Provengo de clase media baja, de familia mezclada de pequeños comerciantes, obreros metalúrgicos, empleados de comercio y campesinos, con un antecedente militar por mi bisabuelo paterno por parte madre. Soy el primero en tener un título universitario en la familia a sacrificio de parte y obtenido trabajando en dos funciones, una en la Administración Nacional de Puertos y como docente la Facultad de Veterinaria.
En esa amalgama, de origen mayoritariamente italiano con algo de vasco francés, me acrisolé políticamente en todas las ramas originales del Partido Colorado, es decir el batllismo en sus distintos exponentes y el riverismo con Pedro Manini Ríos, tras separarse de Batlle, cuando este último impulsó el Colegiado. Ambas me impregnaron de niño y de joven. Tras la vuelta al sistema partidocrático llamado democracia representativa en 1985, milité de manera alternada en el Partido Colorado, sin ninguna intención de obtener cargos en ningún lado ni en el gobierno ni en ninguna parte del Estado. Así como tampoco nunca me afilié al Partido Colorado.
Como profesional procuré con varios otros profesionales de distintas áreas la concreción de proyectos con los que pudiéramos progresar económicamente con independencia de los políticos, que les hubieran servido a los partidos tradicionales para evitar que al FA llegara a lo que llegó, con tan solo haberlos declarado de interés nacional y con los cuales se podrían concursar por fuentes de financiación, las que en muchos casos eran no reintegrables. Huelgan las explicaciones de por qué no nos apoyaron ni el Partido Nacional ni el Partido Colorado cuando fueron gobierno, cada cual saque sus conclusiones. Esa no afiliación al Partido Colorado fue premonitoria, pues nunca nos apoyaron en proyectos que le ofrecimos como una plataforma que podía servirles en la ampliación de votos en el territorio y fue la que me dejó en libertad de acción.
Allá a fines de 2018, cuando empiezan aparecer videos del por entonces comandante del ejército Gral. Guido Manini Ríos y se va conformando el Movimiento Social Artiguista, el cual luego sería el núcleo fundacional de Cabildo Abierto (CA), vi resurgir La Mañana y hasta escribí un par de artículos. Allí se despertó en mi la veta riverista, compartiendo todos los principios y propuestas de CA, a excepción de un par de temas en los que no discrepo en el qué sino en el cómo y eso más que nada por situaciones de vida que me hicieron reflexionar sobre esos temas y no por otra cuestión filosófica o de otra índole. Primera vez en mi vida, por ese entonces con sesenta y dos años a cuestas, decidí afiliarme a un partido y este fue CA.
Lamentablemente, por una lesión vieja, no pude militar tal y como lo hubiera deseado. No obstante, estando en silla de ruedas, gracias a un cabildante de ley cuyo nombre guardo en mi corazón, doblé listas de cara a octubre e hice una campaña en redes de Facebook principalmente como nunca hice, pues aún no estoy en condiciones para desplazarme.
En mi opinión, cuando uno integra una estructura partidaria en cualquier nivel, adquiere un compromiso. Ya su voto no es libre, está condicionado al partido. Esa es la disciplina del FA y así nos ganaron. Si alguien no está de acuerdo con ese compromiso, es libre de cancelarlo e irse, pues un partido político democrático, y CA lo es, jamás actuaría de manera contraria. Dentro de él, esa condición lo habilita, sea a través de las convenciones, de manera directa mediante entrevistas, elevación de planteos, etcétera, a hacer todo lo que entienda que corresponda, pero una vez que se determine una posición, en mi opinión, no queda otra que acompañarla, podamos o no estar de acuerdo. Eso es fidelidad. Adentro nos peleamos, nos despotricamos, nos abrazamos, pero para afuera una sonrisa. Eso no es hipocresía, cada cosa tiene su ámbito y en ese ha de resolverse. Como decía “El Negro Jefe” don Obdulio Varela: “Los de afuera son de palo”.
Sí, es cierto, a CA lo ningunearon y bombardearon desde la Coalición porque tocó intereses casi hasta familiares en algunos casos, pero también lo dinamitaron desde dentro de diversas formas, algunas por mezquindades, otras por cosas que si bien la ley lo habilitaba, como dijo Manini Ríos días después en una entrevista que escuché, palabras más, palabras menos: “No lo hubiera hecho”. Seguramente los que lo atacaron se pondrán su piel al menos en algunos temas y los harán propios, dejando de lado a su verdadero promotor, que fue CA.
En política el que se calienta pierde. Hay veces que más vale reunirse y esperar el momento para reaparecer, aprovechando ese tiempo para tender puentes para posibles alianzas, analizar estrategias, generar fidelidades, instruir a los cuadros, ver referentes territoriales y apoyarlos, etcétera. No es la garantía del éxito pero sí una actitud de sobrevivencia. La vida me enseñó, y luego la historia me lo confirmó, que los principismos en política no tienen lugar y a veces hasta son contraproducentes, que hay veces que hay que hacer cosas que no nos convencen, pero con la mirada larga. También me enseñó y esto corre para todos los conjuntos de personas de la que no escapan los partidos políticos, así como otras instituciones, que hay gente de bien y otros oportunistas o que lisa y llanamente descarrían en algún momento. Bien, para eso no hay vacunas, solo vigilancia y cuando un desvío se produce, poner las cosas en claro y solucionarlo, si es posible antes de que emerja, luego ya es tarde. No digo que no se haya hecho, sino que tal vez no fue lo suficiente y eso no es un tema de la militancia, sino de la dirigencia en sus distintos niveles. También, como lo he visto en todo grupo humano, hay quienes manipulan a quienes han de tomar decisiones, los obnubilan y son los primeros de los que hay que desprenderse estando alerta.
Dicho esto, seguiré en CA, pero me llamo a silencio.
Diego Bimonte
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