Hablar de Brasil es hablar de un actor geopolítico de primer orden. Y esto no es solo resultado de su importancia territorial innegable en el continente, sino también por el notable desarrollo de su producción agrícola, que lo ubica como protagonista del mercado mundial. Pero este extraordinario crecimiento no ha estado exento de problemas y obstáculos, producto tanto de la incomprensión de las dinámicas agrícolas como de grupos de presión que aprovechan dicho desconocimiento para imponer trabas con fines comerciales o agendas hostiles al universo productivo. Para conocer más la realidad del Brasil agrícola y comprender la escala de su volumen y extensión, La Mañana entrevistó a Evaristo de Miranda, agrónomo, investigador y docente de vasta trayectoria en el país norteño.
¿Qué dicen las últimas investigaciones sobre la agropecuaria en Brasil y su sostenibilidad?
En la década de 1970, Brasil importaba frijoles, arroz, leche, carnes y diversos alimentos. En 40 años, con el desarrollo tecnológico y empresarial del agronegocio, el país ha alcanzado la seguridad alimentaria[1] y se ha convertido en un gran productor y exportador de alimentos, fibras y bioenergía. La agricultura representa hoy en Brasil, en grandes números, un tercio del PIB, un tercio del empleo y el 50% de las exportaciones. Brasil es el primer exportador mundial de café, azúcar, jugo de naranja, soja, maíz, algodón, carne bovina, pollo, tabaco y celulosa. Y no para de crecer. En el mercado mundial, Brasil garantiza cerca del 49% de la soja, el 50% del azúcar, el 30% del maíz, el 35% del café, el 82% del jugo de naranja, el 23% de la carne bovina, el 33% del pollo y el 30% del algodón. Y diversificó otros productos exportados[2], entre ellos las frutas[3] y subproductos de la agroindustria. El agronegocio brasileño exporta más de 350 mil dólares por minuto, con sostenibilidad.
¿Cuánto del territorio brasileño se utiliza para la agropecuaria para garantizar esa producción?
Toda la producción vegetal de Brasil –las áreas de caña de azúcar, citricultura, café, caucho, frutas tropicales, algodón, soja, maíz, arroz, frijoles, trigo y otros granos– utiliza menos del 8% del territorio nacional. Las plantaciones de eucalipto y pino alcanzan el 1,2% del país. Y las pasturas representan el 21%. En total, es alrededor del 30% del territorio nacional.
Comparado con otros países de Europa, Asia y América, ¿es mucho o poco ese 8% del territorio ocupado con agricultura?
Es poco, muy poco. En Europa, Dinamarca cultiva el 77% de su territorio, Ucrania el 75%, Holanda el 66%, Inglaterra y España el 64%. Además, ellos también tienen sus áreas de pastos. India cultiva el 61%. Estados Unidos, México y China cultivan alrededor del 18%. Y Brasil, con el 8%, es criticado por organizaciones no gubernamentales, países europeos y en libros escolares, como si su agricultura fuera a acabar con la vegetación nativa.
¿Cuál es su análisis de las críticas de grupos europeos contra el Mercosur (Carrefour, Danone) que denuncian la deforestación de la Amazonía y la destrucción ambiental? ¿Cómo se posiciona el país ante estas objeciones?
Ningún país dedica más territorio a la protección de la vegetación nativa que Brasil. La conservación de los bosques se debe en gran medida a la corona portuguesa. A diferencia de España, en el siglo XVI, las Ordenanzas Manuelinas[4] de Portugal incluían artículos de protección forestal y hasta la prohibición del uso del fuego[5]. La corona portuguesa extendió su aplicación a Brasil. Había una lista de árboles reales preservados. La protección forestal tuvo mucha atención en el Imperio de Brasil, en particular por Pedro II en el siglo XIX.
En la actualidad, ¿cuáles son las áreas forestales protegidas en Brasil? ¿Cuál es su alcance territorial?
En las tres últimas décadas, esta herencia forestal ganó seguridad con la creación de áreas protegidas. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente considera como áreas protegidas las unidades de conservación de la naturaleza (parques nacionales, estaciones ecológicas…) y las tierras atribuidas a poblaciones tradicionales, como esquimales, aborígenes e indígenas. Hasta la Constitución de 1988 existían 248 unidades de conservación (2% de Brasil). En 30 años, se multiplicaron por ocho. Son casi 2000 entre parques, bosques nacionales, estaciones ecológicas, etcétera. (18% del país). Hasta 1988, había 60 tierras indígenas, sumando el 1,9% de Brasil. Hoy, son más de 600 tierras indígenas, o el 14% del país.
Además de las áreas protegidas en tierras públicas, existe la vegetación preservada en las propiedades rurales por los agricultores, en tierras privadas. ¿Cuál es la contribución del mundo rural para la preservación de los bosques? ¿Se conoce su dimensión?
Sí. Ninguna categoría profesional, ni siquiera el Estado, preserva más bosques y vegetación nativa que el agricultor brasileño. Un tercio de Brasil (33,2%) está dedicado a la vegetación nativa y bosques dentro de los inmuebles rurales, en tierras privadas, cumpliendo con las exigencias legales del Código Forestal brasileño. Muchos atacan a los agricultores como villanos de la deforestación. En realidad, quienes más preservan los bosques y la biodiversidad brasileña son las zonas rurales, como revelan los estudios de Embrapa [Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria] Territorial. El conocimiento preciso de las áreas preservadas por la agricultura fue posible gracias al Cadastro Ambiental Rural (CAR)[6], un registro público, geocodificado, electrónico nacional y obligatorio para todos los inmuebles rurales, exigido por el Código Forestal de 2012[7], con identificación en mapas de todas las áreas con vegetación nativa en cada propiedad.
¿Esa cuantificación de la contribución de la agricultura al medioambiente fue realizada por Embrapa en la región de Campinas bajo su coordinación?
Sí. Embrapa Territorial, en Campinas [al noreste del Estado de San Pablo], reunió y analizó en sus computadoras los datos geocodificados de cada uno de los 6 millones de inmuebles rurales brasileños inscritos en el CAR. Los datos de preservación de cada inmueble se agregaron en mapas a escala municipal, estatal y nacional. Esa información cartográfica y numérica está disponible en el sitio web de Embrapa[8].
El área total de vegetación nativa y bosques preservados por los productores rurales en Brasil supera la superficie individual de 185 de los 195 países existentes. El 95% de las naciones del mundo tienen individualmente un territorio inferior al preservado por los agricultores brasileños. Proyectada sobre Europa, el área de vegetación nativa en los inmuebles rurales equivale a la suma de la superficie de 14 países europeos.
¿Cuál sería el valor de la preservación de los bosques por el mundo rural?
Embrapa Territorial estimó el valor del patrimonio de tierras inmovilizado por los productores en favor del medioambiente en cada municipio, en función de los precios de la tierra. El valor total de estas tierras inmovilizadas con bosques y vegetación nativa, contabilizadas una a una, supera los dos billones de reales. ¿Qué categoría profesional en Brasil inmovilizó más de dos billones de reales de su patrimonio privado para preservar la vegetación nativa? ¿Quién en el sector público o privado? ¿Quién en el mundo urbano? Nadie. Solo el agricultor. ¿Cuánto reciben los agricultores por este esfuerzo patrimonial y financiero? Nada. ¿Cuál es la retribución por los servicios ambientales prestados en estas áreas por sectores urbanos? Ninguna.
Cuando juntamos las áreas protegidas en tierras públicas y las áreas preservadas por agricultores en tierras privadas, ¿cuál es la situación de la vegetación nativa y los bosques en Brasil, en resumen?
Las áreas protegidas en tierras públicas y las preservadas por el mundo rural en tierras privadas totalizan cerca de 4,8 millones de kilómetros cuadrados o el 56,4% de Brasil. Aún quedan muchos lugares con vegetación nativa no contenidos en las tierras protegidas o preservadas, como las tierras devueltas (sobre todo en la Amazonía) y las áreas militares. Cuando a las áreas protegidas y preservadas se agregan las de vegetación nativa en tierras devueltas, áreas militares, etcétera, se llega a un total de 5.642.359 km², o el 66,3% del territorio nacional[9].
¿Qué impacto social tiene esa agricultura brasileña, que preserva y produce, en términos de oportunidades? ¿Hay muchos jóvenes migrando del mundo urbano al rural?
La agricultura es el sector más dinámico de la economía brasileña. Es quien más emplea, incorpora nuevas tecnologías y paga los mejores salarios. El campo necesita mano de obra calificada, técnica. Las ciudades rurales en el sur de Piauí y Maranhão, norte de Mato Grosso y Tocantins, sur de Pará, están llenas de oportunidades para jóvenes recién graduados (dentistas, biólogos, médicos, administradores, ingenieros, técnicos, aviación agrícola, drones, personal de tecnologías de la información), con espíritu emprendedor. Vale la pena construir una carrera profesional, financiera y humana en el campo, participando del crecimiento y la modernidad del agronegocio brasileño y de la calidad de vida rural[10]. Nadie en el pasado imaginó este movimiento inverso de migración de la ciudad al campo, como ocurre hoy en ciertas regiones de Brasil, gracias al agronegocio.
La agronomía como ciencia de la vida
Evaristo de Miranda es agrónomo, con vasta experiencia en el sector de investigación y medioambiente. Con más de mil cuatrocientos artículos científicos y de divulgación publicados en Brasil y en el exterior, es autor y coautor de 56 libros publicados en portugués, inglés, francés, italiano, español, árabe y mandarín. Tiene una maestría y doctorado en Ecología por la Universidad de Montpellier (Francia) y es miembro de la Academia Nacional de Agricultura y del Consejo Superior del Agronegocio de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo.
Durante su doctorado, investigó las relaciones entre desequilibrios ecológicos y agrícolas en la región semiárida de Maradi, en Nigeria (África). De esta experiencia resultó la obra A geografia da pele. Um brasileiro imerso na África profunda.
Dedicó 43 años a la investigación en la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa, institución estatal federal pública vinculada al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento). Implantó y dirigió tres importantes centros de investigación de Embrapa y fue profesor del Instituto de Botánica de la Universidad Federal Rural de Pernambuco y en el Instituto de Biociencias de la Universidad de San Pablo. Miembro de varias sociedades científicas, actuó como consultor de la ONU en la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente, Rio-92
Hoy es columnista, comentarista y consultor de diversos medios de comunicación e instituciones del agronegocio, nacionales e internacionales. Recibió el Premio de Agrónomo del Año Deusa Ceres, en 2021.
[1] https://revistaoeste.com/revista/edicao-239/na-roleta-os-alimentos/
[2] https://revistaoeste.com/revista/edicao-227/agro-urbi-et-orbi-e-agro
[3] https://revistaoeste.com/revista/edicao-99/a-coroa-portuguesa-e-o-sucesso-da-fruticultura/
[4] https://www1.ci.uc.pt/ihti/proj/manuelinas/l5p247.htm
[5] www1.ci.uc.pt/ihti/proj/manuelinas/l5p247.htm
[6] https://www.car.gov.br/#/
[7] http://www.planalto.gov.br/ccivil_03/_ato2011-2014/2012/lei/l12651.htm
[8] www.embrapa.br/car
[9] https://revistaoeste.com/revista/edicao-83/cinquenta-tons-de-verde/
[10] https://www.youtube.com/watch?v=v9mGFXaL5z4
En total, hay alrededor de 2,500 áreas protegidas, lo que representa el 30% de Brasil. Su extensión equivale al 54% de Europa o a la suma de 15 países: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Eslovenia, Eslovaquia, España, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal y Reino Unido.
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