo un poco tu análisis de esta tendencia de gobiernos de derecha tanto en Argentina como en Estados Unidos con Milei y Trump, ¿te parece que se pueden entorpecer las relaciones con estos países si en Uruguay ganara la coalición de izquierda?
Creo que han sido bastantes pragmáticos los gobiernos de la izquierda en Uruguay y saben moverse. Tanto Trump como Milei van a hacer mucho ruido ideológico en su relación con el mundo, pero también creo que a la hora de ser pragmáticos, lo van a ser. Si gana Orsi va a estar bastante solo desde el punto de vista ideológico en la región, pero entiendo que debemos ser pragmáticos en la relación con el mundo, independientemente de la ideología.
¿Cómo ves la política de comercio internacional del gobierno argentino con relación al Mercosur, al resto del mundo y cómo podría afectar esto a Uruguay?
Es evidente que tienen en mente la voluntad de apuntar a acuerdos de libre comercio, fundamentalmente con Estados Unidos. Particularmente al Mercosur y a la región, creo que no le van a dar mucha atención. Tiene que ver con cómo Milei observa la política exterior o cómo entiende para qué sirve la política exterior. Su política exterior está completamente ideologizada, la ve como un instrumento que le sirve para avanzar con una ideología y de hacer crecer esa ideología en el mundo. Y el mundo que le importa a Milei es fundamentalmente el mundo de Estados Unidos, Israel y algunos países europeos. Él se ve como un líder llamado a cambiar el rumbo ideológico del mundo, una visión un tanto mesiánica.
¿Cuáles son los desafíos de nuestra región en material de integración?
Creo que sería bueno que el Mercosur retomara algo de vida, no solo como ente o como bloque económico y comercial, sino que sea un impulso de consensos con el resto de la región. Hay dos temas que son trasnacionales y que son temas importantes a nivel regional: el bajo crecimiento económico, somos la región que menos crece junto con Europa del mundo; y el impacto del crimen organizado. Y con esto no me refiero solamente al tráfico de drogas, sino todo tipo de tráfico, como el de minerales, de combustibles, la trata de personas, etcétera. Esos grupos organizados en los lugares más marginados y carenciados de la región reemplazan al Estado y a los sectores económicos. No hay ningún esfuerzo trasnacional integrado en la región para combatirlos. Y se requiere de un esfuerzo trasnacional porque estas organizaciones son internacionales. La respuesta tiene que ser de la región integrada.
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