Si bien el origen remoto del proceso de secularización de la sociedad se puede encontrar en el nominalismo de Ockham (siglo XIV), este se empezó a agravar a partir de la reforma protestante (siglo XVI), la difusión del relativismo y el modernismo, la revolución francesa, la revolución bolchevique y la revolución sexual.
Nuestro Uruguay nació católico, pero tuvo su propio proceso de secularización, que comenzó a fines del siglo XIX y se profundizó durante la primera presidencia de José Batlle y Ordóñez. Tras la expulsión de los crucifijos de los hospitales públicos, la legalización del divorcio y la imposición de una enseñanza más laicista que laica en la primera década del siglo XX, se suprimieron los feriados religiosos (1911), se separó la Iglesia del Estado y se cambiaron los nombres de las principales fiestas católicas (1919). La Semana Santa, pasó a llamarse formalmente Semana de Turismo; la Fiesta de la Inmaculada, Día de las Playas; la Navidad, Fiesta de la Familia; y el Día de Reyes, Día de los Niños. Un siglo después de esos cambios, el único nombre que arraigó fue Semana de Turismo.
Esta secularización temprana marcó a fuego la cultura de los orientales: hoy, solo un 36% se considera católico, mientras que un 47% se autodefine “sin religión” –siendo de hecho, ateos prácticos–. A pesar de todo, en Uruguay, la Navidad se sigue llamando Navidad, y el 25 de diciembre, los católicos seguimos celebrando el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, mientras los sin religión probablemente celebren la bajada por la chimenea del gordo de la Coca Cola…
No estamos tan mal, después de todo, en países como China, Tayikistán, Brunéi, Somalia, Corea del Norte, Arabia Saudita y Argelia la celebración de la Navidad está terminantemente prohibida. Pero incluso en países otrora cristianos, la celebración de la Navidad está siendo cuestionada y atacada por quienes consideran que esta fiesta ofende sus creencias. Convengamos que desde que la Coca Cola empezó a difundir la figura del gordo del traje rojo (en nada parecido al auténtico San Nicolás), el verdadero sentido de la Navidad se empezó a desvirtuar. Papá Noel empezó paulatinamente a ocupar el lugar de Jesucristo y a convertirse en el protagonista de la Navidad.
Pero todo puede ir a peor. El año pasado, en Nantes, Francia, se sustituyó la fiesta de la Natividad por la fiesta de la Creatividad. Se prohibió la exposición de figuras navideñas en espacios públicos y el uso de colores navideños –rojo, verde, blanco y dorado–. En lugar de ellos, se impuso el uso de los colores del arco iris: cómo será la cosa que ¡hasta el gordo de la Coca Cola fue cancelado! Estas disposiciones parecen seguir los lineamientos de un documento emitido en 2021 por la Comisión Europea, en el que se sugería “no usar más la palabra ‘Navidad’, en nombre de la inclusión”.
Ante esta situación, nos preguntarnos: ¿qué es lo que ofende? ¿La imagen de un niño pobre que nace en un establo, y que para los cristianos es el Hijo de Dios? ¿La imagen de una madre y un padre que traen al mundo a un hijo en condiciones que nadie en su sano juicio consideraría “ideales”? ¿Es el mensaje de amor y paz, o la sencilla escena de vida en familia que el pesebre transmite? ¿Cómo puede ser ofensiva una fiesta que se celebra, ante todo, en los templos y en los hogares? Por último, ¿qué es más ofensivo, un humilde pesebre, una marcha del 8 de marzo o un desfile del “orgullo gay”, donde los marchantes a menudo atentan contra el pudor y las buenas costumbres?
En un excelente artículo titulado “Apropiación cultural de la Navidad: descristianizar la fecha para no ofender a las minorías”, Claudia Peiró cita a la socióloga Nathalie Heinich, quien se pregunta si el wokismo es una nueva forma de totalitarismo, que todo lo “interpreta en términos de oposición entre dominadores y dominados”. En nuestro caso, al pertenecer la Navidad a la cultura presuntamente dominante (el cristianismo) debería ser cancelada para no desfavorecer o lastimar a los “dominados”.
Hoy, sin embargo, es más que evidente que los “dominados” –aun siendo minoría– siempre terminan imponiendo su visión. Por tanto, por mucho que se victimicen, es obvio que en estos tiempos la cultura “dominante” es la suya.
Felices y contentos porque algo de libertad nos queda, les deseamos a todos nuestros lectores una ¡muy Feliz y Santa Navidad! Y a rezar, para que Nuestro Señor Jesucristo venga pronto…
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