Las ideas, programas y promesas que giran en torno a las elecciones conforman una dinámica de expectativas contrapuestas que tienen su clímax en el acto eleccionario y luego caen exhaustas.
La tradicional costumbre de optar por la primavera como estación del sufragio fue un acierto, ya que el verano se ofrece acto seguido como período de descanso, recuperación y reflexión acerca del futuro, según la suerte de las distintas opciones ofrecidas al votante. En el fragor de la lucha electoral aparecen esbozos de mundos nuevos como las utopías socialistas, economías libertarias y paraísos terrenales administrados por la inteligencia artificial. Visiones que intentan captar el voto para llegar al poder. Pero lamentablemente el período poselectoral se encargará de pinchar estas burbujas, entre ellas la búsqueda del crecimiento económico. Con solo ver las mismas caras, escuchar los mismos versos y leer las mismas noticias sabemos que los próximos años no serán muy distintos a los recientes.
Aquí no hay vocación de cambio. Ni siquiera existe el conocimiento de cómo producir el cambio. Atrapados en el tiempo, nuestro PIB se infla y desinfla con los precios de los productos primarios y poco más. La economía del comportamiento sugiere que el nivel de satisfacción de un individuo no es únicamente una función de sus ingresos absolutos sino también de sus ingresos relativos al nivel general. En otras palabras, hay tendencia a nivelar para abajo.
La prioridad en Finlandia
Cuando hablamos del nivel de educación, viene a mente el relato de Ricardo Pascale acerca de su visita a Helsinki, donde los egresados universitarios le comentaron que los puestos más apetecibles y mejor remunerados del gobierno estaban en el sector educativo. Trabajar en economía o diplomacia era considerado como un second best comparado con formar las generaciones futuras.
Veamos nuestra realidad uruguaya. La educación pública –otrora orgullo democrático de nuestro país– exhibe un muy bajo nivel de eficiencia y un muy alto nivel de politización reflejada en dos hechos: (a) la negativa de profesores y maestros de someterse a evaluaciones periódicas de conocimientos, métodos y resultados, y (b) el alto nivel de inasistencias de los docentes, en gran medida por medidas sindicales.
Pero la intención al abordar este tema no es ofender sino señalar las carencias del actual sistema de educación pública. Más de la mitad del alumnado egresa del sistema sin los conocimientos necesarios de lectura y matemática (ni hablar de ciencias) para acceder a un empleo de calidad. Quedan solamente los trabajos manuales que no requieren especialización y ofrecen muy baja remuneración, en muchos casos en la informalidad o en ambientes delictivos.
Un rápido relevamiento de la educación secundaria nacional muestra que –para los estudiantes de 15 años– el nivel comparado con los países de la OCDE (pruebas PISA 2022) es muy bajo. Solo un 43% alcanzó el nivel 2 (mínimo de suficiencia) en matemática, comparado con el 69% para la muestra global en su totalidad. Apenas el 1% alcanzó los niveles 5 o 6 (de máxima suficiencia). Los resultados de la educación pública uruguaya (86% del total) fueron significativamente inferiores a los de la educación privada.
Pero el problema no es solo en primaria y secundaria, sino que se transmite hasta penetrar el nivel universitario. Un muy reciente informe revela que el 41% de 7803 estudiantes buscando ingresar a las distintas instituciones de la Universidad de la República no aprobaron una prueba de lectura que consistía en contestar 20 preguntas de opción múltiple sobre tres textos. El análisis concluye que “una gran parte del estudiantado no se ajuste al perfil de lector que definen los documentos de egreso de educación secundaria”.1
Educación y empleo
Los niveles salariales que resultan de negociaciones político-sociales generalmente exceden la contribución marginal del trabajo en la producción, resultando en costos que erosionan la competitividad y terminan en la quiebra empresarial, desincentivando así la inversión. La solución no es bajar salarios sino aumentar la contribución del empleo adquiriendo nuevas habilidades, educación mediante.
La forma de aumentar los ingresos es mediante la educación, tanto formal como vocacional. Solo a través del aprendizaje se adquieren hábitos y especialidades que luego brindan acceso a puestos de trabajo de buena retribución, poniendo al individuo en un camino de mejoramiento de ingresos ya sea por empleo o emprendimientos.
En este mundo de gratificación instantánea promovida por los medios, resulta sin duda más difícil que en generaciones anteriores concitar la concurrencia a clase del alumnado secundario frente a las múltiples opciones disponibles. Más difícil aún es lograr su atención y enfoque. Los incentivos pueden jugar un papel, pero deben diseñarse con mucho cuidado. Pero no solo el entorno hogareño y vecinal influyen. La calidad de la enseñanza no parece ir a la par de los conocimientos necesarios para adquirir las habilidades necesarias para egresar con una perspectiva laboral. El contraste entre educación pública y privada no podría ser más nítido: quienes egresan del sistema privado uruguayo se encuentran con mayor acceso a un primer empleo.
El próximo gobierno asume con una situación crítica en materia educacional que obedece en gran parte a la tendencia adoptada por dicho movimiento en la proselitización del sector. Ahora deberá lidiar con la responsabilidad de deshacer el daño infligido.
La educación es un bien público que no debiera responder a la política partidaria. Sería un gran logro para el país y su futuro que las partes acuerden políticas de Estado en apoyo a la recuperación de la educación nacional. Sin ello, el cambio económico nunca llegará.
[1]Núñez, Marroco, García y Moreno, Programa LEA.
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