Acoger, proteger, promover, integrar y celebrar a los migrantes y refugiados es la misión de los scalabrinianos en Uruguay. El sacerdote haitiano Wilnie Jean llegó a Uruguay en 2019 para ponerse al frente de la parroquia Nuestra Señora de la Asunción y Madre de los Migrantes. Desde ese entonces, como scalabriniano, sirve a los extranjeros que llegan al país con intenciones de progresar, ayudar a sus familias, emplearse y recibir un espacio de escucha y de valorización de su cultura.
Los primeros misioneros scalabrinianos llegaron a Uruguay en 1962 e implementaron una pastoral de acompañamiento a migrantes. Su misión tuvo lugar en la parroquia de San Adolfo, departamento de Canelones. Sin embargo, fue en Montevideo donde se consolidó su presencia, ya que los migrantes italianos se acercaban a la parroquia y pedían asistencia espiritual a los misioneros.
En nuestro país, dentro de la sociedad civil, existen diversas organizaciones y la parroquia Nuestra Señora de la Asunción y Madre de los Migrantes, en la Av. Luis Alberto de Herrera 2231, es una de ellas. Atiende de martes a viernes de 14:30 a 18:00 horas. También hay otras organizaciones como el Servicio Jesuita a Migrantes, Idas y Vueltas, Manos Veneguayas, cada una con su objetivo por alcanzar, pero con misiones similares.
“Nosotros realizamos acompañamiento espiritual, durante el año celebramos las fiestas devocionales de los que son católicos, y después atendemos en la oficina y damos una orientación para hacerse la documentación, conseguir asistencia médica, entre otras cosas. Además, cuando lo tenemos a disposición, entregamos kits de higiene personal, canastas de alimentos no perecederos, y lo hacemos con la colaboración de algunos fieles amigos y de la congregación, que siempre apoya en la medida de lo posible”, relató el sacerdote a La Mañana.
El pasado viernes celebraron la Navidad con madres migrantes e hijos, lograron conseguir algunas canastas navideñas para ofrecerlas, así como juguetes y golosinas para los niños. “También brindamos palabras de ánimo porque algunos están sin trabajo, se deben pagar los servicios y alquileres, entonces se generan momentos difíciles porque la persona tiene muchos sentimientos de angustia”, comentó Jean.
Durante el año, los jueves, han podido ofrecer frutas y verduras para quienes las necesitan y son más de 40 personas a las que se ayuda semanalmente. “Primero somos seres humanos, y siempre pienso que cuando entendemos lo que es el ser humano, la humanidad puede cambiar en todo sentido”, planteó el entrevistado.
“Si cada uno se mira a un espejo verá que es una persona, me miro a mí mismo e imagino que podría estar en la situación de los migrantes. Nosotros tratamos de llevarles unas palabras de consuelo y esperanza, sabemos que vienen para buscar trabajo y sostener a la familia, no vienen de turistas”, sostuvo.
“Aunque somos católicos, cuando vemos a un migrante no miramos de qué religión es, de qué color es su piel, solo vemos a una persona. De hecho, tenemos la casa de acogida en donde damos hospedaje a varones por un mes hasta que logren regularizar su documentación y obtener un trabajo. Es humanismo puro, sin religiones de por medio”, enfatizó el sacerdote.
Dijo que el servicio no se hace con el fin de vanagloriarse, sino que se hace para ayudar a una persona que se merece dignidad, “nos alegramos cada vez que un migrante o cualquier persona consigue un trabajo y con él lleva el pan de cada día a su mesa”, agregó.
Valorizar cada cultura e integrarla
Cuando llega el día de la fiesta patronal de la Virgen o del santo de sus tierras, la parroquia organiza una celebración y comparte un acto cultural en la comunidad. Los peruanos celebran a la Virgen de los Milagros, los venezolanos a la Virgen de Coromoto y los cubanos a la Virgen de la Caridad del Cobre. A su vez, cada mes reciben a la Asociación de los Toscanos Italianos, que impulsan la devoción a san Ciro.
Durante el año no solamente ofrecen un kit de alimentos, higiene, sino que buscan trabajar el tema de la integración, algo que catalogó como poco sencillo en la sociedad uruguaya. “Durante el año tratamos de trabajar en ese sentido, buscamos lugares en donde puedan empelarse las familias, que la persona pueda conseguir becas para estudiar y formarse profesionalmente”.
También realizan la jornada mundial del migrante y refugiado con la participación de distintas colectividades. Se realiza una celebración en la que cada cultura presenta su comida típica, hay bailes y danzas tradicionales. “Es importante integrar al migrante, pero sin invisibilizar su cultura, nosotros también debemos adaptarnos a ellos, no solo ellos a nosotros, porque eso es la convivencia por mucho que a veces cueste”, apuntó el sacerdote.
“Nosotros como Iglesia seguimos las huellas del papa Francisco, que nos invita a todos a acoger, proteger, promover, integrar y celebrar a los migrantes y refugiados”. Expuso que lo llena de alegría ver el progreso del otro. “Es como una semilla que uno plantó. Muchas veces en mi experiencia llegan algunos migrantes para conversar y hablar, porque me parece muy importante que cuenten con un espacio de escucha. A veces la persona no llega para buscar cosas, sino que quiere ser escuchado y orientación”, indicó Jean.
La importancia de la fe más allá de la creencia
“La fe es un proceso, es un camino, no es una fórmula matemática, y los que son realmente creyentes tienen fe”, señaló Jean. “Los migrantes están convencidos que mañana la situación de ellos puede ser mejorada, tienen fe en conseguir un trabajo digno para llevar el pan a la mesa, tienen fe en medio de la dificultad como la enfermedad, la muerte cercana, ahí está la fe. Por eso muchas veces los católicos vienen con sus imágenes o devocionales, eso que uno lleva en el corazón”.
Agregó que Uruguay “es un país laico y lo respetamos, y respetamos también las creencias de cada uno, aquellos que creen en Dios y en que es todopoderoso y nos hizo a su imagen y semejanza, un Dios que nos ama a todos y que nos da toda la libertad de elegir el camino”, dijo el sacerdote.
El servicio social y espiritual
Antiguamente, la parroquia Nuestra Señora de la Asunción y Madre de los Migrantes fue un colegio atendido por las hermanas franciscanas, y en 1982 fue erigida como parroquia. El párroco Jean nació en Haití y sirvió en Colombia, Argentina y Brasil. Cuando llegó a Uruguay conoció la cultura local marcada por la laicidad, y se adaptó a la realidad.
Comentó que siempre estuvo vinculado a servicios para migrantes ya que pertenece a la congregación de los Misioneros de San Carlos, scalabrinianos, cuya misión es acompañar a los migrantes refugiados, marinos y pescadores. “Tenemos el acompañamiento espiritual, para ser religioso o sacerdote, y después el social con orientación a los migrantes sobre los derechos y deberes. En el año atendemos a unos 600 migrantes”, indicó.
Detalló que llegan personas de distintas nacionalidades y en Uruguay la mayoría son venezolanas, cubanas, peruanas, dominicanas, ecuatorianas, bolivianas. La realidad pastoral de la parroquia se divide en cuatro grandes áreas: la profética, la litúrgica, la social y la de los migrantes. Dentro de la pastoral profética hay varios grupos y movimientos con el objetivo de evangelizar dentro y fuera de la parroquia.
La pastoral familiar sigue siendo el camino para llegar a las familias porque acompaña a los padres y padrinos que han pedido el sacramento del bautismo, y también asesora a aquellos que tienen conflictos en sus hogares.
Por otro lado, existe un espacio de reflexión bíblica y espiritual, donde se generan espacios de formación y planificación de las celebraciones. En catequesis hay más de una veintena de niños que participan de los encuentros para recibir la primera comunión. En el marco de la pastoral social funciona Cáritas, cuya función es distribuir alimentos y ropa a las personas que lo necesitan. Promueven campañas de donación y una venta económica para el sostenimiento de los gastos de la parroquia.
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