En ella se hacen realidad dos premisas fundamentales del progreso individual, humano y social: la unidad hace la fuerza y el éxito es la suma de todos los esfuerzos.
Rosana Pérez nació en San Antonio, Canelones, hace 54 años. Toda su vida ha sido productora rural. Hija de productores, conoce el trabajo de campo con una larga y profunda experiencia acumulada a lo largo de los años. Parte de esa experiencia la trasladó a un libro de la cual es coautora junto a otras mujeres rurales. El texto se titula Saberes, recetas e historias del campo uruguayo, una publicación de la Asociación de Mujeres Rurales del Uruguay (AMRU).
Actualmente posee un establecimiento familiar en Santa Rosa, donde trabaja de igual a igual con su esposo y su hijo mayor, dedicándose a las aves, los ovinos, algo de agricultura y granja de producción para el consumo familiar.
Consultada sobre sus inicios, Rosana comentó que primero trabajó con sus padres. “Plantábamos de todo”, recuerda, y lo que producían lo vendían al Mercado Modelo. Su actividad continuó después de casada, pero con el tiempo se pasó a la avicultura, y en 2017 comenzó con “una pequeña cabaña de ovejas como para complementar el rubro”, atendiendo a la limitante de contar con un campo de tamaño reducido: “Poseemos poco campo, pero ahí la oveja permite que podamos desarrollarla”, aseguró a La Mañana.
Además, y como productora ovina, integra un grupo de mujeres rurales que se llama Entre Ovejas y Cabras. “Comenzamos siendo cinco y ahora somos nueve, de las que dos se dedican a las cabras y siete a los ovinos”.
La agricultura no escapa a su área de acción. Hace un año y medio, tres mujeres del grupo Entre Ovejas y Cabras “nos presentamos al llamado Tierra de Mujeres que realizó el Instituto Nacional de Colonización por una parcela de tierra para un grupo de mujeres. Para participar de la convocatoria, todas las integrantes del grupo debían ser mujeres y nosotras nos presentamos”. Finalmente, lograron que se les adjudicara una fracción ubicada en la zona de Aguas Corrientes, al oeste del departamento de Canelones.
En esa parcela de 18 hectáreas, “el proyecto está vinculado a los ovinos”, lo que es “muy oportuno porque todas disponemos de campos muy reducidos, tanto que una de las compañeras, antes de la adjudicación, alimentaba sus ovejas con hidroforraje que plantaba en el fondo de su casa. La idea que presentamos ante Colonización fue la de realización de reservas para alimento ovino. En este momento tenemos alfalfa, el año pasado plantamos trébol e hicimos fardos redondos y silos pack”, asegurando el alimento de las ovejas durante el invierno. La producción es importante, porque “todas somos pequeñas productoras. Lo producido lo repartimos y cada una se lleva el alimento para sus ovinos”, indicó.
La cabaña Frisona Milchschaf
La cabaña que Rosana dirige y saca adelante haciendo todas las tareas posibles es de ovejas Frisona Milchschaf. “Es un establecimiento pequeño”, pero que ha dado satisfacciones: “Con ejemplares de bozal participamos y competimos en diferentes eventos como el Encuentro del Ovino y la Granja o en Expo Melilla”, entre otros.
Frisona Milchschaf es una raza doble propósito que da carne y leche; “algunas de mis compañeras la usan para producir leche, en mi caso la utilizo para la carne, porque da muy buenos corderos en muy poco tiempo. Otra característica es la prolificidad y la cantidad de partos múltiples. Ya llevamos dos años con partos de mellizos y trillizos, son muy pocas las madres de parto único”.
La productora expresó mucha conformidad con la raza: “En este momento los corderos en pie pueden estar pesando entre 30 y 40 kilos, lo que da una buena ganancia porque son tres animales ya prontos para faena o para vender como reproductores, sean machos o hembras”.
Son ejemplares que cumplen con los requerimientos de quienes desean hacer cruzas e introducir los genes a su majada, sean Caramora, Texel u otras razas.
“El trabajo de la cabaña es arduo y requiere dedicación. Por ser una cabaña pequeña, yo hago todo el proceso de selección, ecografías, baño, esquila y realizo la preparación para los ejemplares que van a los eventos, les enseño a caminar, los llevo a la pista. Es una tarea que me gusta y es muy satisfactoria, además de que también hemos obtenido algún premio”.
La próxima exposición será los días 7 y 8 de diciembre en Castellanos (Canelones); se trata del Tercer Encuentro de la Raza Frisona.
“Este es un ovino que por lo general está al sur del país, pero llegan cabañeros y criadores de ovinos del norte. Nuestra cabaña ha vendido ejemplares a productores de Tacuarembó, Soriano, Treinta y Tes, Cerro Largo, Colonia y San José. En el norte del país no está la raza o no se conoce mucho, y llegan a buscarla para hacer cruzas buscando mejorar la producción”, contó.
Buscando un ovino que no requiera esquila
Pero Rosana no se queda ahí: “También estoy incursionando en la raza Santa Inés, de la que tengo dos madres. Esta es una raza que está llegando al país” y tiene como característica diferencial “que no posee lana, tiene pelo y no necesita ser esquilada”.
“¿Por qué nos volcamos a esa raza? Porque queremos lograr un ovino que no tenga necesidad de esquilar. La esquila genera dos problemas, uno es el costo de la esquila en sí, y el otro es qué hacemos con la lana”, porque no tiene colocación.
“En mi caso particular y de otras compañeras de Canelones, el problema que tenemos es la falta de mercado. Tengo lana de hace tres años en el galpón, no hay mercados y eso pasa a ser un problema. El costo de esquila no se puede licuar por ningún lado, ya que es un producto que no se vende”, destacó.
Como Santa Inés no tiene lana, llegó para dar solución a ese problema. Asimismo, no es la única ventaja de la que sacar provecho: “Es una raza muy rústica que cicla todos los meses, no es como otras que son estacionales y entran en celo pasado el verano; esta es una raza que todos los meses entra en celo, lo que es una ventaja muy importante porque saca los corderos de la estación y pueden nacer corderos cuando el productor planifique”.
Encuentro en Piriápolis
Los días 19 y 20 de noviembre se realizó en Piriápolis (Maldonado) el Encuentro Nacional de Mujeres de la Granja, con la participación de mujeres de los 19 departamentos. Rosana fue una de las productoras que concurrió: “Nos reunimos los grupos de mujeres que fuimos seleccionadas hace dos años para el primer llamado de Mujeres de la Granja”, una iniciativa de la Dirección General de la Granja (Digegra), del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP).
“Fue de carácter nacional, con mujeres de todo el país reunidas para hacer una evaluación” sobre cómo avanzó el proyecto y “el impacto que tuvo en los predios”.
El objetivo fue “ver cómo nos había ido en el proceso de casi dos años. Además, fue oportuno para poder conocer otras realidades de todo el país” a través de los “talleres, charlas con profesionales sobre temas laborales y legales, todo muy oportuno para informarnos”.
También se compartieron testimonios, “por ejemplo una compañera del norte contó que tiene un predio familiar donde realiza plantaciones para el consumo particular y la comercialización. Antes del llamado construía los invernáculos con el nailon de los bolsones donde vienen los granos y fertilizantes. Ella pedía y conseguía ese nailon, luego en su casa armaba los invernáculos”.
De ese tipo de historias hay muchas y el poder estar para conocerlas y conocer a sus protagonistas “es enriquecedor, y hace que encuentros de ese tipo sean favorables y positivos para los que concurren, porque suman conocimientos y experiencias a los que de otra manera no accederíamos”.
También es “positivo conocer a otras mujeres que están en lo mismo que una, pero produciendo cosas diferentes, mujeres con quienes a veces se hacen amistades y otras veces negocios”.
A ese encuentro concurrieron 120 mujeres de todo el país, “que es un buen número porque es una época del año en que hay mucho trabajo en el campo”. En cuanto al perfil de las asistentes, además de ser mujeres rurales, Rosana dijo que las “había de todas las edades, lo que quiere decir que esto tiene futuro”, hasta “muchas mujeres jóvenes concurrieron con niños, con sus hijos, algunos de ellos bebes de 6 u 8 meses”.
Un vacío que hay que solucionar urgente
Rosana Pérez planteó a La Mañana una situación de injusticia que viven las mujeres rurales de determinada edad. Contó que ella aporta al Banco de Previsión Social (BPS) desde 1990, son 34 años de aportes como “conyugue colaborador”, que es como se llama al esposo o la esposa de quien figura como titular del predio.
Esa denominación genera dificultades prácticas importantes de diferente tipo. Por ejemplo, “a la hora de querer participar en llamados que desde alguna institución se hacen para productoras mujeres exclusivamente, estas no pueden participar porque la DGI, el BPS o Dicose poseen la documentación a nombre del esposo”. El cierto que hay llamados que “aceptan que el titular sea un hombre, pero en otros no, y si en la documentación no está a nombre de la mujer interesada, entonces esta no puede inscribirse”.
Ocurre lo mismo “si la mujer adquiere o hereda un padrón a su nombre, no lo puede incorporar a la empresa familiar en que su esposo figura como titular”; en el mejor de los casos, “si quisiéramos cambiar la empresa y ponerla a nombre de los dos, deberíamos iniciar un papeleo que tiene su costo y no es redituable”.
“Son temas que hemos planteado, pero no se ha encontrado solución, hay un vacío que hay que atender urgente”, concluyó.
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