El 22 de noviembre de 1901, nacía en la ciudad valenciana de Sagunto Joaquín Rodrigo Vidre, uno de los más grandes compositores del siglo XX, quien aportó importantes innovaciones a la música española y universal. En su fecha de nacimiento, por llamativa coincidencia, se celebra la festividad de Santa Cecilia, patrona de la música y de los ciegos. Su esposa e inseparable colaboradora, la pianista Victoria Kamhi, fue generando a lo largo de su vida un valioso archivo musical con la obra del compositor, hoy preservado por la fundación presidida por su hija, Cecilia Rodrigo Kamhi, cuyo objetivo fundamental es la difusión de la obra del eminente compositor.
Un camino definido hacia la música
Joaquín, hijo de Vicente Rodrigo Peirats y de Juana Vidre Ribelles, era el menor de diez hermanos. Su infancia transcurría normalmente hasta que, a la edad de tres años, a consecuencia de la difteria, perdió casi totalmente la vista, circunstancia que tal vez haya incentivado su interés por el sonido en todas sus formas, llegando a la música, su máxima expresión.
Sus estudios formales de solfeo, violín, y piano, comenzaron a sus ocho años en la ciudad de Valencia. A su vez tenía un asistente empleado por su familia para que le leyera, persona que le acompañó durante años como secretario y copista, tarea muy valorada por el maestro Rodrigo, quien en muchas ocasiones se refería a este colaborador: “Rafael Ibáñez me prestaba los ojos que yo no tenía y además copiaba mi música, sin conocerla, pero la copiaba estupendamente, mejor que un copista profesional”.Cabe señalar que Joaquín Rodrigo escribía sus composiciones en sistema braille y dictaba después a un copista nota por nota de la partitura.
A los veinte y pocos años, Rodrigo ya era un excelente pianista y avanzado estudiante de composición, muy familiarizado con las corrientes de vanguardia. Compone pequeñas obras de cámara y en 1924 su primera obra orquestal: Juglares, estrenada por la Orquesta Sinfónica de Valencia. Esta será la primera de varias obras sinfónicas que tendrán un éxito resonante, y en las que el músico aportará interesantes innovaciones y dará especial protagonismo a la guitarra en el conjunto orquestal.
Las luces de París
Joaquín Rodrigo, acompañado de su gran colaborador Rafael Ibáñez, a la edad de 26 años se traslada a París con el propósito de estudiar composición con Paul Dukas, quien valora en forma muy especial al alumno que tiene durante cinco años y en el que reconoce condiciones realmente excepcionales.
La vida en París le permite a Rodrigo conocer a grandes compositores, como Igor Stravinski, Arthur Honneger, Maurice Ravel y Manuel de Falla, con quien inicia una gran amistad. Es en ocasión de que a Falla le otorgan la condecoración de la Legión de Honor francesa, que, a pedido del propio homenajeado, Joaquín Rodrigo tiene la oportunidad de interpretar ante un importante público su Preludio para un gallo mañanero, obra que fue muy elogiada y que despertó el interés de muchos pianistas por conocer y ejecutar las composiciones del autor.
El citado preludio también tuvo una significación muy especial para Joaquín Rodrigo, ya que había provocado especial admiración a la pianista turca Victoria Kamhi, quien, sin conocer personalmente al autor, había ejecutado esa pieza que consideraba difícil y de gran originalidad.
Victoria también estaba en París, y el encuentro entre ambos fue una de las luces más fulgurantes que ofreció la ciudad al joven compositor.
El concierto de Aranjuez y mucho más
En su libro De la mano de Joaquín Rodrigo, historia de nuestra vida, Victoria relata las circunstancias del primer encuentro con su admirado compositor, que los llevó a casarse en el año 1933.
Ya establecido en Valencia con su esposa, Rodrigo continuó su intensa labor creativa, componiendo varias canciones y un poema sinfónico. Está entre las primeras el Cántico de la esposa con letra de San Juan de la Cruz.
En marzo de 1935, Rodrigo regresa con Victoria a París en usufructo de una beca, y en julio del año siguiente, el comienzo de la guerra civil española es el punto de partida de un período pleno de dificultades para el matrimonio, ya que la beca fue suspendida y debieron subsistir dando clases de español y de música, alojados en el asilo para ciegos de Friburgo. Es en ese sitio de la Selva Negra, que el compositor realiza un estudio sobre el canto de los pájaros, sin abandonar su tarea de composición.
En el año 1938 vuelven a viajar a España, ya que el maestro Rodrigo es invitado a dictar unas conferencias en la Universidad Menéndez Pelayo. El guitarrista Regino Sainz de la Maza le sugiere que componga un concierto para guitarra y orquesta, idea original que entusiasma al compositor. A su regreso definitivo a España, en el año 1939, contratado por la Radio Nacional, Joaquín Rodrigo trae completo el manuscrito del Concierto de Aranjuez, que fue estrenado en Barcelona al año siguiente. A esta obra, que le dio fama universal, siguieron muchas otras, como el Concierto Heroico, para piano y orquesta, por el que se le otorgó el Premio Nacional de Música y el Concierto de estío, para violín y orquesta, estrenado, al igual que la obra anterior, en la ciudad de Lisboa.
Las obras para canto fueron una constante en toda su producción musical, entre las que destaca el poema sinfónico Ausencias de Dulcinea para bajo, cuatro sopranos, y orquesta, por la que se le otorgó el Premio Cervantes.
Su labor docente fue importante, ya que durante treinta años Joaquín Rodrigo ocupó la Cátedra Manuel de Falla, en la Universidad Complutense de Madrid, donde era muy querido y valorado por los jóvenes alumnos que venían de todas las facultades a disfrutar de las clases sobre historia de la música que el maestro Rodrigo dictaba con su característica simpatía y buen humor.
Un tesoro bien guardado
La Fundación Joaquín y Victoria Rodrigo, con sede en Madrid, cuenta con un calificado equipo técnico para la disposición y manejo de un valioso y vasto archivo documental, que incluye material para intérpretes, clasificados según cada categoría orquestal, escritos, correspondencia, videos, y grabaciones
Su presidente, Cecilia Rodrigo Kamhi, ha cumplido su destino de bailarina profesional, que incluyó la dirección de una importante academia de ballet en la ciudad de Bruselas, en donde vivía con su esposo, el violinista Agustín León Ara.
A la intensa labor cultural desarrollada por la institución, se sumó desde el año 1989, la cumplida por la Editorial Joaquín Rodrigo, que edita y difunde los escritos del maestro y sus partituras, perfectamente diseñadas y corregidas.
Madrid, noviembre 2024
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